Trump renuncia a la financiación pública del muro con México

Agencias 

La financiación del muro en la frontera con México, una de las banderas del asalto de Donald Trump a la Casa Blanca, ha vuelto a mostrar cómo el presidente de EE.UU. es capaz de meterse en el personaje de «El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde», la novela de Robert Louis Stevenson. Nada más arrancar esta semana, Trump-Hyde seguía embutido en el traje de campaña y clamaba desde Twitter que «el Muro [la mayúscula se la adjudicó él] es una herramienta muy importante para que las drogas dejen de entrar en nuestro país y de envenenar a nuestros jóvenes (y a muchos otros). Si no se construye, que sí se hará, el problema de la droga nunca se arreglará de la forma adecuada». Cerraba el mensaje con el lema #BuildTheWall («Construye el muro»), que se coreaba en sus mítines electorales.

La realidad del Congreso de EE.UU., sin embargo, es muy diferente a la de las redes sociales. La financiación del muro es uno de los escollos para que se apruebe una ley de gasto que evite el cierre gubernamental. El plazo se acaba este viernes y, ante la perspectiva de una derrota legislativa, ha asomado el Trump-Jekyll, capaz de negociar y hacer concesiones. La víctima inmediata sería el sueño «trumpista» que representa el muro con México, que podría salir agrietado esta semana.

Fuentes de la Casa Blanca deslizaron que el presidente podría contentarse con que la ley de gasto incluya financiación para aumentar la dotación de agentes y de medios tecnológicos en la frontera, en lugar de una mención a la construcción de la infraestructura. El propio Trump dejó caer en una reunión con periodistas de medios conservadores que contemplaba retrasar la aprobación de la financiación del muro hasta septiembre.

Esto es una marcha atrás en los planes del presidente, que poco después de su llegada a la Casa Blanca se comprometió a iniciar los trabajos para la construcción del muro «tan pronto como sea físicamente posible»… «en meses». Para ello, Trump pidió al Congreso la aprobación de un gasto inicial de 1.500 millones de dólares y de otros 2.600 millones para el año fiscal que viene, que arranca en octubre.

El problema para el multimillonario neoyorquino es que se encuentra entre la espada y la pared. El levantamiento del muro fue un arma electoral muy efectiva, pero su financiación, que depende del Congreso, es una pesadilla. Muchos legisladores republicanos, entre ellos un buen número en los estados fronterizos con México, se oponen a la construcción del muro. El mejor ejemplo es Will Hurd, republicano de la Cámara de Representantes elegido en un distrito que ocupa casi un tercio de la frontera con México, y donde el muro tendría 1.300 kilómetros de largo. Hurd ha dicho que la propuesta de Trump es «la más cara y la menos efectiva para la seguridad en la frontera».

Otros republicanos de peso también se han opuesto. El senador Lindsey Graham, un crítico habitual de Trump, aseguró a «The Washington Post» que «nunca se construirá un muro de 3.200 kilómetros, punto» y que la infraestructura «se ha convertido en un símbolo de una mejor seguridad en la frontera». Otro senador conservador, Rob Portman, se inclinó por pensar que no habrá una financiación al plan original del muro sino «para la seguridad en la frontera en general».