En la década de 1970 el epidemiólogo Richard Peto, de la Universidad de Oxford, Reino Unido, planteó el enigma de por qué los elefantes no enfermaban de cáncer. O al menos un gran porcentaje de ellos. A partir de esta incógnita, varios especialistas y científicos realizaron pruebas durante años para encontrar una respuesta.
Dos estudios independientes divulgados recientemente coincidieron en que unas de las explicaciones al enigma de Peto es que los elefantes desarrollan copias adicionales de un gen que combate las células tumorales,según consigna el portal Scientific American.
En primer término el epidemiólogo inglés señalaba que no existe relación entre las tasas de cáncer y el tamaño corporal o edad de los animales. Para muchos esto puede resultar sorprendente y hasta polémico. Es que varios especialistas responderían que las células de animales de cuerpos grandes o de avanzada edad deberíanhaberse dividido muchas más veces que en aquellos de contextura más pequeña o más jóvenes. De esa manera, debería poseer más mutaciones aleatorias que predisponen en mayor medida a la aparición del cáncer.
Peto, en tanto, especuló que podría haber un mecanismo biológico intrínseco que protege a las células del cáncer a medida que envejecen y se expanden.
LOS ELEFANTES TIENEN 20 COPIAS DE UN GEN LLAMADO P53 O TP53
De acuerdo a un par de artículos publicados esta semana, al menos una solución a la paradoja de Peto fue hallada. La explicación es que los elefantes tienen 20 copias de un gen llamado p53 o TP53, en su genoma, cuando los seres humanos y otros mamíferos tienen sólo una.
El gen es conocido como un supresor tumoral, que entra en acción cuando las células sufren un daño en el ADN, produciendo copias de su proteína p53 asociada y también reparando reparando el daño o matando a la célula.
Estudios a raíz del paradigma de Peto
Descubrir el papel del p53 o TP53 no fue tarea sencilla. Tomó varios años a los especialistas. Joshua Schiffman, oncólogo pediátrico y científico de la Universidad de Utah en Salt Lake City, escuchó por primera vez el enigma planteado por Peto hace tres años durante una conferencia de Carlo Maley, biólogo evolutivo de la Universidad estatal de Arizona, quien en esa oportunidad reveló que había encontrado varias copias de ese gen en el genoma del elefante africano.
Después de escuchar la charla, Schiffman se preguntó si este descubrimiento en los elefantes podría ayudar a los seres humanos a evitar la aparición del cáncer.
Ante esta inquietud, se asoció con Maley, y ambos solicitaron permiso a los encargados del zoológico de Salt Lake City para extraer un poco de sangre de los elefantes del lugar para estudiar el funcionamiento de la proteína p53 en las células blancas de la sangre de los mamíferos.
Utilizando muestras obtenidas en el zoológico en 36 mamíferos, el equipo de Schiffman concluyó que apenas el 3% de los elefantes contraen cáncer.
Los investigadores descubrieron que ese animal produce copias adicionales de la proteína p53, y que sus células de sangre son sensibles a los daños en el ADN producidos por las radiaciones ionizantes.
Las células de los animales llevan a cabo una auto destrucción llamada apoptosis en respuesta al daño del ADN, a tasas mucho más altas que las células humanas. El oncólogo sugiere que, en lugar de la reparación del daño en el ADN, las células de los elefantes en peligro han evolucionado para auto destruirse ante la aparición de incipientes tumores.
Vincent Lynch, genetista evolutivo de la Universidad de Chicago en Illinois, encontró resultados similares a partir del descubrimiento de una docena de copias de la proteína p53 pero, a diferencia de Schiffman, sostuvo en una publicación independiente reciente que también hay otros mecanismos biológicos que explican el enigma de Peto.