El País | Ramon Besa
Apenas quedan ya descreídos en el Camp Nou. Ha vuelto Xavi, regresó Laporta y la hinchada empieza a reconocer a su querido Barça. Aguanta Busquets, sigue Piqué y Pedri se presenta como el heredero de Xavi e Iniesta, el hilo del juego que necesita el Barça para ser el Barça.
Alrededor del tinerfeño, los azulgrana completaron un partido pletórico para satisfacción de la afición, definitivamente entusiasmada por el juego y los goles, 19 en los últimos seis partidos, cuatro ante el Athletic. Aunque no se sabe su límite, ya no hay dudas sobre la versión del Barça.
Hoy es un equipo creíble, transmite las mejores sensaciones, conecta con la afición y sumó su tercera victoria seguida por vez primera ante el que fue su último verdugo en San Mamés. Hay hambre en el Camp Nou.
Xavi se maneja bien en el vestuario porque no ha politiqueado con las alineaciones, tampoco ha confundido a la directiva con los fichajes y se ha ganado a los socios con su discurso. Las rotaciones se dan desde que se sabe el rol de cada futbolista. El último que ha entendido su situación es Frenkie de Jong.
El neerlandés descansó ante el Athletic porque había triunfado en Nápoles. Nadie advirtió nada raro en su suplencia y entendió que el técnico recuperara tanto a Gavi, suplente el jueves, como a Alves y mantuviera a Dest, sustituto en la izquierda del sancionado Alba.
La formación azulgrana fue tan inequívoca como la del Athletic. Bilbao tiene la Copa en la cabeza y a Marcelino por tanto le ocupaba más la semifinal del miércoles en Mestalla que el partido de Liga del Camp Nou. El banquillo era mucho más intimidador que el once dispuesto por el entrenador si se tiene en cuenta que no jugaban Iñigo Martínez, Dani García, los hermanos Williams, Sancet ni Muniain. Los rojiblancos salían a competir ante un rival obligado a ganar para consolidarse en la zona Champions. La carga del Barça fue continua, muy puesto el equipo en cancha ajena, bien perfilado por las bandas y, por contra, desajustado en el último pase y en el tiro ante Unai Simón.
El Athletic aguantaba firme, defendía fuerte y amagaba con alguna salida rápida, igual de intenso que el Barça. El trabajo, la organización y el ritmo son innegociables en los equipos de Marcelino. El sello colectivo es inconfundible con independencia de las individualidades, del torneo y del estadio, irreductibles en San Mamés. La suerte del Barça parecía depender de la inspiración de Pedri. El tinerfeño hipnotiza al Camp Nou. No solo tiene un pie delicioso y un giro único, sino que ya rinde por igual a los suyos que a los contrarios ante el boato de Xavi. La hinchada empieza a creer que Pedri se parece a Xavi por la manera de procesar el juego, por la forma de ser y por cómo metaboliza el fútbol, hasta que se pone a fintar y a tirar caños y entonces su figura recuerda a la de Iniesta.
A los azulgrana, sin embargo, les llevó más de media hora encontrar un hueco en el arco de Unai Simón. El Athletic se venció en la jugada más insospechada:un córner botado por Alves, cabeceado al larguero por Piqué y remachado por Aubameyang. A favor de marcador, el Barça encontró más espacios para atacar después de ser cada vez más exigido en defensa porque Marcelino mejoró progresivamente a su equipo con la entrada de jugadores como Iñigo Martínez y Sancet. El Athletic asomó en cancha azulgrana, presionó y el choque se equilibró ante la inquietud del Camp Nou.
El Barça no aseguraba el triunfo porque Ferran no es Aubameyang. Vive angustiado el delantero de Foios, torpe últimamente cuando enfoca la portería, fallón también ante Unai Simón. La tensión del partido aumentó cuando aparecieron Nico Williams y Dembélé. Había apuestas sobre quién sería más rápido cuando el francés se abrió a la izquierda y recibió de De Jong en una rápida transición del Barça. Dembélé templó, fijó a Lekue y remató violentamente con la zurda a la escuadra izquierda de Unai.
El golazo generó un último tramo de partido precioso, amenizado por las asistencias de Dembélé y el repertorio de Pedri. El Barça se desbocó y Luuk de Jong y Memphis se sumaron a la goleada iniciada por Aubameyang —cinco tantos en tres partidos— y Dembélé. Xavi acertó en la alineación y en los cambios mientras el Camp Nou se pellizcaba por ver que el Barça volvía a ser el Barça.