Acuerdo histórico para cerrar 52 años de tragedia en Colombia

El Gobierno colombiano y las FARC consiguieron hoy lo que hasta hace solo unos meses parecía inalcanzable, poner fin por la vía negociada a más de medio siglo de conflicto armado, un sueño que fue esquivo para el país durante las últimas décadas.

Fueron 45 meses y cinco días de intensas discusiones de los delegados del Gobierno y las FARC en La Habana para forjar el «Acuerdo general para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera en Colombia», que será la hoja de ruta para un nuevo país.

En esta negociación se impuso la lógica de querer cerrar lo que el presidente colombiano, Juan Manuel Santos, definió como «el sufrimiento, el dolor y la tragedia de la guerra» para «abrir una nueva etapa de nuestra historia».

Quizá la mejor reflexión sobre el proceso la hizo el jefe negociador del Gobierno, Humberto de la Calle, en su discurso en la capital cubana donde expresó: «haber logrado un acuerdo con las FARC no significa que haya existido una claudicación mutua.

Por encima de esas diferencias y convicciones, al final pesó más el compromiso y la clara decisión de cortar un ciclo de violencia que dejó más de ocho millones de víctimas de todo tipo, entre ellos muertos, heridos, desaparecidos, desplazados, secuestrados y mutilados, así como pérdidas económicas y ambientales imposibles de cuantificar.

Los diálogos que comenzaron el 19 de noviembre de 2012 transitaron por aguas turbulentas, con crisis, recriminaciones, principalmente por parte de las FARC al llamado «establecimiento», interrupciones y amenazas de ruptura, pero también con muestras de confianza como los ceses del fuego de la guerrilla o la suspensión de bombardeos del Gobierno a sus campamentos.

«La mejor forma de ganarle a la guerra fue sentándonos a hablar de la paz. La guerra ha terminado. Pero también hay un nuevo comienzo», sentenció De la Calle en su discurso en el que celebró haber «llegado a la meta».

Esa misma meta la buscaron sin éxito otros antecesores del presidente Santos, comenzando por el conservador Belisario Betancur (1982-1986), quien a mitad de su mandato inició un proceso de paz con las FARC que tuvo algunos avances pero que al final fracasó, como sucedió entre 1998 y 2002 con el de Andrés Pastrana y con el de otros mandatarios que también lo intentaron.

A ellos, así como a Virgilio Barco (1986-1990), César Gaviria (1990-1994), Ernesto Samper (1994-1998) y Álvaro Uribe (2002-1010), Santos dedicó hoy una palabras de agradecimiento porque buscaron la paz «y abonaron el terreno para este gran logro».

Acordado el fin del conflicto con las FARC queda por delante una tarea tan titánica o incluso más que la ejecutada hasta ahora: sacar los acuerdos del papel y hacerlos realidad, no solo para las víctimas que fueron el centro de la negociación, o para los campesinos pobres que esperan el desarrollo rural, sino también para medio país que sigue siendo escéptico de esta solución.

El primer paso ya tiene fecha, será el próximo 2 de octubre, día en que, según anunció esta noche Santos, se celebrará el plebiscito en el que los colombianos decidirán si aprueban o no lo acordado con las FARC.

Si es aprobado, el acuerdo de paz tendrá definitivamente vía libre y se podrá seguir adelante con el proceso de alto el fuego y de hostilidades bilateral y definitivo, que incluye la dejación de armas por parte de las FARC y su desmovilización en un periodo de seis meses bajo la supervisión de una comisión internacional liderada por Naciones Unidas.

Eso significa que las FARC dejarán de existir como organización armada ilegal y se convertirán en un movimiento político, un paso trascendental que empezarán a dar en su décima conferencia, que se celebrará probablemente el mes próximo en las selvas del sur del país, donde se espera que sus bases aprueben lo acordado con el Gobierno, lo que supone un giro de 180 grados para esa organización.

Pese a que otros grupos armados ilegales seguirán vivos en el país, el silencio de los fusiles de las FARC es el comienzo de un propósito de dejar atrás la violencia que ha castigado a los colombianos en los últimos 52 años, y por eso lo acordado hoy en La Habana merece ser calificado de «histórico».