EFE
El iraní Mohsen Rezai, uno de los imputados por la Justicia argentina por el atentado de 1994 contra la mutua judía AMIA de Buenos Aires, que dejó 85 muertos y sigue impune, no fue el único personaje polémico que participó el lunes en la toma de posesión del presidente de Nicaragua, Daniel Ortega, y por lo que protestó Argentina.
En la ceremonia de investidura de Ortega y de su esposa, la vicepresidenta Rosario Murillo, también estuvieron los expresidentes salvadoreños nacionalizados nicaragüenses Mauricio Funes y Salvador Sánchez Cerén, ambos acusados de corrupción en su país.
Además, el mandatario saliente de Honduras, Juan Orlando Hernández, cuyos dos períodos en el poder estuvieron salpicados por denuncias y acusaciones de corrupción y nexos con el narcotráfico, y que, cuando fue presentado como uno de los invitados, recibió abucheos y gritos de “¡fuera, JOH”.
Asimismo, el presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, por quien el Gobierno de Estados Unidos ha ofrecido 15 millones de dólares por cualquier información que lleve a su captura.
También acudió el canciller del Gobierno del expresidente Rafael Correa en Ecuador, Ricardo Patiño, quien fue acusado de instigar a la violencia durante el Gobierno del expresidente Lenín Moreno, y contra quien pesaba una orden de prisión.
¿Ortega perdió a su aliado?
Argentina fue el primer país en expresar su “más enérgica condena” por la presencia del iraní Mohsen Rezai, quien es vicepresidente de Asuntos Económicos de Irán, y su presencia en Managua constituye para el Gobierno de Alberto Fernández “una afrenta a la Justicia argentina y a las víctimas del brutal atentado terrorista contra la Asociación Mutual Israelita Argentina.