Veracruz retira buses para llevar a migrantes a la capital

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AYULA, México (AP) — Miles de migrantes centroamericanos que viajaban en una caravana por el sur de México vieron el viernes como sus esperanzas de llegar a la capital el sábado se desvanecían luego de que el gobernador del estado de Veracruz retiró el ofrecimiento de llevarlos hasta allí en bus.

El gobernador Miguel Ángel Yunes anunció el viernes en la noche que las autoridades de Veracruz ofrecerían no solo ayuda humanitaria sino autocares hasta la Ciudad de México tras tres semanas caminando por largas carreteras y tomando cualquier tipo de transporte para llegar al estado costero.

“Es muy importante que puedan moverse pronto de Veracruz hacia otro lugar”, dijo Yunes en un mensaje en video. “Por eso les ofrecimos también transporte para que si es posible el día de mañana 3 de noviembre puedan trasladarse a la Ciudad de México o al lugar que ellos deseen”.

Los organizadores de la caravana anunciaron a sus aproximadamente 4.000 participantes que saldrían de la localidad de Sayula alrededor de las 5:00 de la mañana del sábado en convoys de 10 autocares para un viaje de entre 10 y 12 horas.

Pero casi inmediatamente después, Yunes publicó otro video en que explicaba que debido a que el sistema de aguas de Ciudad de México realizaba tareas de mantenimiento y siete millones de sus habitantes no tendrían agua potable durante el fin de semana, no sería correcto enviar a los migrantes en esas condiciones. Estas obras se conocían desde hacía semanas.

En su lugar, Yunes se ofreció trasladar a los migrantes a otra ciudad de Veracruz hasta que se solucione el problema en la capital.

Los migrantes se mostraron sorprendidos y decepcionados por la decisión y no estuvo claro de inmediato qué harían el sábado.

Osman Quiroz, un migrante de 21 años, dijo que era una noticia “desagradable” ya que la gente estaba feliz y creía que se “manipuló y jugó” con sus sentimientos.

En un comunicado, los organizadores de la caravana rechazaron la decisión del gobernador y le pidieron que cumpla su propuesta de poner buses hasta la capital.

La oferta de Veracruz se produjo días después de que el gobierno mexicano ignorase una petición similar de la caravana a su paso por Juchitán, en Oaxaca.

Antes el viernes, un tercer grupo de migrantes, en este caso de El Salvador, vadearon el río Suchiate para entrar en México, entre 1.000 y 1.500 personas más que también quiere llegar a la frontera de Estados Unidos.

El contingente intentó ingresar al país cruzando el puente internacional que separa Guatemala y México, pero las autoridades mexicanas les explicaron que debían mostrar sus pasaportes y visas y entrar en grupos de 50 personas para ser procesados.

Ante la preocupación por una posible deportación, los salvadoreños dieron la vuelta y cruzaron por un tramo poco profundo del río. Aunque la policía estaba presente en el lugar, no intentaron frenar a los migrantes, que más tarde caminaban por una carretera hasta la primera ciudad importante, Tapachula.

México se enfrenta ahora a una situación sin precedentes con tres caravanas circulando por un tramo de más de 500 kilómetros (300 millas) en los estados sureños de Chiapas y Oaxaca, con un total estimado de 6.000 migrantes. El primer grupo, el de mayor tamaño y que está compuesto principalmente por hondureños, ingresó al país el 19 de octubre.

Aunque la primera caravana llegó a tener 7.000 integrantes, su tamaño se ha reducido significativamente. Es difícil contabilizar su tamaño exacto ya que sus miembros se dispersan por carreteras y pequeñas localidades.

El segundo contingente, que también tendría entre 1.000 y 1.500 personas, llegó a principios de semana y está en Mapastepec, Chiapas. En este grupo hay hondureños, salvadoreños y algunos guatemaltecos. Además, el gobierno identificó una cuarta caravana con apenas 300 centroamericanos que va por delante y está ya en Veracruz.

La duda es cuántos migrantes lograrán su objetivo: 20 días de calor abrasador, caminatas interminables, frío, lluvia y enfermedades, se han cobrado su precio. El departamento de Interior mexicano dijo que casi 3.000 migrantes de la primera caravana solicitaron protección en México y cientos más regresaron a sus países.

Los migrantes completaron un agotador tramo de 65 kilómetros (40 millas) desde Juchitán, en Oaxaca, el jueves al no poder conseguir el transporte en bus que ansiaban. El viernes, los viajes a dedo les permitieron llegar antes de lo previsto a su destino, Donají, y algunos fueron más al norte hasta Sayula.

Agentes de inmigración y policías han estado controlando los extremos de las dos primeras caravanas.

Un funcionario federal que no tenía autorización para dar su nombre dijo que 153 migrantes del segundo grupo fueron detenidos durante inspecciones en carreteras del estado sureño de Chiapas el miércoles, a poca distancia de la frontera con Guatemala.

Sobre el primer contingente también hubo presión: la policía federal detuvo a camiones de carga y obligó a los migrantes a descender por considerar peligroso que fueran colgados de los costados o de la parte superior de los camiones.

En otros puntos a lo largo de la ruta la policía obligó a las camionetas pick up sobrecargadas a dejar a los migrantes. En jornadas anteriores se ordenó a las camionetas de pasajeros que dejasen de colaborar.

En respuesta a las caravanas, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ordenó el envío de soldados a la frontera con México: más de 7.000 soldados en activo a Texas, Arizona y California.

El mandatario señaló que dijo a los soldados movilizados en la frontera suroeste que si se enfrentan a migrantes que les lanzan piedras, deberían reaccionar como si éstas fueran “rifles”. Trump planea firmar una orden la próxima semana que podría derivar en detenciones a gran escala de migrantes que crucen la frontera sur y prohibir que quien sea descubierto ingresando de forma ilegal pueda solicitar asilo.

Aunque algunos migrantes se enfrentaron a la policía mexicana en un puente en la frontera con Guatemala, la mayoría de los integrantes de las caravanas son pacíficos y dicen huir de la violencia y la pobreza en sus países de origen.

“Nosotros no somos asesinos”, apuntó Stephany López, una salvadoreña de 21 años que viaja en el primer grupo.