Evo Morales, de la choza de adobe al palacio presidencial de 29 pisos

Redacción

Con el récord de ser el presidente boliviano con más años en el poder, Evo Morales intentará ganar un cuarto mandato para seguir con una historia llena de paradojas, desde su nacimiento en una choza hasta el nuevo palacio presidencial.

Evo Morales nació el 26 de octubre de 1959 en la comunidad Isallavi, cerca del pueblo de Orinoca, a 430 kilómetros al sur de La Paz, en esa choza que sigue en pie como un testimonio de la condición humilde y la extrema pobreza que rodeó la vida de la familia del mandatario, cuyos padres fueron Dionisio Morales y María Ayma.

La pequeña casa está cerrada y solo pueden abrirla los dos hermanos del gobernante, pero llegar hasta allá se facilita porque hay una carretera asfaltada y carteles que señalan su ubicación en esa zona altiplánica, a 3.800 metros sobre el mar, con una escasa población campesina dedicada a la agricultura y a la crianza de camélidos y ovejas.

Eran tan difíciles las condiciones de vida en la familia de Dionisio y María que murieron tres hijos varones y después una niña. A la pobreza, sobrevivieron Esther, Evo y Hugo.

El líder político llegó al mundo tras un difícil parto que casi le cuesta la vida a él y a su madre, que sufría una hemorragia, según relató a France 24 la hermana mayor del mandatario, Esther Morales, testigo del alumbramiento siendo una niña.

«Casi muere al nacer (…) Yo estoy viendo al nacer, por poquito una abuelita ha salvado. Si no hubiera sido por esa abuela, no hubiera vivido ni mi madre, ni mi hermano presidente hubiera habido», recuerda Esther Morales, en la pausa de la campaña que realiza para el mandatario en la ciudad andina de Oruro.

La mujer precisa que el peculiar nombre de Evo es una reducción de Evaristo, que figuraba en el Almanaque Bristol para la fecha del 26 de octubre y afirma que nadie en la familia imaginaba que ese niño pastor de ovejas llegaría a ser presidente.

Morales es hoy amado hasta el culto por sus seguidores, que son menos que cuando asumió el poder en 2006, pero también rechazado por sus detractores, que lo acusan de ser un autoritario aferrado al poder que va camino de una dictadura por irrespetar la Constitución que fija el límite de dos mandatos consecutivos presidenciales.

Esther Morales dice que sufre mucho y no tiene tranquilidad al escuchar cómo critican a su hermano, algo que atribuye a las supuestas conductas racistas de los opositores.

En Orinoca muchas de sus calles siguen siendo de tierra e irregulares y las casas de adobes o ladrillos tienen pequeños corrales de piedras, pero en el lugar más alto del pequeño pueblo está un gran museo moderno en el que el Estado invirtió 7 millones de dólares y que tiene al gobernante como su figura central.

Se trata del Museo de la Revolución Democrática y Cultural inaugurado en 2017 que recibe muy pocas visitas por la distancia a la que se encuentra, pese a ser atractivo porque tiene tres bloques con formas que representan a una llama, un puma y a un quirquincho y contiene piezas de la cultura y la historia de los indígenas bolivianos.

En la sala dedicada a Morales, son llamativos los zapatos y las abarcas que supuestamente usó el mandatario de niño, junto con una radio vieja, una trompeta, una pelota de su niñez y una estatua de tamaño natural del mandatario.

También están los trajes indígenas usados por Morales para jurar como líder indio en las ruinas ancestrales de Tiahuanaco, coloridos ponchos, gorros, sombreros, máscaras y los báculos de poder que le obsequiaron en diferentes regiones del país.

Es también curiosa una sección dedicada a las camisetas que los astros del fútbol mundial le obsequiaron al mandatario, entre ellos Ronaldo y Del Piero.

La construcción del museo le ha granjeado al mandatario críticas por una inversión pública tan alta en un lugar tan distante y porque fomenta el culto a sí mismo.

La transformación política y personal de Morales ha sido cuestionada por personalidades de la izquierda como Loyola Guzmán, exmilitante de la guerrilla de Ernesto ‘Che’ Guevara que fracasó en Bolivia en 1967, y que hoy es candidata a diputada en La Paz por la fuerza opositora Comunidad Ciudadana, del expresidente Carlos Mesa.

«¿Dónde está el Evo que prometía un cambio en este país, que prometía respetar la naturaleza, que prometía incluir a los pueblos indígenas que habían sido excluidos?», cuestionó la militante izquierdista en declaraciones a France 24.

Guzmán señaló que una muestra de ese cambio del mandatario fue la construcción de la nueva sede de la Presidencia, con 29 plantas y un helipuerto, que permite a Morales movilizarse en helicópteros en La Paz, una ciudad más bien pequeña.

«Ha construido, destruyendo el centro histórico de La Paz, esa Casa Grande del Pueblo», apuntó la militante izquierdista sobre el edificio presidencial que costó 34,6 millones de dólares y consta con un gimnasio y sauna privados.

Del presidente que en 2006 «se puso el poncho indígena para defender a la Madre Tierra», agregó, en la práctica quedan «contradicciones» como la insistencia en partir en dos el parque nacional Tipnis con una carretera y recordó la represión a los indígenas que marcharon para defender a esa reserva en 2011.

«Hemos visto también su incapacidad de diálogo», dijo al recordar que hace un tiempo rechazó conversar con discapacitados que reclamaba atención a sus demandas.

«Esas son muestras de un Gobierno autoritario con graves características para llegar a una dictadura», remarcó Guzmán.

Morales lidera las encuestas con vistas a los comicios del próximo octubre, aunque varias encuestas pronostican una segunda vuelta que eventualmente podría costarle el poder.