El Real Madrid y Cristiano, reyes del mundo

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EL MUNDO.- De Milán a Abu Dabi, el Real Madrid de Zinedine Zidane sigue con su trote triunfal, de título en título hasta completar una manita de conquistas que señalan con autoridad al mejor equipo de 2017. Desde aquellos penaltis ante el Atlético, el escudo de La Castellana ha ganado todos los trofeos internacionales que ha disputado, en soberbio pleno. El Mundial de Clubes en los Emiratos le permite abrochar con honores la Duodécima Copa de Europa, el tocado perfecto junto a la Supercopa de Skopje. Allí como aquí, su versión más sólida bastó para cumplir con la faena ante el Gremio sin necesidad de excesos. El Madrid, haciendo caso a Di Stéfano, su genio fundador, no juega las finales, las gana. El sábado llegará el coco (Messi) al Bernabéu, pero hasta entonces, debería el madridismo saborear este nuevo triunfo que prolonga tan dulce ciclo. Un tiempo que nadie debería dar por concluido. No se fíen del Real, que sigue sabiendo morder.

El Gremio le dio la bienvenida a la final con dos patadones de levantar la hierba. Ambos centrales buscaron pierna en Cristiano y Modric en los primeros cinco minutos, criminal el plantillazo de Geromel al portugués. Tras retorcerse, el 7 mostró el arañazo de las botas que le acompañará toda la semana. El árbitro le ahorró la amarilla al defensa se supone que por lo temprano del delito, en la clásica aplicación del reglamento ajustada al reloj, ahora no, luego quizá sí. Los palos avisaron pronto a los blancos de lo que tenían delante, un rival encendido por su entrenador, por la oportunidad histórica y por los más de 5.000 seguidores que se habían gastado una fortuna para llegar hasta Abu Dabi. Para el campeón suramericano, el torneo intercontinental, llámese como se llame, siempre ha sido una lujosa cita, de inmensa trascendencia en su fútbol. El Gremio apretaba en todas las líneas, más preocupado de convertir el partido en un dolor de muelas para el Madrid que en buscar la portería de Keylor. Tenían claro el plan, aguantar de pie todo el tiempo que fuera posible.

Lo consiguieron en la primera parte más por las imprecisiones de Isco, Benzema y Cristiano que por méritos propios, agrupados los brasileños, juntos en el medio, apretando la salida de balón de Casemiro y tratando de bloquear a Carvajal y Marcelo. El primero tuvo la primera buena ocasión, en una volea que enganchó dura pero que Geromel, el del regalo de presentación a CR, sacó casi bajo palos. Tras 20 minutos donde el equipo de Zidane no se encontró, se fue desperezando al son de Luka Modric, que no es mala batuta. Un toque allí, un girito más atrás, un control. El croata se movía entre sombras para dar luz cuando recibía. Carburando él, su Madrid tiene otra cara. Un tiro suyo de zurda hizo respirar de alivio al meta del Gremio.

Comenzaba el mejor rato blanco en la primera parte, con Isco pidiendo pelota y Cristiano muy activo. Tuvo el 1-0 en una cascada de rebotes emanada en Benzema, pero se lió ante el portero, en amago impropio de su rápido gatillo. Carvajal volvió a tirar un poco antes con intención, mientras el Gremio comenzaba a sudar sin aportar nada en ataque. Ramiro era su hombre más fino y Luan, la figura, se atropellaba siempre, algo acelerado. Los brasileños trataban de estirar los parones, sobre todo al sentir el acelerón blanco. Cada pelota por banda la pedían al niño que estaba más lejos, las faltas eran tiempos muertos y los saques del portero largas esperas de hospital.

Fallo de la barrera

El Gremio está considerado en Brasil como el club más argentino de la liga, el más canchero por su influencia geográfica. Sus hinchas cantan las canciones de la Bombonera y su fútbol es pragmático, ganador. Sin embargo, tanta astucia callejera no impidió que Cristiano les colara una falta por en medio de la barrera, en fallo de prebenjamines. A Grohe, la víctima bajo palos, se lo llevaban los demonios. El gol, al comienzo de la primera parte, daba justa ventaja al único equipo interesado en la red contraria. Keylor no había salido en la tele hasta un lejanísimo disparo de falta de Edilson en la primera parte.

Tras reclamar penalti en un choque de Ramos con Ramiro, la pelota llegó hasta Cristiano, detenido en nueva falta. Su duro disparo pasó por una rendija de la barrera antes de botar delante de Grohe. El gol, celebrado como se merece en una final, reventó por completo la caja fuerte del Gremio, despanzurrado de repente, a merced del Madrid, cerquísima del segundo en los minutos posteriores. Tras un tanto anulado al delantero portugués en estupenda jugada colectiva, Modric hizo sonar el poste.

Después de ese tramo de llegadas constantes, el campeón de Europa se templó en el césped, tratando de dejar hacer a su rival, en busca de la contra definitiva. Ni así se apañaba el Gremio con el balón. Otra vez al mando, el Madrid llegó cómodo al área, sin que Benzema acertara en el remate. Zidane le quitó en el 80, para dar foco en la final a Gareth Bale. Sólo el portero brasileño (buenas manos a CR y al galés) mantuvo vivo a su equipo antes de que el campeón del mundo subiera al podio a por su justa corona y sonaran en Abu Dabi todos los himnos del Real Madrid.