Por: Lenny Castro
Carlos López Rosa, conocido como Calo Rosa, es un joven artista salvadoreño de 31 años, quién a temprana edad comprendió que el talento por sí solo no es suficiente; para que trascienda y deje un legado, hay que llevarlo a otro nivel y ponerlo al servicio de los demás.
Este compatriota que actualmente reside en Philadelphia, Estados Unidos, ha logrado lo que muy pocos, ha ganado notoriedad por su trabajo fuera de las fronteras salvadoreñas y se ha colocado como referente artístico y activista del arte callejero.
Actualmente está trabajando en una serie de proyectos donde se incluye un programa de justicia restaurativa, haciendo murales y talleres con jóvenes que han sido privados de libertad en la ciudad de Philadelphia. También está involucrado con la organización “La Puerta Abierta” donde imparte talleres de arte a jóvenes migrantes provenientes de Centroamérica.
Además, su trabajo como artista abstracto, está dando que hablar y en cada una de sus piezas se ve reflejada la cultura latinoamericana. Todo su trabajo está cargado de colores vibrantes y mezclan características de un estilo de vida urbano y tropical.
Él es un reflejo de su arte, su forma de ver la vida y vivirla es pura pasión y emoción. Quisimos conocer un poco más de Calo Rosa y su trabajo, así que nos aventuramos a contactarlo y nos recibió con los brazos abiertos.
Nadie es profeta en su tierra
Calo, quizá es un claro ejemplo de esa frase que refleja como compatriotas talentosos buscan en otro lugar crecer y desarrollarse ante la falta de oportunidad y apoyo del país de procedencia.
Este artista profesional de las artes plásticas y el diseño gráfico, quien realizó sus estudios en el Centro Nacional de Artes (CENAR) y la Universidad Don Bosco, migró a Estados Unidos en busca de oportunidades en su campo.
Según sus propias palabras el área de trabajo que más le gusta es el muralismo y arte contemporáneo, a ambos les ha impreso su propio estilo y técnica. Es con ellos que también está tocando y cambiando la vida de muchos jóvenes de su área de residencia en Norteamérica, así nos lo contó.
¿Qué proyecto estás desarrollando actualmente?
…Estoy trabajando una serie de proyectos con la organización “Mural Arts Program” que incluye el programa de justicia restaurativa haciendo murales y talleres con jóvenes que han sido privados de libertad en la ciudad de Philadelphia, además de eso estoy trabajando con la organización llamada “La Puerta Abierta” dando talleres de arte a jóvenes migrantes centroamericanos.
Como proyectos personales, ahora estoy trabajando en una serie de pinturas y machetes, cuestionando la idea del trópico como paraíso y explorando la historia del colonialismo en medio del trópico centroamericano.
¿Por qué decidiste migrar y en qué año fue? Y ¿por qué a ese país?
Decidí migrar por amor, conocí a mi esposa en El Salvador mientras ella realizaba una beca de investigación, ella es estadounidense y su familia vive en Philadelphia, después de casarnos vivimos en San Salvador un par de años; luego decidimos venir a Philadelphia para explorar las posibilidades artísticas y profesionales.
Llegamos a Estados Unidos en 2013 y decidimos Philadelphia para estar cerca de la familia de mi esposa, pero también porque la ciudad posee una gran cantidad de arte público (es la ciudad con más murales del país) eso fue muy atractivo para mí, pues tenía muchas ganas de crecer artísticamente y ganar experiencia.
¿Ha sido duro cómo salvadoreño trabajar en el extranjero?
Creo que es duro cuando uno no cuenta con una comunidad sólida que pueda servir de apoyo. Al principio fue difícil acostumbrarnos, tanto mi esposa como yo, ella tenía 4 años de vivir en El Salvador. Entonces la experiencia fue mutua, claro que fue más fácil para nosotros (en comparación con otras personas que migran) porque teníamos el apoyo de su familia y amigos.
Con el tiempo pudimos crear una comunidad sólida a través del arte, eso facilitó mucho mi trabajo aquí, pues pude hacer conexiones y moverme mejor en el ámbito artístico, y creo que eso aplica a cualquier profesión.
¿Cuáles han sido los mayores retos a vencer como salvadoreño en otro país?
Para mí fue difícil el clima y acostumbrarme al ritmo de vida de la ciudad, la gente es más fría al igual que los inviernos, yo venía acostumbrado a pasar mucho tiempo en la playa, surfeando, siempre al aire libre con muchos amigos y aquí el ritmo es mecánico; todo se planea con agenda, incluso para verse con amigos, fue un reto acostumbrarme a eso.
¿Tu familia ha apoyado cada paso?
Sí, mi familia ha estado conmigo en cada paso, cada decisión, incluso al decidir dejar el país y estar lejos, su apoyo ha sido incondicional, sin ellos no sería lo mismo.
Nueva etapa
En la actualidad Calo, está viviendo una nueva etapa en su vida y quizá la más trascendental, recién se ha estrenado como padre, experiencia que ha cambiado su forma de vivir su día a día, ya que su bebé es una prioridad.
¿Cómo es un día para Calo?
Me levanto a ver a mi bebé, le cambio el pañal y voy con él a hacerme un café, lo siento al lado mío y leemos un poco, esa es la única rutina diaria, luego de eso lo que traiga el día, puede ser que tenga que trabajar en el estudio, en un mural en la ciudad o desde la casa, todo depende de qué tipo de proyectos tenga en el momento.
¿Cuál es la vivencia fuera de tus fronteras que más te ha marcado?
Trabajar con jóvenes migrantes, cuyo viaje a este país ha sido muy diferente al mío, trabajar temas de identidad con ellos me ha hecho pasar por una autorreflexión sobre qué significa ser centroamericano.
¿Qué aspecto puedes catalogar cómo el más satisfactorio de tu profesión?
Lo más satisfactorio es poder compartir el arte con el público, sin restricciones, cada mural tiene un impacto positivo en la comunidad y eso es muy importante para mí y mi trabajo.
También el tener tiempo suficiente para realizar mi trabajo sin prisa, disfruto cada minuto de eso. Es como una meditación.
¿Qué es lo que más extrañas de El Salvador?
Extraño muchas cosas de El Salvador, extraño la calidez de la gente, la sensación de pueblo con un ritmo de vida más pausado y tranquilo. Extraño las buenas olas para surfear, unas buenas pupusas acompañadas con chocolate, las ventas ambulantes (como a la señora de las empanadas y el carro del pescado) la música en los buses, el volcán de San Salvador y la lluvia de las tardes en compañía de mi familia.
¿Qué nuevos retos hay para Calo en un futuro?
Seguir haciendo arte público ecológicamente consciente, repensar en el uso de materiales para hacer arte que tengan un menor impacto en el medio ambiente. También explorar nuevos medios artísticos, me entretiene mucho aprender nuevas técnicas artísticas.
Brindarle una vida saludable a mi familia y a la vez seguir creciendo artísticamente, con mi esposa queremos mudarnos a un lugar donde podamos estar más cerca de la naturaleza y llevar una vida tranquila, eso es un gran reto.
¿Piensas volver algún día a El Salvador?
Claro, siempre pensamos volver, no sabemos cuándo, porque nos gustaría explorar más, pero al regresar nos encantaría tener un lugar en la playa donde podamos compartir arte y comida rica con otras personas.
¿Cómo te ves en 10 años?
Es muy difícil pensarlo, porque no me gusta planear mucho las cosas, pero me veo haciendo arte y surfeando con mi familia en algún lugar tranquilo, eso es seguro.
De Calo para El Salvador
Calo Rosa, mantiene muy vivas sus raíces salvadoreñas y ha aportado mucho de su arte en distintos rincones de esta tierra bella, para el disfrute de quién sepa apreciarlo.
Algunos de sus proyectos plasmados acá en El Salvador se encuentran en: la playa El Tunco, La Libertad (mural La Juanita); en Santo Domingo de Guzmán (Paula López); en La Casa Tomada (Ofrenda El Salvador 2016) entre otras.
Cada una de sus piezas se puede apreciar en su página web http://www.calo1.com donde el visitante también puede conocer más del artista y su trabajo.