Conoce el increíble destino de las flores de la boda del príncipe Harry y Meghan Markle

Agencias

La boda real ha dado mucho de qué hablar, especialmente por los detalles que han roto un poco con la tradición de la casa real inglesa, como que Meghan no le juró obediencia a Harry en sus votos. Pero un nuevo detalle de los novios ha salido a la luz y nos ha encantado: todas las flores de la boda fueron donadas a beneficencias.

El domingo 20 de mayo, un día después de la boda entre el príncipe Harry y Meghan Markle, varias beneficencias comenzaron a recibir ramos de flores. Todas fueron parte de la boda.

Entre quienes las recibieron está el St. Joseph Hospice, que no dudó en compartir en redes sociales el gesto de los novios.

“Hoy recibimos un envío muy especial. Hermosos ramos hechos con las flores de la boda real, que entregamos a nuestros pacientes”, escribió el hospicio en su página de Facebook. “Muchas gracias a ustedes Harry y Meghan y a la florista Philippa Craddock. Nuestro hospicio se ve y huele delicioso. Un gesto encantador” agregaron junto a la imagen de una de sus pacientes.

Los ramos incluyeron las rosas blancas de jardín, peonias, dedaleras, ramas de haya, abedul y carpe.

Cabe destacar que las rosas blancas de jardín que tan bien engalanaron la fachada de la abadía de Westminster eran las favoritas de la difunta princesa Diana. Sin duda, este gesto de compartir alegría con los más necesitados es otra forma de honrarla.

El ramo de novia fue pequeño y sencillo, pero también estaba plagado de significado. Las mayoría de sus flores fueron cortadas por el mismo Harry, del jardín privado de ambos en el palacio de Kensingston, según recoge el portal Harper’s Bazaar. Entre ellas había guisantes de olor, astilbes, jazmines, astrantias, y nomeolvides (también favoritas de Diana).

Pero además contaba con ramas de mirto, una tradición de la familia real. Estas son retoños del mismo mirto con el que se adornó el ramo de la reina Isabel para su boda en 1947.

Tras la ceremonia religiosa, Meghan siguió otra tradición que data desde 1923: depositarlo en la tumba del soldado desconocido en la abadía de Westminster.