Agencias
La guerra total entre EE.UU. y China en sus relaciones comerciales está declarada. Solo hay que ver el documento publicado la noche del martes por la Oficina del Representante Comercial de EE.UU., en el que se proponen nuevos aranceles comerciales a China. Son más de 200 páginas que detallan miles de artículos chinos que se verán afectados por la medida. Incluyen productos agrícolas, cosméticos, tecnología, electrodomésticos, textiles, suministros, maquinaria, recambios de vehículos.
En la guerra comercial entre ambos países, Donald Trump ha sacado los tanques. Su última medida supone imponer aranceles del 10% a importaciones chinas por valor de 200.000 millones de dólares. La decisión supone una escalada formidable en las tensiones comerciales. Después de meses de negociaciones, de visitas mutuas entre Trump y su homólogo chino, Xi Jinping, de juegos de intimidaciones y buenas palabras, EE.UU. materializó su primera medida de envergadura el pasado viernes, con la entrada en vigor de aranceles a productos chinos por valor de 34.000 millones de dólares y con una propuesta para otros 16.000 millones.
China siempre advirtió que respondería con las mismas armas si era castigado con nuevas barreras e impuso aranceles y propuestas por las mismas cantidades. Trump también advirtió que si Pekín hacía buenas sus amenazas de represalias, volvería con más ataques. Llegó a decir que podría subir su apuesta hasta los 500.000 millones de dólares, cerca del total del valor de las importaciones anuales de EE.UU. de productos chinos.
Con la decisión de esta semana, Trump ha cumplido. Por el momento, es una propuesta de aranceles que se somete a la opinión pública -un proceso habitual en la aprobación de normas en EE.UU.-, pero nadie duda de que, cuando concluya ese periodo, en dos meses, podría materializarse.
China respondió ayer con amenazas de nuevas represalias. El problema es que le queda poca munición. Las importaciones anuales de productos estadounidenses son de 135.000 millones de dólares, así que no podría responder con la misma amplitud. El Ministerio de Asuntos Exteriores aseguró que su Gobierno está «sorprendido» por la medida estadounidense, que calificó de «inaceptable». No dio detalles, pero aseguró que responderá con «medidas cualitativas». Según ‘The Wall Street Journal’, Pekín se plantea bloquear la aprobación de licencias a compañías estadounidenses, retrasos en operaciones empresariales o aumentar las inspecciones a los productos que llegan a su país.
El panorama es ahora distinto. El republicano Orrin Hatch, que preside el Comité Financiero del Senado, calificó la propuesta de «temeraria». La Cámara de Comercio de EE.UU. criticó que la nueva imposición «aumentará el coste de productos cotidianos para las familias estadounidenses, agricultores, ganaderos, trabajadores y creadores de empleo. Además, provocará represalias, lo que perjudicará todavía más a los trabajadores estadounidenses».
Trump, que se encuentra en Bruselas en la cumbre de la OTAN, trató de tranquilizar a los agricultores y les prometió que su situación mejorará aunque advirtió que «no va a ocurrir rápido».