La Era de Oro del Cine Mexicano no podría entenderse sin Pedro Infante. Su legado no ha pasado por alto en la cultura popular mexicana que hoy celebra un siglo de “El rey de las rancheras”, uno de los tantos apodos con que fue conocido el actor y cantante sinaloense. La historia lo reconoce por su porte de mariachi envalentonado y rompe corazones de época.
Pedro Infante Cruz nació en Mazatlán, Sinaloa el 18 de noviembre de 1917. Seis años más tarde, su familia se mudó a la ciudad de Guamúchil, en el mismo estado. Su infancia fue pobre pero enriquecedora. Desde niño aprendió carpintería, uno de los oficios que interpretaría de forma natural en una de sus películas más conocidas: Pepe El Toro (1952), cinta que formó parte de una trilogía melodramática junto con Nosotros los pobres (1947) y Ustedes los ricos(1948). Gracias a su padre aprendió música. Pero fue su voz su mayor talento.
Su carrera como cantante empató con la actoral. Supo hacer mancuerna entre ambos talentos dentro del propio medio cinematográfico. Pese a que otros actores del Cine de Oro Mexicano intentaron lo mismo, fue Pedro Infante uno de los más destacados. Jorge Negrete y Germán Valdés “Tin Tán” fueron quizá de los pocos actores que lograron seguir con éxito esta manera de hacer cine. En menos de 20 años Infante grabó más 60 películas y aproximadamente 350 canciones.
En 1956 el actor mexicano ganó el Premio Ariel en la categoría de mejor actor por la película La vida no vale nada (1954). Al año siguiente recibió la misma distinción por Tizoc (1956), una cinta en la que compartió el papel protagónico con María Félix.
Aficionado a la aviación, Pedro Infante encontró su muerte de esta forma a la edad de 39 años, un 15 de abril de 1957. Entre rumores y mitos acerca de su muerte —que van desde el suicidio hasta un posible crimen pasional— el culto a Pedro Infante, a su música y a sus películas, continúa vigente a lo largo de varias generaciones.
Tomado El País