Vivir y morir en El Salvador

Cómo vivís y morís en El Salvador, dependerá de en qué parte de él naciste y creciste; así cómo qué tan bonito es tu apellido y cuánto dinero tengas y cómo lo hayas ganado. ¡Ah! y dependerá si ocupas algún cargo público, donde tu sueldo de miseria será compensado con un jugoso sobresueldo entregado debajo de la mesa o como decimos los salvadoreños “debajo de agua”.

No es lo mismo nacer en Soyapango que hacerlo en Santa Elena o la Escalón. No es lo mismo fajarse estudiando e ir a parar a trabajar a un “call center” que ser un completo ignorante y volverte político, ahí las letras de tu apellido  tienen un peso distinto y te ganas el derecho que el resto de los salvadoreños te mantengan viviendo en la grandeza mientras ellos sobreviven en la vil pobreza.

Aquellos que viven del pueblo, ven en El Salvador un panorama lleno de oportunidades en el que derrochar y vivir como reyes es parte de su realidad, no entienden como es qué otros dicen que sobreviven o mueren sin éstas. Los que viven del pueblo tienen un precio que se cotiza en dólares, cualquier oferta es buena, al parecer la política salvadoreña tiene característica de mafia y no de estado.

Para esta “mafia política” su sueldo es de miseria; de ahí que el erario público tiene que compensarles, llenan sus bolsillos con el sudor de los que no pertenecemos a esa clase y de los que hacemos malabares para llegar a fin de mes, los que horadamente vendemos nuestra fuerza de trabajo por nada.

Prueba de lo anterior es que muchos salvadoreños viven eternamente endeudados, comprando comida, medicinas y ropa a base de “tarjetazos”, prestando y volviéndose a endeudar. Para estos El Salvador es un mundo lleno de pobreza y a pesar de las deudas a cuestas la mafia política nos pide más esfuerzos al cargarnos con más impuestos.

Impuestos que deberían convertirse en fondos para salud, educación e inversión social; transformándose en beneficios para nosotros mismos, pero los cuales nunca llegan a su destino y por supuesto tampoco llega a los que los  desembolsamos.

Ambas realidades conviven en El Salvador, mientras para unos no hay dinero para nada y no ven futuro en su país, para los otros hay para gastar a manos llenas, para crear empleos para amigos y familiares dándoles cargos como asesores. Estos últimos tienen para comprar carros nuevos cada año; es más hasta logran que “la honorable Asamblea Legislativa” les done autos para sus conyugues.

Los que viven de El Salvador o mejor dicho de los salvadoreños y que no les quedó de otra (aun sintiéndose ofendidos) que tomar un sobresueldo o la “mordida” que les resuelve la vida, es normal  que su carro  valga más que el presupuesto asignado a una escuela pública para un año, es normal que por su ineptitud e incapacidad tenga  que contratar más de un asesor para que tome las decisiones por él. A estos malos salvadoreños, los buenos les pedimos que se asigne un sueldo similar que el nuestro para que realmente comprendan el concepto de austeridad, sacrificio y morir de hambre.

A ustedes que no sobreviven y no luchan diariamente por conseguir el pan de cada día, que no luchan contra el acoso de los delincuentes y que no morirán en un país pobre, sin esperanza, sin planes de educación que les permitan superarse y con un sistema de salud decadente; les decimos que disfruten mientras puedan, porque los buenos salvadoreños que tenemos hambre y sed de justicia cada día somos más, somos una olla de presión a punto de explotar.