Agencias
No fue fácil capturar al Chapo Guzmán y no lo está siendo su cita con la justicia estadounidense. Los juzgados federales de Brooklyn son el escenario de un macrojuicio que ha colapsado el centro administrativo del distrito neoyorquino y lo seguirá haciendo las próxima semanas. Las exigencias de seguridad de un acusado que se escapó dos veces de cárceles mexicanas -una de ellas de alta seguridad- y controló un ejército de narcos en las montañas mexicanas de Sierra Madre son altísimas.
Casi más difícil que organizar la seguridad del juicio ha sido encontrar a los jurados que decidirán sobre la suerte del Chapo. Cogan ha entrevistado a docenas de candidatos la semana pasada. Los razones para no ser jurado han ido de lo sustancial a lo cómico: había candidatos que aseguraban tener miedo a que el cartel de Sinaloa tomara represalias con ellos o sus familias; otros fueron desechados por se demasiado reconocibles -había, por ejemplo, un imitador de Michael Jackson- o por ser demasiado imparciales, como quien dijo que quería un autógrafo del narco.
Hubo un jurado que el pasado miércoles rompió a llorar cuando se enteré que había seleccionado. En otro de los episodios estrafalarios del juicio, el Chapo prometió a través de uno de sus abogados que no mataría a ningún jurado.
El Chapo se enfrenta a partir del martes a 17 cargos, que le podrían suponer la pena de cadena perpetua. Su mayor enemigo podría no estar en la fiscalía, sino entre los testigos. Esta semana se ha sabido que uno de sus lugartenientes, Vicente Zambada, detenido en Chicago, ha decidido declararse culpable y colaborar con la justicia a cambio de protección para él y su familia.