Renacho Melgar, pintor: “El cáncer hizo metástasis con mi forma de pintar”

Por Santiago Leiva
La ciudad no luce su mejor gala, su mejor  traje, pero tapizada de basura, sitiada por las pandillas y trabajadoras del sexo presenta el mejor escenario para que Renacho Melgar, pincel en mano, la embellezca y la pinte de múltiples colores.
Nacido en cuna humilde y criado en barrios y colonias populosas, Óscar René Melgar, como quedó registrado en su DUI, tuvo durante su niñez y adolescencia un habitad ideal para cruzar la línea entre el bien y el mal. Fue atraído incluso por las fuerzas del mal, pero decidió empuñar un pincel en lugar de un arma y disparar pintura sobre papel y lienzos. Papel y lápiz y por su puesto las chancletas y el cincho de Doña María de los Ángeles Portillo, su madre, impidieron que se cuajara en Renacho Melgar el pandillero que lo habitaba.
“Mi Mamá aparte de ser mis alas fue mi ancla. Mi Mamá es como la llave para salir de esa sociedad que te exige delinquir” dice Renancho. Pero la historia de este artista salvadoreño no termina acá, a sus 25 años también se vio marcado por un gigante tumor cancerígeno en el seno paranasal y eso también le dio un nuevo giro a su vida.
Hoy, como su pintura ve la vida de otro color y disfruta con mayor pasión y conciencia social lo que hace. Renacho se define, más que artista, como un proletariado de la plástica y afirma que es responsabilidad de todos hacer un rostro nuevo de El Salvador.
“La sociedad está enferma pero nosotros los poetas, los teatreros, los músicos, los pintores, los dibujantes, somos la verdadera herramienta de cambio. No es un partido político, no es el estado”, argumenta.
Actualmente Renacho se encuentra en Ecuador donde en los últimos cuatro meses ha pintado un mural para el festival HABITAT III,  y ha montado tres exposiciones de pintura. También trabaja en una nueva exposición para este mes, diseña un mural para el Museo de Artes Modernos de Cuenca,  y además una editorial colombiana realiza para 2017 un calendario 2017 con su obra, y una cervecería ecuatoriana produce una serie de botellas pintadas a mano por él. Bebe café todos los días, y eso hacía precisamente la tarde que nos echamos la platicadita.
 
 
Leí por ahí que durante tu adolescencia te llamaban mucho la atención las letras y los números y al final decides por la pintura, ¿Cómo fue ese episodio?
Mirá, lo que pasa es que me crié en Ciudad Delgado y soy de la generación del 80;  quiere decir que me vi en el ojo del huracán cuando se estaban conformando ambas pandillas. Era muy común cuando estudiaba que los chicos, que mis compañeros, llevaran armas, llevaran granadas y que hablaran de la guerra. Pero cuando te digo la guerra, te hablo de la guerra entre pandillas, de la guerra silenciosa que vivimos todavía los salvadoreños. Entonces digamos que por presión social, por ser adolescente y por todo lo que implica pertenecer a un grupo en ese momento yo quería ser parte de algo.
Recuerdo que de chiquito oía hablar de la mara Gallo que bailaban  “Breake” y que andaban de barrio en barrio bailando. No era un sentido de la violencia como la que vive nuestro país hasta el día de hoy. Entonces sí quería ser parte porque cuando yo estudiaba era un nivel de estatus de valor de todo ese tipo de cosas que implica la inocencia. Muchos de los niños que son reclutados entran ahí porque están solos, y mi madre es una sindicalista trabajadora y tenía que dejarme solo en la casa con la muchacha que me cuidaba. Cuando yo tenía como diez años nació mi hermano y ella estaba más pendiente de mi hermano y yo salía a vagar.
He sido un chico muy inquieto y me conocí todo Ciudad Delgado con eso te digo todo. Andaba para arriba y para abajo con hondillas, me gustaba barreanquear. Pero ya en 1993 con el fenómeno de la migración se comenzó a formar otro nivel de pandillas, porque ahora para mí las pandillas son un ejército pero en ese entonces era como ser parte de algo, era como ser parte de un equipo de fútbol, no me imaginaba que iban a llegar a los niveles de violencia como los que están ahora.
 
Había algo que te jalará al lado oscuro, querías ser popular, evitar el bulling, atraer muchachas o ser respetado ¿qué te seducía?
Solo ser parte de algo. Creo que los salvadoreños que hemos sido tan negados siempre queremos ser parte de algo. Y yo quería ser parte de un barrio, quería que los demás supieran quien soy y no quería ser alguien más en el anonimato.
 
¿Qué frenó tus intenciones, supongo hubo una palabra a tiempo, un consejo o un ejemplo brusco?
Mi Mamá me regaló el Lazarillo de Tormes, y fue muy loco porque en el momento que yo andaba queriendo salir de Ciudad Delgado, moverme, conocer gente y ser parte de algo, mi Mamá me regaló un libro que hablaba de un niño pícaro que viajaba y eso me abrió la mente.
Yo siempre he dicho que a manera de sacrificios mi Mamá me construyó un par de alas: me regaló libros, escuche música, me fomentó mi gusto por el cine. Entonces creo que en ese momento en que yo estaba por cruzar la frontera y brincarme a una pandilla mi Mamá  me dio otra forma (de ver las cosas) y no sé si lo hizo adrede.  Mi Mamá me crió con violencia y cuando te digo violencia es porque mi Mamá fue de esa generación que lo único que vivió fue dolor y su método de criarme  fue castigarme todos los días. Sí hay 365 días en el año mi Mamá me pegaba 362.
 
Jajajaja desgastaba bastante  el cincho y la chancleta
Sí,  y sí fui de la mara chancleta, pero de la chancleta talegueada -jajajaja-. La uso tanto y me crió de tal forma que con una mirada  yo sabía que en la noche me iba a pegar. Hasta el día de hoy yo no digo ninguna mala palabra enfrente de mi Mamá. Mi Mamá me crió con la cultura del terror y quizá nunca me metí a una pandilla por terror a todo lo que iba a hacer mi Mamá con migo cuando se diera cuenta.
 
¿Realmente ella fue tu freno?
Sí, realmente mi Mamá aparte de ser mis alas fue mi ancla. Y fíjate que es bien loco porque mi Mamá y yo vivimos un sentido de la pobreza súper grande, vivimos como en 12 lugares diferentes sin embargo nunca me falto un libro que leer.
 
¿Cómo inició tu relación con la pintura?
Fijate que en algún momento cuando estaba en primero o segundo grado me compraron unos libros. En El Salvador es muy común que afuera del colegio o la escuela siempre haya una señora que venda dulces o calcomanías, entonces me compró una calcomanía de un Tranformers, era Star Green, lo dibuje en un cuaderno y eso generó un conflicto con la profesora porque mandó a llamar a mi Mamá para decirle que no ponía atención en clases y que solo pasaba dibujando.
Cuando mi Mamá revisó todos los cuadernos se los encontró rellenos de garabatos que yo decía que eran Tortugas Ninjas, Manzinger Z, dibujaba todo lo que veía en la televisión. En ese momento mi Mamá decidió cambiar de turno ( se pasó a la noche) porque trabajar en la noche significaba para ella ganar un par de pesos más, entonces cuando ya vino la primera quincena (en la noche) me regaló una libreta de dibujo y unos colores, y creo que me abrió la mente de otra forma. Entonces mirá yo nací en 1980, pero renací el día que mi Mamá me dio un lápiz una página y me dijo: hijo dibujá. Dibujo desde que tengo memoria.
 
¿Cuáles fueron tus primeros trazos?
Creo que en un cómic puse mi nombre y le hice bigotes. Le hice bigotes a  Bugs Bunny y todavía tengo la fotografía por cierto. Lo primero que yo recuerdo haber dibujado era la caricatura de Ziggy un personaje narizón. Entonces dibujaba cosas del diario y la televisión. Yo creo que el dibujo ha sido parte de toda mi historia. Tanto de buenos como malos momentos el dibujo ha sido parte de mi ser.
 
¿Influyeron en algún momento los grafitis callejeros para descubrir tu pasión?
En algún momento cuando vivía en La Selva, ahí por el desvío de Apulo, empecé a dibujar cosas que veía de las pandillas. Nos habíamos ido a vivir a un lugar en el que no conocía a nadie y quizá la forma de comunicarme con esta gente era hacer lo que veía ahí, era hacer letras, números y personajes, a tal grado que terminé haciendo un par de grafitis de pandillas  sin ser un pandillero, sino como un fanático que quería estar.
Creo que nunca se acabó de cuajar el pandillero que me habita, pero si la sociedad, el medio, la situación,  la violencia, las paredes incidieron de alguna forma. Hasta el día de hoy sigo dibujando pandilleros porque considero que es muy importante dentro de mi estética, porque socialmente estamos acondicionados (por ellos). No te podes poner un tipo de zapatos Nike, Adidas, no podes usar cierto tipo de ropa. Entonces esta violencia silenciosa que vive la ciudad incidió para que dibujara mucho y sigo haciéndolo.
Tengo toda una serie de pandilleros llamada: De Hijos Suyos Podernos Llamar, pero sé que en El Salvador la gente es lo que menos quiere ver y dejé de trabajarla. Cuando estaba trabando esta serie yo vivía en Costa Rica y acababa de regresar a El Salvador, tenía tres años trabajándola, y mataron a (Christian) Poveda. Incluso se la estaba presentando a un galerista y justo en esa semana mataron a Poveda y detuve los intentos, pero creo que es un fenómeno del que nosotros los artistas tenemos que hablar.
 
Pero imagino que te has inspirado en algunos pintores en específicos y tenés mentores del arte como tal
Mira yo soy supranacionalista y como mi Mamá se dio cuenta que yo leía mucho me regaló un libro hermoso de la editorial Océano. Me compró un colección de libros de museo en el que estaba El Prado, National Gallery, entonces ese fue como un acercamiento a los grandes maestros europeos a ver la pintura europea de El Greco, (Diego) Velázquez, Rembrandt.. pero en algún momento cuando tenía como 17 años me encontré un catálogo con la obra de Antonio Bonilla tan irreverente y Salarrué y sentí una gran sensación al darme cuenta que en El Salvador también había grandes pintores. Incluso  pintores de la generación de la guerra: Bonilla, Julio Reyes, Dagoberto Nolasco, Sonia  Lazo me llevó a nutrirme de ellos. Me considero hijo de esta generación gráfica. Entonces mis referentes por lo general son salvadoreños, hasta que ya salí de El Salvador y fui a Guatemala vi otro tipo de artistas.
He ido coleccionando a mis artistas favoritos a medida que ido viajando, pero nosotros tenemos grandes titanes, maestros y maestras.
 
¿Cómo definirías tu estilo?
Sería muy prepotente quizá buscarle un nombre a mi estilo porque aún no estoy claro de él. Creo que se está formando un lenguaje personal, pero creo aún no he chocado con algo que le pueda llamar mi estilo real.
De momento solo estoy dibujando y pintando, y siento que es muy prematuro ponerle un nombre. Sí te puedo decir que mis dibujos son irreverentes, y  mis pinturas tienden las figuras a  abrazar todos mis personajes.
Mi obra está llena de San Salvador, me interesan los personajes de la ciudad, las pandillas, las trabajadoras sexuales, los bares, los perros de la ciudad. Toda ciudad central es el corazón del país y nuestra ciudad está como enferma, enferma de gris, enferma de humo, de suciedad y mi obra urbana trata de embellecerla.
 
Muchos artistas se inspiran en los desnudos ¿Cuál es tu fuente de inspiración?
La ciudad, y fíjate que ahora que estoy viajando uno de mis intereses primordiales es demostrarle al mundo que tenemos mucho más que violencia, que somos un país de artistas.
 
Te he visto pintar cuadros y también murales ¿qué disfrutas más?
Mirá, he aprendido a ver mi obra en dos tiempos: un es el tiempo de pintar cuadros que son los que  me dan de comer a mí, mi esposa, mi hija a mi perro; y los murales que la mayoría de ellos no son con un fin comercial.
La mayoría de mis murales públicos son autofinanciados porque no tienen la naturaleza para que alguien lo compre. Entonces creo que la obra que está en la calle, que cualquiera pueda decir que bonita, que pura m…, me gusta, no me gusta,  tiene otro tipo de discurso que no es el mismo que tendría en un museo o en una galería.
Entonces como te digo vivo de pintar cuadros y eso me da la plata para hacer obras en la calle, para pintar champas, carretones y divertirme.  Siento que las piezas que no tienen la naturaleza de consumo las disfruto mucho más, sin embargo también disfruto todo lo que hago por disciplina.
Foto tomada de Facebook
 
Tenemos un tema en común, el cáncer en tu vida
Mira yo veo mi vida; y creo que también te pasa lo mismo, ACDC, antes del cáncer y después del cáncer.
Antes del cáncer era un megalómano, déspota, intelectualoide con pose de rockstar que se creía artista, que pensaba que  me iba a ganar un premio, que me iban a descubrir, pero cuando me diagnosticaron el cáncer  y tuve que someterme a la operación me di cuenta que no había hecho nada como artista, que si me moría en el proceso o en el tratamiento solo mi Mamá iba a recordar que tuvo un hijo pintor, o alguna novia o alguna pared, pero nadie más iba a recordar.
Entonces en ese momento me di cuenta que le tengo miedo al olvido y no había hecho nada por mi memoria.   Justo después del cáncer empecé a ver mi obra como una disciplina, como una profesión, como un trabajo  y como un refugio.
En el año y medio que estuve en terapias me prohibieron pintar, y es loco decirlo pero si no fuera por el cáncer no viera la vida como la veo hoy, el cáncer me ayudó a disfrutar la vida, a disfrutar un café, a disfrutar una plática, a no vivir lento.
 
¿Tenés algún cuadro que simbolice tu lucha contra el cáncer?
Tengo un personaje recurrente en mi obra que es Quetzalcoatl. Después de estar en terapia y que me dieron de alta me fui a mi taller y tuve una catarsis extraña porque tenía más de un año de no pintar. Entonces comencé a dibujar en la pared un Quetzalcoatl y después de como una hora y media de pintar llorando había salpicado el piso de color y pinté un Quezalcoatl hermoso y me quedé con él.
Entonces comencé ahí a trabajar otra serie porque antes mi obra era mucha figura humana y me interesaba demostrar que podía pintar. Un día llegó un amigo, Héctor Hernández, a mi taller y me dijo que le gustaba el Quetzalcoatl. A mí no me gustaba porque era algo con lo que no me identificaba, pero a lo que quiero llegar es que las figuritas típicas en mi trabajo, ese montón de colores y de formas nacieron en ese Quetzalcoalt. Nacieron ese día de una forma muy sutil y se quedaron ahí y luego empezaron a invadir todos mis cuadros, entonces es divertido pensar que el cáncer hizo metástasis con mi forma de pintar. Ahora soy sub invasivo, ya no dejo ningún espacio.
 
¿Quedan rastros del cáncer, hay algo que lamentar?
No, nada. Creo que es algo que tenía que suceder. Durante mucho tiempo me callé y nunca dije que tuve cáncer hasta que alguien me dijo que recordara que  somos sobrevivientes y que el ser sobreviviente nos puede dar la pauta para ayudarle a mucha más gente.
Yo creo que personas como vos y yo Santiago, somos un faro para demostrar a los demás que se puede, que no es fácil, pero que si se puede y que sobrevivir tiene que ver mucho con que vos te querrás quedar en la vida, querrás seguir aquí. Nosotros somos como la flor de izote tercos por naturaleza.
 
¿Qué es la pintura para vos?
Creo que es como mi alma. Todos los días pinto, y creo que la pintura es mi herramienta para comunicarme con el mundo y con la sociedad.  Te digo algo los museos y las galerías dejaron de ser mi prioridad, mi prioridad es hacer arte con la gente, ir a las comunidades y empezar a hacer arte con estos niños y jóvenes, y darles la oportunidad que se acerquen al color. Probablemente no vamos a encontrar al nuevo Van Gogh, al nuevo Dalí, pero si vamos a crear una semilla, vamos a hacer la diferencia,  porque un niño con un pincel en la calle pintando un muro es mucho mejor que un niño con un arma posteando.