Ayuno: Una moda peligrosa para la salud

Agencias

Algunas de las religiones más seguidas del mundo practican el ayuno en algún momento del año. Ya sea como método de purificación –como ocurre en el hinduismo– o como penitencia –tal y como sucede en el catolicismo–, lo cierto es que esta antiquísima práctica está en pleno auge en el siglo XXI, gracias a la confesión de su uso de famosos como Angelina Jolie o Hugh Jackman, entre otros muchos.

La razón no es otra que la inmediatez con la que se logra perder peso, aunque sus defensores hablan de algo que va mucho más allá de adelgazar: desintoxicar el organismo.

A pesar de que esta práctica está cubierta por el sistema de salud público en algunos países europeos, como Alemania, en España su empleo levanta polémica, pues los expertos en Medicina y en Nutrición ponen en duda sus beneficios, hasta el punto de que alertan de sus manifiestos riesgos para la salud, sobre todo cuando se hace sin supervisión médica.

«Durante el ayuno prolongado se produce una disminución del metabolismo basal. Riñones, cerebro, hígado, intestino, corazón o músculos tienen que readaptarse para funcionar con una fuente energética que no es la más eficaz y que sólo puede resistir acorde a la cantidad de reservas de cada persona. Su último fin es preservar la utilización masiva de proteínas y su descomposición como fuente de energía, lo que le conduciría inexorablemente a la muerte», explica Miguel Aganzo, nutricionista y miembro del Servicio de Endocrinología y Nutrición del Hospital Rey Juan Carlos de Madrid.

En esta misma línea se posiciona Emilia Cancer, miembro del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), quien confirma que «en un mes de ayuno la pérdida de agua corporal puede llegar a ser de más de 10 litros, lo que permite entender que si no tomamos líquidos en una situación de ayuno mantenido, el deterioro será rápido y de consecuencias muy graves».

En este sentido, Cancer hace hincapié en que «en el caso de las vitaminas, en personas sanas que tuviesen una alimentación equilibrada, el organismo tiene reservas suficientes de la mayoría de ellas para que en ayunos de hasta un mes no haya deficiencias significativas. Sin embargo, las reservas de tiamina (vitamina B1) son escasas y, si en la realimentación (al volver a tomar alimentos, fundamentalmente azúcares) no se administrara, puede desencadenarse un cuadro neurológico grave llamado encefalopatía de Wernicke-Korsakoff. Además, cabe destacar que en el caso del ayuno prolongado se han descrito muertes súbitas por arritmias ventriculares en relación con pérdida de las proteínas corporales y alteraciones en las concentraciones de cobre, potasio y magnesio».

Con estos datos sobre la mesa, los expertos nutricionistas son escépticos ante los resultados de la abstinencia de sólidos.

«No creo que haya necesidad de que una persona sana haga ayunos. De hecho, para mantener el correcto funcionamiento de nuestro organismo hay tres cosas que no deberíamos ni plantearnos: no dormir, no comer y no respirar», asegura Aganzo, quien es rotundo a la hora de afirmar que «el ayuno podría resultar peligroso para cualquier persona que decida llevar este método por su cuenta, pues podría conducir a situaciones patológicas como consecuencia del déficit de nutrientes, como ansiedad, insomnio, regulación hormonal (ciclos circadianos) o incluso derivar en trastornos relacionados con la conducta alimentaria».

De hecho, según la SEEN, «no existe evidencia científica contrastada que permita recomendar la realización de ayunos como una práctica comparable a una alimentación saludable, sin olvidar que hacer ayunos sería una práctica de riesgo en personas con enfermedades crónicas (como diabetes, insuficiencia renal, cirrosis, etc.) o en personas con extremada delgadez».