(EFE).- Si hay un artista en el mundo capaz de calentar las notas musicales, con permiso de Ricky Martin, ese es Chayanne, una de esas voces y cuerpos privilegiados, nacidos para actuar en directo, por mucho que venda millones de discos en todo el orbe.
Era, y no por casualidad, una de las estrellas del cartel de este año del Icónica Santalucía Sevilla Fest. Hace cinco años a alguien se le ocurrió que Sevilla podía tener un festival de música en vivo que compitiese con cualquiera del mundo. Cinco años después, Chayanne ha hecho de este festival su santo y seña en su agenda de regreso a España. El mundo es de los visionarios, al fin y al cabo.
Chayanne ha conquistado Sevilla. Su concierto es de esos que nada más arrancar ya se sabe que van por buen camino. Su impresionante montaje musical está apoyado por tres pantallas propias más las dos verticales del festival, y cuando suena la música de entrada, él aparece en una pasarela que asciende a lo más alto del escenario.
Comienzan a sonar las primeras notas de ‘Bailemos otra vez’ y Chayanne empieza a hacer de Chayanne. Será por esa conexión especial que tienen los latinoamericanos con España (y viceversa), será porque los graves y agudos de la garganta de Chayanne los maneja con la soltura de Juan Diego Flórez (con permiso del peruano), o será porque sus caderas parecen moverse a 360 grados como la cabeza de un búho, pero lo del portorriqueño es debate aparte en el mundo de la música en directo.
“Qué bonito, mi gente, qué placer tan grande estar aquí en Sevilla”, saluda desde el escenario ya desprovisto de la chaqueta con la que ha cantado las tres primeras canciones. Es verdad que la noche sevillana volvió a ser primaveral este domingo tras una semana de Caribe andaluz, pero esa chaqueta no era buena compañera “en esta tierra tan maravillosa, Andalucía, en la que tienen todo”. San Fernando conquistó otra vez.