#Crónica | 24 horas cuidando votos

Foto por Kevin Aguilera | El Metropolitano Digital

Por Samuel Gutiérrez

No, esta crónica no llega tarde. Aún faltan los resultados finales de las votaciones y el Tribunal Supremo Electoral aun no da fecha para depositar los $15 restantes para los que cuidamos urnas el día de las elecciones.

Llegué al centro de votación a las 4:15 de la mañana, minutos más, minutos menos. Pero la travesía de ser miembro de una Junta Receptora de Votos (JRV) no comenzó el 4 de marzo; comenzó el 28 de diciembre del año pasado, el día de los Inocentes, como una broma que nunca dejó de serlo cuando el Tribunal Supremo Electoral informó quienes debían de formar parte de la «fiesta cívica».

Me capacité cuatro veces, las suficientes para poder saber qué tenía que hacer el día llegado en el centro de votación ubicado en el Instituto Nacional de Comercio (INCO). Mis allegados insistían en que desistiera de las capacitaciones y que pagara la multa; no tenía la intención de pagar cualquier cantidad de dinero y además, sabía que algo bueno, por más mínimo que fuera podía sacar de esta experiencia.

Al centro de votación ingresaron, inicialmente, solo los miembros de la JRV que pertenecían a un partido político. Ellos conformaron todas las mesas, los miembros seleccionados en el sorteo, si al caso, iban a ser los suplentes; eso generó alguna molestia en todos los miembros que habían sido seleccionados aleatoriamente. Sin embargo ubicaron, no se si a todos, en una JRV.

A mi me correspondía estar en la JRV 142 como tercer vocal propietario; esta persona básicamente solo ordena a los votantes y da trato preferentes a ancianos y mujeres embarazadas; pero me trasladaron a la JRV 153, la penúltima del centro de votación y no como tercer vocal, si no como primer vocal propietario.

En esa JRV no había segundo ni tercer vocal, tampoco suplentes ; en ese caso la primera vocalía asume sus roles; el del primer vocal: meter el dedo en la tinta indeleble y buscar al votante en el padrón y el segundo vocal: que entrega el crayón y lleva el control de cuantos hombres y mujeres votaron y el del tercero, señalado anteriormente.

Una JRV se puede instalar con al menos 3 de 5 personas. Luego de revisar y contar las 600 papeletas de cada una de las elecciones – diputados y alcaldes – y de que cada unos de los miembros de la. JRV, incluyendo vigilantes de partidos políticos votaran, se iniciaron las elecciones con unos 15 minutos de retraso.

Mi principal miedo era el ambiente que se iba a tener, tomando en cuenta la diversidad de partidos que estaban presentes en la mesa; el presidente de la mesa era del FMLN, el secretario de ARENA y cada partido tenía sus respectivos vigilantes, también había un vigilante de GANA.

Debo admitir que iba a la defensiva, había preparado argumentos y leído el código Electoral varias veces para poder defenderme o poder actuar oportunamente en caso de ser necesario. Pero el miedo se quedó solo en eso, en expectativas erróneas. No puedo hablar de todas las JRV, pero al menos en la que estuve los militantes tuvieron la madurez política indicada; de hecho parecía que no había distinciones más allá de las marcadas por sus chalecos.

Otra de mis preocupaciones era la alimentación. El TSE otorgó 10 dólares que servirían para este tema. No fue necesario gastar un solo ‘cinco’. En la JRV había tres partidos y los tres llevaron comida- desayunos, almuerzos y cenas, refrigerios, frutas, sandwiches,  «churros», café y pan dulce y agua, para quien quisiera.

De las 600 personas habilitadas a votar en la junta receptora de votos 153 solo lo hicieron un total de 276. Ancianos, mujeres y hombres, jóvenes que votaban por primera vez, entre otros; aunque parece una cantidad pequeña con relación a la totalidad, requirió de un gran esfuerzo llevar el proceso de votación, sobre todo cuando se juntaban más de 20 personas a la vez para emitir su sufragio.

Las horas «pico» de votación fueron las 10 de la mañana, 12 del mediodía, y media hora antes de cerrar el centro de votación. No voy a olvidar a una viejecita que seguramente padecía de Parkinson y que no pudo firmar y en cambio puso su huella en el padrón, o a los pequeños que pedían mancharse su dedo para sentir lo que era una votación.

A las cinco de la tarde cerraron oficialmente las votaciones, a ello le precedieron unos quince minutos de calma y relajación que tenían que servir de antesala para la extenuante jornada que venía: el conteo de los votos.

Después de hacer algunos formalismos como romper las papeletas que no fueron utilizadas y entregar la tinta indeleble, se procedió a preparar los borradores en los que se plasmaban el primer conteo de papeletas: las de diputados.

Desde las 6 de la tarde, y durante unos 45 minutos más; todo era escuchar la clasificación de las papeletas: voto entero para ARENA, voto cruzado, voto nulo, y una que otra vez un voto entero para el FMLN.

Posterior a la clasificación de lo votos había que hacer el conteo de marcas en las papeletas con votos cruzados y preferentes (papeletas con marcas en la misma planilla de un solo partido). Los diputado11s más votados pertenecían a ARENA, el más votado fue Norman Quijano, le precedía figuras como Margarita Escobar, Milena Mayorga y Abraham Soto, de otros partidos podría destacar a Eileen Romero y al diputado independiente que ocupaba la casilla uno.

En más de algún momento solté más de una carcajada, al escuchar los comentarios graciosos y burlones que se lanzaban los vigilantes de los partidos al momento de contar los votos, como si se tratara de un juego de cartas en el cual iban perdiendo los partidarios de izquierda.

Después de tener contabilizadas las marcas completas por cada uno de los aspirantes, se procedió a llenar al menos 13 actas, no recuerdo cuantas, eso sí era más de 10, que serían repartidas a los partidos políticos, al TSE y a la Fiscalía General de la República.

El conteo de votos para diputados, con todo y el llenado de actas culminó a las 11:30 de la noche.

Luego de ellos los miembros de la mesa y los vigilantes acordamos cinco minutos de descanso para ir al baño o simplemente pararte y esperar para después seguir con el conteo de papeletas para alcaldes.

No quería ni cerrar los ojos, porque de seguro me vencía el sueño.

Siguió la misma historia: por cada cinco votos para ARENA, había uno para el FMLN, apróximadamente, y los comentarios amenos que hacían más pasadera la noche… madrugada.

Tras finalizar el conteo y llenar otras 13 actas se dieron las 2 de la mañana. Solo faltaba entregar todo el material ocupado durante el día a los encargados del centro de votación.

A las 2:30 de la mañana, 22 horas después de haber iniciado ese «deber cívico» salí de la JRV en la que estuve, viendo como habían otras mesas que aun contabilizaban marcas en las papeletas de diputados, les esperaban al menos unas dos horas siendo optimistas… hasta sentí pena por ellos.

Nos habían advertido lo cansado que iba a ser, pero sinceramente se queda corto. Escribir durante más seis horas en una posición agachada, con un ambiente caluroso, con la presión de no equivocarte en una marca, de contar bien los votos, con un cansancio de casi un día  y con las ganas de irme a casa, la finalización del conteo me supo a gloria.

La frustración y enojo  que sentí en un principio cuando me enteré que fui seleccionado, no se transformó en satisfacción, pero si se volvió una lección…  todos podemos servir al país, de una u otra forma, sirven más las acciones que las quejas… pude pasármela quejando durante todo el día del por que yo fui seleccionado y formar parte del montón de personas que se quejan y no dejan nada bueno al país.. ó ser parte, si bien no de una solución, pero si de una vía que pretende serlo. Obviamente tomé la segunda decisión. (Aun así creo que no volvería a formar parte de una JRV, al menos no voluntariamente)