Comunidad indígena de Izalco conmemoró masacre de 1932

Fotografía cortesía de Josué Parada

Por: Elizabeth Ramos

A 83 años del etnocidio en el pueblo de Izalco, Sonsonate, la comunidad indígena encabezada por Rafael Látin, alcalde del Común, conmemoró el acontecimiento que marcó la historia de El  Salvador.

La conmemoración inició con una  peregrinación con velas y antorchas desde la sede de la alcaldía del Común y recorre los tres sitios que fueron fosas comunes en 1932: tumba de La Ceibita, la Violeta y el Llanito.

El levantamiento campesino de 1932 fue una mezcla entre protesta e insurrección. El resultado fue una respuesta militar del gobierno del entonces presidente Maximiliano Hernández Martínez, quien ordenó la ejecución de todo aquel que se alzase contra el régimen, según la historia salvadoreña.

La ceremonia está llena de solemnidades que corresponden propiamente a la comunidad izalqueña. El sonar de caracoles, del pito y el tambor hacen memoria de todos los antepasados que fueron masacrados por el régimen político de aquellos años.

Para la comunidad indígena de Izalco, los daños irreparables a la cultura y la identidad ancestral, marcaron las vidas de los que lograron sobrevivir y las generaciones que ahora narran el sufrimiento de sus antepasados.

Dejó de practicarse el idioma nativo náhuatl, sus vestimentas ya no son iguales y sus apellidos indígenas desaparecieron.

“En mi niñez jamás me dijeron la realidad de lo que había ocurrido en 1932. Lucharon por todos los medios de infundir miedo, con el hecho de cómo sacrificaron a nuestras familias, lucharon para humillarnos y esa humillación todavía la sentimos”, manifestó Látin.

Aunque el daño histórico es irreparable, la alcaldía del Común lucha por que las nuevas generaciones conozcan su historia y con ella fomentar el orgullo por los orígenes de los que murieron en el etnocidio.

“El reto es luchar para que esta juventud que está dormida despierte y comience a reconocer sus verdaderos orígenes, sus raíces. Yo no culpo a la juventud, culpo al sistema ingrato que ha luchado por mantenerlos ciegos”, dijo Látin.