No nos preocupemos por convertirnos en una Venezuela, preocupémonos por no seguir siendo El Salvador que somos

Observando recientemente algunas de las campañas preparadas para las elecciones internas del partido de derecha he notado una y otra vez que el elemento que no puede faltar en la mayoría de discursos de los candidatos es afirmar que se han visto llamados a decir, presente por la patria para evitar que El Salvador se convierta en otra Venezuela.

Antes de continuar aclaro que mi ideología no está del lado donde todo se ve rojo, pero me parece que independientemente de la ideología que profesemos, ese discurso huele a podrido,  a falta de propuestas y a pobreza de mentalidad.

Y es que no solo ARENA lo maneja, también otros políticos miembros de otros partidos.

No nos preocupemos por convertirnos en una Venezuela, preocupémonos por no seguir siendo El Salvador que somos actualmente con gobernantes mediocres que encuentran muy fácil simplemente pedir perdón públicamente después de haber obtenido dádivas de empresarios o de haberse llenado sus bolsillos gracias al erario público; un El Salvador atrapado en una vorágine de violencia por ser el paraíso de las pandillas por falta de aplicación de las leyes. Un El Salvador donde los jueces no se vendan al mejor postor.

Me parece que los salvadoreños queremos que nuestros próximos representantes políticos sean empáticos y sepan qué es lo que está sucediendo dentro del país, porque para ordenar la casa hay que empezar por conocer a fondo de dónde proviene el caos y esa anarquía en la que vivimos, a la mayoría ya no se nos engaña y no creemos que los 8 años en el poder del FMLN haya llevado al país donde está, pero si sabemos que también han contribuido a ello y son más de lo mismo, sólo que bajo otra bandera política.

Los casos de enriquecimiento ilícito de ex presidentes no solo vienen de un lado, así como los casos de legisladores involucrados en narcotráfico; representantes públicos que negocian con pandilleros se identifican de muchos colores y la lista de agravios por el estilo de parte de los funcionarios hacia su patria es más larga (tanto que da para muchas columnas más).

El miedo a las palabras ya no es algo que compremos los salvadoreños  y  es triste que después de dos elecciones presidenciales, donde ha ganado la izquierda salvadoreña, sigan negándose a reconocer que el elector ha madurado y que la posición actual que ocupa cada partido político es una especie de castigo o recordatorio de que los salvadoreños piensan por sí mismos y que no van a dar su voto por campañitas sensibleras dirigidas a una población que ya no vive en fincas.

Con un discurso tan pobre sin proponer nada que cambie nuestra realidad nacional, solo se puede esperar más de lo mismo. Ya queremos ver la propaganda cuando los ungidos nos disparen sus discursos para obtener nuestros votos. Tienen que ser serias y con pleno conocimiento de la realidad nacional y no populistas (porque parece que lo que critican es lo que han retomado).

La clase trabajadora esperamos un relevo generacional, con gente capaz y preparada, en las instituciones políticas; no solo candidatos mediáticos. No dudo que mucha sangre nueva está preparada pero también sabemos que ese es un trabajo que se tiene que demostrar con hechos y no solo con campañas donde se emulan a personajes de telenovelas y se ven a candidatos montando a caballo  cuando todos sabemos que su transporte diario es una camioneta blindada pagada a costa de nuestra seguridad.

O donde todos sabemos que el salvadoreño real, el que acude a las urnas, es el que anda en bus compartiendo su sueldo y pertenencias con el delincuente que cada mañana le pasa la balanza pidiéndole dinero.

Cuando pidan nuestro voto recuerden que los salvadoreños no somos una masa homogénea (ya lo he dicho antes) no somos todas vendedoras de pupusas, todos albañiles (sin desestimar ese trabajo honrado) los salvadoreños y salvadoreñas también somos los hijos de esos trabajadores  quienes con el sudor de su frente  nos heredaron una carrera, y aunque les parezca imposible, a otros hasta maestrías.

Los salvadoreños también somos aquellos que nos hemos preparado en universidades para ser licenciados, arquitectos, médicos y unos somos periodistas; entre otras carreras y conocemos nuestra realidad nacional.

Nosotros conocemos de primera mano que hay funcionarios de gobierno que usan su posición para contratar a amigos y familiares en puestos para los que no están preparados mientras que los que sí lo están no poseen empleo. Sabemos reconocer sus circos políticos. Sabemos también que no importa el color que representen, muchos venden sus votos y olvidan “al pueblo”que los llevó a ocupar un curul.

Los salvadoreños no queremos un país corrupto y violento lleno de representantes políticos que se ven bien en la pantalla, queremos un nuevo El Salvador donde las cuentas estén claras y puede que nos equivoquemos a la hora de votar en busca de éste, pero tengan por seguro que estamos luchando por encontrarlo desde nuestra posición, donde nuestra mejor arma es ejercer nuestro derecho al voto y levantar nuestra voz. Muchos a lo que más le tememos no es a convertirnos en Venezuela es a seguir como estamos, jodidos y asediados.

Los salvadoreños que conocemos a nuestro país tenemos un consejo para todos ustedes: «olviden a Venezuela. El Salvador es suyo, mío y de todos los salvadoreños, hagan un viaje de reconocimiento dentro de él para no cometer los mismos errores del pasado».