¿Por qué los perros comen de todo y los gatos no?

Si hay un perro y un gato y tiras un trozo de comida al piso, ya sabes lo que pasa: lo más probable es el que el perro se lo coma, sea lo que sea, de un solo bocado.

El gato seguramente se acercará, mirará y permanecerá indiferente.

¿A qué se debe este comportamiento?

No es de puro escrupuloso.

El sentido del gusto es lo que les permite a los animales diferenciar entre alimentos nutritivos y alimentos dañinos para su salud.

Si son dulces quiere decir que tienen azúcar y por tanto son una fuente de energía. El sabor amargo, en cambio, indica la presencia de sustancias tóxicas que pueden estar presentes en plantas o frutos inmaduros.

Con los cambios en la dieta van evolucionando también las papilas gustativas.

Entonces, si los gatos no comen plantas, ¿por qué todavía conservan estos genes? Esta fue precisamente la pregunta que se propuso averiguar Peihua Jiang, biólogo molecular de Monell.

Infecciones

Según el estudio, los receptores para detectar el sabor amargo les permiten a los gatos detectar potenciales toxinas en los animales que pueden llegar a cazar (ranas, sapos u otros con compuestos tóxicos en el cuerpo o en la piel).

Sin embargo, las ocasiones en que pueden quedar expuestos a estos compuestos son ínfimas en comparación con los animales herbívoros.

Por esta razón, Jian cree que estos receptores podrían haber evolucionado por otra razón que no es el gusto.

Una posibilidad, entonces, es que en el caso de los felinos también cumplan la función de detectar enfermedades.

Diferencias

La investigación de Jian explica el comportamiento de los gatos. Sin embargo, los perros –así como también los osos polares y los hurones– también tienen genes para percibir el sabor amargo.

Entonces, si los canes también comparten estos genes, ¿por qué ellos sí comen casi todo lo que se les pone frente a ellos?

De acuerdo a investigaciones previas, algunos de los receptores de los gatos son particularmente sensibles a los compuestos amargos.

También es posible que sean más sensibles a las sustancias químicas que los perros y que puedan detectar un mayor número de compuestos amargos.