Adriana, una salvadoreña que quiere dejar huella

 “La perseverancia es la base de todas las acciones”.  Lao Tse

Lenny Castro

Adriana, es una joven santaneca quien a su corta edad ha comprendido que no es posible alcanzar el éxito sin el esfuerzo, es por ello que desde antes de migrar a los Estados Unidos; país donde reside junto a su familia desde el 2017, ha estado allanando el camino para alcanzar sus sueños.

Su principal objetivo, ser médico siquiatra graduada de Holy Names University o de UC Berkeley.

Adriana Alejandra Mejía López, apenas llegará a los 17 años y es una soñadora. Al hablar con ella su madurez es lo primero que salta a la vista y uno nota que es una mujer joven que tiene todo el potencial de alcanzar lo que se proponga.

Actualmente cursa el grado 11 en la “High School” o el bachillerato en  “Oakland International High School” donde ha sobresalido tanto por sus notas que la han llevado a estar en el cuadro de honor constantemente, también su entrega a la comunidad latina.

Una muestra de su trabajo es que después de la escuela ha decidido dar parte de su tiempo – los lunes por la tarde –  para dar tutoría  a los jóvenes recién llegados a Estados Unidos que hablan español y no han alcanzado el nivel de inglés necesario requerido para el grado que están cursando.

Su trabajo es apoyarlos con las tareas hasta que se normalicen y no necesiten más de ella. Desde su punto de vista es una forma de devolver a la sociedad  todo lo bueno que ella ha recibido desde su llegada a los Estados Unidos.

Ella se reconoce como una chica que tuvo una oportunidad y la aprovechó, pero no siempre fue así en su vida, tanto para ella como para su familia los eternos compañeros son los sacrificios y la perseverancia, si quieren concretar sus metas.

Adriana no quiere ser una cifra más de personas que migraron, ella quiere ser un ente de  cambio, quiere marcar una diferencia en su entorno. Posiblemente sus circunstancias de dejar el país han sido similares a la de tantos migrantes, pero todo lo que logre de aquí en adelante marcará la diferencia.

Recuerda que cuando sus padres tomaron la decisión de dejar El Salvador, fue para buscar un lugar seguro y al mismo tiempo darles otras oportunidades a ella y a sus hermanos. En su memoria está claro cómo vivían, era casi como estar preso, de la casa a la escuela y de la escuela a la casa. No salían por miedo a la situación de inseguridad que atraviesa el país.

“Entre más cerca era la escuela era mejor, porque se tenía que viajar menos. En cambio acá han cambiado las cosas, viajamos con seguridad que no nos pasará nada”. Explicó.

Cambio y desafíos

Adriana, hoy se siente segura y camina libre por las calles, sabe que en su actual hogar al igual que distintas partes del mundo hay peligros pero reconoce que no es una sombra constante sobre sus hombros. Cuenta que al principio el cambio de vida y de hogar fue un impacto enorme el cual estaba precedido de miedo al presente y al futuro.

Todo pasó muy rápido, su padre había viajado primero por motivos de trabajo y casi un año después regresó a traer a toda la familia, a partir de ese momento todo fue un abrir y cerrar de ojos. La imagen que tiene presente y que nunca se va de su memoria es ella abrazando a su tío y los llantos al fondo de su abuela.

A su carga emocional se le sumó el miedo a expresarse, a su mente acuden los recuerdos de sus primeros meses en el nuevo hogar, cuando había días en que terminaba con su garganta seca porque no había emitido ninguna palabra en toda su jornada de clase.

“Fue muy difícil para mí porque entendía el lenguaje pero lo entendía muy básicamente, me costaba mucho expresar mis ideas con mis compañeros…Me costó mucho comunicarme con ellos y pase muchos días en la escuela sola”. Aseguró.

La adaptación para Adriana, al igual que para muchos niños migrantes, fue un reto social, afectivo y sicológico. Ella reconoce que no solo cargaba con la presión del cambio, también sentía dolor y abandono por el año previo que su padre estuvo ausente y en cual nació su hermano menor.

Un tiempo después de haber viajado recibieron la noticia de que su abuela había fallecido y no podían viajar.

La combinación de sentimientos y los cuestionamientos de si la separación valía la pena era una constante, sin embargo fue el amor fraternal el que la ayudó a salir adelante. La cercanía con su madre aumentó. “Ella fue un gran pilar para toda la familia, igual mi padre”. Reconoció Adriana.

“Me costó mucho reconocer la gran oportunidad que era venir a Estados Unidos, pero al final logré entenderlo”. Explicó.

Fue en este proceso donde aprendieron que la familia y la comunidad son claves  para poder superar los obstáculos.

Esta joven salvadoreña reconoce que la combinación de familia y comunidad han sido un componente clave para la adaptación, y lo explica de forma muy sencilla en sus propias palabras  “Cuando me cambié de escuela, Oakland International High School, habían muchas personas que se parecían a mí. Personas que hablaban el mismo idioma que yo, maestros que estaban dispuestos a apoyarme a pesar de no entender mi cultura o mi idioma. Eso es muy importante, sentirte bienvenido”.

 

El futuro

Adriana, tiene todas las cartas de su parte para pasar al siguiente nivel en busca de una mejor calidad de vida, cursar estudios superiores y ayudar a otros migrantes.

Con sus promedios sobresalientes, el manejo del inglés como segunda lengua y su trabajo constante en programas comunitarios y de liderazgo (tales como Vision Project, National Memorial for Peace and Justice in Montgomery, Alabama) ha preparado el camino para lograrlo.

Ahora solo tiene que finalizar el bachillerato y encontrar un programa o beca que le permita acceder a la universidad y superar un obstáculo más, el posible retorno de su familia a El Salvador.

Al padre de Adriana se le termina muy pronto su contrato de trabajo, así que Adriana tendrá que tomar otra decisión en torno a este tema. Ella confía en que pronto encontrará un camino legal que le permita continuar consolidando sus metas en Estados Unidos.

Su principal objetivo hoy por hoy es finalizar la escuela, a largo plazo se ve siendo una médico siquiatra, ella ve en dicha profesión una forma de ayudar a otros migrantes que sufren por estar lejos de su hogar.

En una entrevista anterior para el San Francisco Chronicle, Adriana declaró que en su vida han existido muchos desafíos que la hicieron tener problemas emocionales, entre ellos la migración,  es sobre esa base que quiere ayudar a otras personas.

La valentía de reconocer que el proceso de adaptación, para un niño o adulto,  a un nuevo entorno es traumático y de esa experiencia hacer algo constructivo es un hecho que merece reconocimiento.

“Quiero ofrecer terapias para refugiados o persona inmigrantes que ha pasado por la dificultad  de pasar la frontera. Me gustaría ayudar a la comunidad de esa manera”. Explicó.

Otro paso que acerca más a Adriana a su meta es el que iniciará el próximo 10 de junio, ha logrado que le permitan realizar una pasantía en el Highland Hospital de Oakland, para conocer de primera mano la profesión a la que se quiere dedicar.

Además gracias a sus promedios, la escuela le ha permitido ser parte de un programa de jóvenes que adicionalmente pueden tomar materias avanzadas que le darán créditos para la universidad que ella decida ir.

En cuanto al inglés, continúa estudiándolo, ya que quiere perfeccionarlo al cien por ciento.

Con el apoyo de su familia y con la plena confianza en lo que ella es capaz de lograr, Adriana se ve en 10 años como una profesional, trabajando en un hospital y como un pilar para su familia.

“Me gustaría poder ser capaz de devolverles a mi padres lo que ellos han hecho por mí…” Puntualizó.

Acá puedes ver una entrevista hecha a Adriana para el programa Vision: https://vimeo.com/254226793