William Morales, Santa Claus salvadoreño: “A mí me robaron la niñez, sufrí como no tenés idea”

Fotos cortesía de William Morales

Por Santiago Leiva

Jo, jo, jo Feliz Navidad. Al verlo bajar del helicóptero enfundado en su tradicional traje rojo de Santa Claus y abrazar a los niños con desbordante ternura  resulta poco creíble que William Morales haya vivido una niñez cargada de tanta amargura y sufrimiento, pero así es. Su tormentosa niñez la lleva tatuada en la piel y su corazón aun supura dolor cuando recuerda ese triste episodio. Una cicatriz en la nariz y otra en la mejilla izquierda delatan la crueldad con que fue tratado por su abuela en sus primeros años de vida. William, aún no tenía suficiente uso de razón cuando vio que su madre tomó un bus de la ruta 12 y se marchó de su vida. Su padre ya se había separado de su Mamá, y él junto a sus hermanos menores quedaron bajo el régimen de su abuela.

“Me crie con una abuela, y  a veces me da mucha tristeza recordarlo porque era una señora  que trataba a sus hijos como que era coronel y nosotros que éramos sus nietos recibíamos doble castigo. El maltrato que nos daba era una tortura, eso a mí marcó y hasta ahorita yo no lo he podido superar.”, narra el Santa Claus salvadoreño con  ojos humedecidos y vos entrecortada. William, quien lleva 15 años haciendo el personaje de Sata Claus y presentándose en centros comerciales en tiempo de Navidad, se fugó de la casa a los diez años y se mantuvo errante hasta que una “buena samaritana” se apiadó de él y se convirtió en la madre que nunca tuvo. William se fue a vivir a Apopa, ahí consiguió estudiar hasta noveno grado y dio los primeros pasos artísticos como payaso.

Con el correr del tiempo se convirtió en un reconocido payaso circense y más tarde se talló por obligación el traje de Santa Claus y ya nunca más se lo quiso quitar. Es que para William, ser Santa es un don que Dios le dio, y está convencido que no se viste de Santa sino que es Santa. Me lo dejó muy en claro en el primer contacto que tuvimos para la platicadita. “Hola hijo no me visto de Santa, soy Santa, Feliz Navidad jo, jo, jo”,  respondió en whatsapp.  “Cualquier persona se puede disfrazar de Santa, pero no es Santa. Para ser Santa tienes que sentir esa necesidad de ser Santa y actuar como Santa, porque eres Santa”, dice. No es el único que se ha tomado en serio el trabajo de llevar amor y alegría a la niñez salvadoreña, junto a su esposa Mamá Claus, sus hijas y otros artistas que hacen de duendes conforman la familia Claus y se encargan de llevar diversión y sacar una sonrisa a pequeños y grandes. El jueves pasado junto a Mamá Claus visitó el hospital Siquiátrico y por la tarde recibió y se tomó postales con niños en un centro comercial soyapaneco. William Morales o Santa Claus es nuestro personaje de la semana.

¿Le gustan los niños Santa?

Nunca los he comido hijo, pero me fascinan los niños, son lindos, son la razón de lo que soy, si no hubieran niños no tendría razón de ser. De hecho niños todos somos lo que pasa que nosotros los adultos nos ponemos barreras al privarnos de jugar  chibolas, jugar  muñecas con las niñas, tirarnos al suelo y no debería ser así, no deberíamos de perder ese toque, pero nos ponemos una barrera y nos volvemos como “Grinch” , como amargados. El verdadero amor es disfrutarnos como familia, como Papás disfrutar a los hijos, y como hijos disfrutar a sus Papás. Todos somos niños, la Sagrada Biblia dice: dejad que los niños vengan a mí, pero también dice a las personas adultas, venid a mí con alma de niño.

 

El espíritu navideño se manifiesta en la alegría de un niño cuando estrena o recibe un juguete ¿cuáles son las manifestaciones del espíritu navideño en un adulto?

Mi personaje es muy abierto, mi personaje habla, mi personaje no lo hago por lo que gane,  para mí el mejor regalo  es ver (alegría) en los ojos de las personas adultas. Hay personas que casi lloran, me abrazan y dicen este es el verdadero Santa, y empiezan a jalarme la barba, empiezan a puyarme la panza. A los cipotes de ahora y no se les da atol con el dedo, pero cuando me ven a mí se admiran, se vuelven tiernos y ponen la carita de Navidad y los Papás también. Cuando llegué a Metrocentro Santa Ana, estaban mi esposa y mis hijas ahí, y había una cipota como de 16 o 17 años diciendo: yo no sé para qué me traen a ver esto, solo Santas horribles vienen, no son reales, mejor me hubiera quedado en mi casa. Lo bonito es que cuando yo llegué, dice mi hija que a la muchacha le cambió totalmente el casete. Dijo: ese si es Santa de verdad, hasta lloró y se tomó fotos conmigo.

¿De niño, usted creía en Santa?

Fijáte que mi vida fue bastante dura. Yo fui un niño sufrido sin papá y sin mamá. Me crie con una abuela, y  a veces me da mucha tristeza recordarlo porque era una señora  que trataba a sus hijos como que era coronel y nosotros que éramos sus nietos recibíamos doble castigo. Nos castigaba la abuela y nos castigaban nuestros tíos. A las 4:00 de la mañana ya estábamos pelando plátanos para hacer tostadas de plátano y  pelando yuca para hacer tostadas de yuca. El maltrato que nos daba era más que un maltrato físico, era una tortura, nos torturaba. Me da mucha pena decir esto de mi abuela, pero lo digo porque todavía debe haber padres o abuelos que hacen eso.

Eso a mí marcó y hasta ahorita yo no lo he podido superar. Yo cuando recuerdo esto me da doble tristeza porque a mí me robaron la niñez. Yo sufrí como no tenés idea. A mí me pegaba con el cordón que traían las planchas que hasta venía forrado. Me amarraban de las manos, me colgaban y me daban con eso, me dejaban bien marcado. Una vez me tiraron de un barranco y el dedo chiquito (de la mano derecha) me quedó colgando.  Mi niñez fue dura  yo tenía que vender la guacalada de tostadas de plátanos y si no me iba mal. En una ocasión conocí a una señora en la ENCO, la señora de Parada, a ella le causé mucha lástima porque yo llegué (a vender) con uno zapatos de hule rotos.


¿Ella era maestra?

Maestra o secretaria. Yo tuve la dicha que los vigilantes me dieron permiso de vender ahí, pero cuando entré todos los cipotes me robaron las tostadas. Yo estaba llorando y venía esta señora de Parada. Ella me llevó a la dirección, les conté como era mi vida, les mostré como me habían dejado un día antes y entre todos me recogieron la plata.  Ese día me gustó porque vendí todo,  volví al día siguiente y ella me agarró el guacal y se fue vendiendo grado por grado jajaja.  Para una Navidad, la señora de Parada y las secretarias, me llamaron y me regalaron unos zapatos, ropa,  frijoles y 40.00 colones. Yo llegué a mi casa con zapatos nuevos, calcetines, nuevos, ropa nueva y desde que me vio mi abuela me agarró, me quitó todo y se lo dio a sus hijos. Ese día me dio una que no tenés idea. Me tiró a un barranco y fui a caer  a un montón de láminas y me fregué el dedo,  la nariz, la mejía. Me saqué el aire, me estaba ahogando y ella llegó y todavía me puso un pie en la cara y el otro en la pierna. Yo estaba desnudo y ella comenzó a quemar un guacal, agarró el guacal derritiéndose y me lo comenzó a echar en el estómago. Se me llagó el estómago y las costillas. Gracias a Dios un señor que se llamaba Marquitos vio la situación y se metió. Le dijo que la iba a denunciar y me rescató casi muerto. Yo después de esa paliza que mentalice tanto y me hice tan fuerte que después no me dolía cuando me pegaban. Cuando mis hermanos más pequeños o mis primos hacían algo y les iban a pegar, yo aceptaba la culpa y me hincaba porque ya sabía que a pegarme iban. Yo me echaba la culpa, pero no aguanté mucho tiempo eso y me fui.

 

Triste y dolorosa navidad…

Así fueron mis navidades de niño, yo no tuve el tiempo de ver a Santa Claus, de poder estar en una fiesta navideña.

 

¿Tuvo juguetes?

Nunca. Recibir esos zapatos en Navidad para mí había sido  algo lindo porque solo me compraban zapatos de hule y usados.

 

¿Por qué le pegó su abuela?

Ella lo que manifestó es que yo le estaba robando. Pasé como una semana que no fui a vender porque estaba casi muerto. Cuando volví a ir a vender y la profesora vio eso lloró, lloró mucho, me abrazó y me dijo que le iban a pasar a mí abuela la cantidad que yo vendía a diario mientras me recuperaba. Entonces ella, con los alumnos, todos los días con recolectaba la cuota y se la daban a ella (su abuela).

 

¿Cuánto vendía de tostadas a diario?

En ese tiempo vendía 7.00 colones o 10.00 colones. Te digo esas son cosas que marcan y no lo he podido superar porque me robaron mi niñez.  Ha veces los padres decimos yo lo pongo a las mejores escuelas, pero los marcamos con las actitudes.

 

¿Estudió usted?

No, no logré estudiar. Cuando me pasó todo lo que te cuento tenía ocho años.

 

¿Cómo es que usted termina en las manos de su abuela?

Mi padre se dejó con mi mamá y mi mamá sola con cuatro hijos no encontró que hacer.  Me fue a dejar con mi abuela, y al final terminamos yo y mis tres hermanos con ella.

 

¿Qué pasó con su mamá?

Fijáte que la conocí ya mayor en Apopa, yo solo tenía una imagen (mental) de ella. Yo me fui a huir a los diez años, vagaba en la colonia  Santa Marta, ahí yo jalaba agua y varia gente me daba de comer hasta que ahí alguien se fijó en mí y me dijo: yo conozco una señora que te puede dar donde vivir,  me preguntó si no tenía mamá, le dije que no, y ella me llevó donde la señora Martina Alvarado, Dios en gloria la tenga. Ella tenía 60 años, me vio y se hizo cargo de mí.  Cuando me fui con ella a la Colonia Madre Tierra vi el cambio totalmente. Ella era una señora muy linda, muy bella, muy amorosa. Ella me enseñó a lavar mi ropa, me enseñó  a habla con amor, a respetar con amor, a respetar lo ajeno. Ella me puso a estudiar a los diez años y así fue como pude sacar mi noveno grado. En el primer año que estudie me pasaron de una vez a tercer grado porque fui bien inteligente para eso.

Y comienza a celebrar la Navidad…

Eso sí no, tampoco vi una Navidad, solo escuchaba los cuetes. Ella tenía 60 años y a las 4:00 de la mañana ya estaba de pie, se levantaba  a pelear con los pollos, a barrer y se acostaba temprano.  A las 4:00 de la tarde ya estaba echando llave al portón, a las 5:00 de la tarde tomaba café con pan y a las 6:00 a dormir.

 

¿No lo dejaba salir?

No. En una ocasión, como todo mundo estaba celebrando la Navidad, cuando calculé que ella estaba dormida me salí despacito de mi cuarto, me salté el muro y yo muy contento vi un mortero, lo agarré y cuando lo agarré explotó y me voló la uña. Me metí llorando al cuarto y ella escuchó que yo lloraba. Saliste a la calle me preguntó, le dije que sí, me vio el dedo y se puso a llorar a la par de mí. Me dijo: no es que yo odie la Navidad, lo que yo quiero es que no te pase nada. De ahí comenzó a comprarme estrellitas, pero le costó porque ella no quería que yo me quemara. Me cuidó mucho, de hecho la casa donde vivo fue una herencia de ella.

 

Me contaba que conoció a su mamá ya grande ¿cómo fue ese reencuentro?

Por cosas de la vida, mi madre biológica llegó a vivir como a seis cuadras de donde yo vivía. Ella vendía tostadas, lo que mi abuela le había heredado, y yo me la encontré dos veces, yo la veía a los ojos y ella se me quedaba viendo a mí. Yo tenía una noción de mi madre, de cuando se subió a la ruta 12 de Los Planes de Renderos y nos dejó, yo esa figura no la perdí nunca. La veía idéntica, la diferencia era que era mayor, yo me le quedaba viendo y me daba un sentir como que era mi mamá y le compré un par de veces tostadas. A través del tiempo conocí una persona ahí en Apopa me preguntó sobre mi vida de niño y me dijo que conocía a mi mamá y que sabía dónde vendía. Ella vende tostadas en las gradas del Mercado Central me dijo. Fuimos y cuando llegamos, estaba vendiendo tostadas en las gradas, él la saludo y ella le preguntó que quien era yo. Él le dijo: Es tu hijo. Luego yo le dije todo el sufrimiento que pasé cuando ella nos dejó, ella agachó la cabeza, me dijo perdóname y se puso a llorar. Después yo quise acercarme, pero creo que también ella fue maltratada por mi abuela. Mi madre anduvo metida en la vida nocturna y yo me di cuenta a través del tiempo que no fue nada fácil para ella.

 

Después de la venta de tostadas, cuando se establece en Apopa y crece ¿de qué trabajó?

Siempre me gustó ser payaso, porque era un gen que ya lo traía en la sangre. Mi papá es artista, es comediante, es conocido como Francis, y mis hermanos por parte de papá todos son artistas. Gracias a Dios los hermanos Morales hemos marcado historia a nivel nacional. Estamos “Fofo” Morales, “Kuki Galleta” Morales,  y tu servidor “Risas” Morales. Así que le doy gracias a Dios que aunque sea, automáticamente en el caso mío, algo nos heredó nuestro padre.

 

¿Fofo y Kuki también vivieron con su abuela?

No, ellos ya son de otra generación. Mi papá se fue, conoció a otra esposa y nacieron ellos.

 

¿Conoció usted a su papá?

Sí, un amigo me dijo: querés conocer a tu apá,  él tenía un puesto por el Parque Infantil y fuimos. Llego yo y le digo: ¿Cuánto cuesta esa bicicleta? Y él me dijo cuesta tanto, era muy bueno para vender.

 

¿Qué vendía su papá?

Repuestos, bicicletas, hacían placas para gente fallecida y cositas así. La cosa es que quería venderme la bicicleta bien cara jajaja. Al final mi amigo le dijo: se la vas a vender a él, si le dijo mi papá. ¿sabés quién es él? Le pregunto mi amigo. Él es tu hijo le dijo, es William tu hijo. Se me quedó viendo, respiró profundo, se puso rojo, rojo, bajó la mirada y se puso a llorar. Me abrazó y sentí sentimientos encontrados: sentí rabia, quise salir corriendo, quise abrazarlo…

 

¿Cuándo inicia su carrera de payaso?

En la escuela siempre me metí a los rollos de payaso, pero no sabía que mi familia era de payasos. Empecé yo solo a hacerlo a lo loco cuando estudiaba en la Escuela Vicente Acosta. Ahí empecé a hacer mis primeros pininos. Hacia comedias y obras teatrales.

 

¿Cuál fue su primer nombre de payaso?

Primero me puse “Aspirinita” porque sentía que si la gente andaba molesta o con dolor de cabeza al hacer las locuras que hacíamos le aliviamos el dolor. Luego cuando conozco a mi papá ya era artista y él me llevó al circo de “Cañonazo”. Ahí quien es mi padre artístico se llama Roberto Funes “Cañonazo”, él fue quien me enseñó. Cuando empiezo en el arte con “Cañonazo” conocí a una cipota y me enamoré de ella, tuvimos dos hijas. Ahora ya están grandes y son profesionales gracias a Dios.  Me separé con su mamá, pero ellas me aman y yo las amo mucho, tenemos una muy buena relación y con la mamá de ellas. En ese tiempo yo no tenía un trabajo fijo y me iba a dar funciones a nivel internacional, me iba a Guatemala, Costa Rica, México, Venezuela, Colombia, entonces eso deterioró mi relación y perdí mi hogar.

¿Ella era circense también?

Sí, ella era sobrina de “Cañonazo”, Carmencita era una contorsionista, una de las mejores en el país.

 

¿Qué  hacía usted en el circo?

Payasadas, comedia, imitaciones de Juan Gabriel, Rudi la Escala, Laura León…

 

Entonces se deja con su mujer, pero todo terminó en paz…

Sí, nos separamos.  Pero antes de separarnos le dije: bueno vos te vas a ir mañana para el circo y yo te quiero dar un regalo. Así que nos fuimos para Campos Verdes en Lourdes. Llegamos al primer pasaje, senda uno, Oriente. Valla le dije. Aquí he comprado una casa, acá están las llaves, y ella vio la casa más “feya” y me dijo: esa ha de ser, la cosa es que probó como en tres casas y ya no quiso seguir probando la llave porque la gente salía y decía: sí, que desea y yo me ponía a reír. Como ella era la niña bonita del circo, la hija de papi y mami, la hija del dueño, Daniel Guillén, ya no quería seguir probando. Las vio todas, menos la mejor casa del pasaje que era de dos plantas, cochera y todo. Le digo: ya probaste en esa casa, y ella se me quedo viendo de pie a cabeza y me dice: ummm vos que vas a comprar esa casa, no fregués, vos bromeando estás. Entonces mi hija Marcela dijo déjenme ir a ver, quitó llave y las dos niñas comenzaron a saltar de alegría. Cuando entraron vieron que todo estaba amueblado, todo nuevo. Entonces le dije, yo me voy, voy para Costa Rica y quería darte esta sorpresa.

 

¿Cuando llegó al circo se cambió su nombre artístico?

Sí, ahí me puse  payaso “Dulce” por un tío que decían que era muy bueno. Entonces anduve como “Dulce”, pero este mi tío dejó unos hijos, y una vez encontré a uno y le digo: cuál es tu nombre de payaso, y me dice: “Dulcito”. Le digo: yo soy “Dulce”, yo soy “Dulcito”, me dice. Eso me causó risa. Empezamos a indagar y resultó que éramos primos. Es que nosotros somos una dinastía de payasos.

 

Se cambió nombre otra vez jajaja

Sí, me puse payasos “Risas” y como me dejo la barba ya tengo hasta apellidos. Me llamo “Risas vago vagabundo”.

 

¿Ejerce de payaso todavía?

Sí claro, esa es mi profesión. Amo lo que hago.

 

¿Cuándo descubre que tiene la fisionomía para ser Santa?

Es que no lo descubro, es una necesidad de hacer reír a las personas, de hacerlas sentir bien. Esa es una cualidad, es un don.

 

Pero eso lo logra como payaso…

Sí.

 

¿Cuándo se da cuenta que puede ser Santa?

Es que mirá, cualquier persona se puede disfrazar de Santa, pero no es Santa. Para ser Santa tienes que sentir esa necesidad de ser Santa y actuar como Santa, porque eres Santa, sino es hipocresía y a los niños no se les puede llegar hipócritamente. Yo siempre he dicho que en la vida hay dos clases de artistas: el que trabaja por necesidad, porque tiene hambre y el que trabaja porque tiene necesidad de divertir a las personas. ¿Cómo nace Santa? Yo decía: Santa debe ser hipócrita, como se ponen estos panzones de Santa y ni son Santa.

Siempre criticaba a Santa. Imagínate como empiezo como Santa. Yo en mi elenco artístico como payaso me pedían a Santa y yo tenía Santa. Y yo ponía a otros de Santa y yo me reía y decía estos son grandes hipócritas ni son Santas. Pues un día, llámale castigo de Dios o castigo de Santa jajaja, vamos donde el Padre Vito Guarato y no me llega el Santa. Yo con el traje, bien molesto decía y ahora a quien se lo ponemos. Le digo al payaso que iba conmigo ponételo vos y como era bien sequito no le quedaba, le digo a mi esposa póngaselo usted y me dijo que no. Entonces me convencieron que yo reunía todas las condiciones y me puse el traje. Cuando salí al escenario todo el mundo decía Santa, Santa, Santa y comencé a ver que a los niños les cambiaba el rostro, me miraban con ternura y me empecé a sentir bien. Pero ahí recibí una gran bofetada que me dolió el alma, lloré y siempre que lo recuerdo se me ruedan las lágrimas.

 

¿Qué le pasó?

Había un niño especial en una silla de ruedas, me le acerco y cuando él me agarró y jaló la barba se me cayó. Se puso a llorar y me dice: tú no eres Santa. No paraba de llorar y yo llorando a la par de él,  me fui corriendo al cuarto, nos cambiamos y yo no quería salir. Me sentí avergonzado y me hice una promesa que iba a ser Santa. Me dejé crecer toda la barba y al siguiente año la tenía bien bonita ya como Santa. Me pasé todo el año practicando, caminando, viéndome como una persona mayor. Cuando llegó el día del evento me descoloré todo solo para ese día. Cuando llegué hice las cosas al revés, me puse el traje y me puse la barba postiza encima de mi barba. Llego donde estaba el niño (especial) y le digo: jo jo jo ¿cómo estas amiguito? quiero decirte que hoy soy Santa y estoy muy contento. Él cambiaba la mirada y me decía: tú no eres Santa. Le digo: yo soy Santa y vine porque tú no crees en Santa desde aquella vez, pero si soy Santa, solo estaba probando tu paciencia. Me dice: acércate y veras que no eres Santa, me acerco y me jala la barba, estira la barba postiza y ve que tengo mi barba. Ese niño empezó a moverse y se quería levantar a abrazarme. Me quité la barba, me quité la peluca y quedé de blanco. El niño empezó a llorar, me abrazaba y no me quería soltar. De ahí para allá siempre me esperaba. El niño falleció, pero me lleve ese gran privilegio de poder estar con él como Santa.  Desde ahí lo tomé en serio, desde ahí comprendí que Santa existe. Eso hace como 15 años.

Imagino que cuando los niños se le acercan le piden todo tipo de cosas ¿cuál es el regalo  más especial o curioso que le han pedido?

El año pasado estábamos en Metrocentro de San Salvador y se me acercó un niño de aproximadamente ocho o nueve años  y me dijo: Santa no quiero ser egoísta,  hoy no quiero regalo para mí, solo quiero pedirte algo: ¿vez aquel niño que está allá que no tiene cabello porque tiene leucemia?, es mi hermano, y quiero que le digas papito Dios no se lo lleve. Yo dije: pidámoselo los dos ahorita, cierra tus ojitos, empezamos a orar y él empezó a repetir lo que yo decía. Yo tenía el alma partida. Esas son cosas que impactan y duelen porque ahí ya es cosa de Dios,  uno lo que lleva es amor, pero primero Dios nos haya escuchado, porque él si sana.

 

Santa es quien siempre da los regalos ¿a Santa que le gusta recibir?

Fijáte que es bien extraño y eso es lo que mi esposa, Mamá Claus me dice. Ella me dice: nosotros nos preocupamos por toda la gente, pero nadie se preocupa por nosotros, pero yo le digo que somos felices haciendo lo que hacemos. El ver a los niños felices, el ver a las personas felices es mi mayor regalo moral y espiritualmente. A mí, Dios me va poniendo todo para mi personaje, un día de estos le digo: Señor andar a pie como Santa es bonito, andar en helicóptero es bonito, pero no es como que Santa llegara en su carro clásico y Dios me lo dio. Para él otro año tendré mi carruaje, es un carro clásico que le va dar más realce a mi personaje.

 

¿Cómo es un diciembre para la familia Claus?

Pesadísimo, mucho trabajo, pero riquísimo. Somos ricos sin fortuna. Somos ricos sin fortuna porque hacemos felices a mucha gente. Hacemos sentir bien a mucha gente y es una gran felicidad para nosotros. Te lo digo con el corazón en la mano. Le agradezco mucho a Dios por darme ese don soy rico sin fortuna. Hay muchos ricos que podrán tener muchísimo dinero, pero no son felices y lo peor ni hacen felices a las demás personas. Santa me ha abierto muchas  puertas, he conocido muchas personas que como payaso también lo habría logrado, pero me habría costado más.