El coleccionista: Mi capricho ha durado 20 años

Por "hobby" este coleccionista ha recopilado desde piedras hasta municiones de guerra

Por: Jorge Molina

A sus 30 años comenzó a coleccionar monedas. En el presente, a sus 50, mantiene una amplia colección de artefactos que van desde piedras preciosas hasta colmillos de mamut y árboles petrificados.

Es Martín, no es su nombre original, pero lo será en esta historia. Él pidió que no se revelara su identidad real por motivos de seguridad, motivos que se detallarán en este texto que narra, a brevedad, parte de su vida y su hobbie favorito.

Su historia en el mundo del coleccionismo inició cuando él tenía 30 años. Las monedas le llamaron la atención por su color plata, luego vinieron los billetes, después las piedras preciosas y volcánicas, las espadas, artefactos de la guerra civil de El Salvador, huesos, llaves, candados, platos, vasijas, carretas, cántaros metálicos y de bronce, caracoles, estrellas de mar, eses petrificadas y bonsái. Todo objeto curioso o extraño, Martín lo debe tener.

“Desde entonces he sido aficionado a las monedas. Ya cuando comencé en serio a coleccionar, fue cuando llegué a Italia a trabajar, en 1986. Comencé a coleccionar, más que todo, monedas y billetes. Me fui para allá, porque aquí estaba la guerra. En Italia estuve 12 años”, recordó Martín.

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En la actualidad, el dinero es un factor determinante para poder coleccionar piezas caras, extrañas y únicas, ya sea por su valor histórico o rareza.

“Uno a veces se encuentra con piezas que… imposible, no las compra porque son muy caras por ser raras. La otra vez me trajeron una cigarrera de oro de 24 quilates. Bien pesaba su media libra. Me la trajeron y ahí la estuve viendo, pero qué belleza de cigarrera. Hasta tenía unas letras… pero, tal vez las letras no podían haber sido originales… y la vendieron en ocho mil dólares. A mí me la daban en cinco mil, y los que la vendían la habían conseguido como en $200 dólares”, contó entre risas y un poco arrepentido de no haberla comprado.

Este coleccionista, además de buscar objetivos curiosos, los compra, y si la situación económica familiar se torna difícil, también los vende. Según Martín, hay una forma de saber cuánto cuestan los artefactos que comercializa, todo está en “El Libro”.

-¿Cuáles son los precios? Cuando va a comprar algo, ¿solo ve el libro o calcula el nivel de antigüedad de las cosas?

Para eso se tiene el libro, ahí están todos los valores

-¿Cómo se llama el libro?

Es un libro que traje de Italia. Ahí está todo lo relacionado a los precios de las monedas del mundo, desde 1900 hasta 1960, y un montón de cosas más

Es todo lo que dijo, como para evitar más preguntas; con este tono de “ya no me pregunte sobre eso, porque no te voy a decir”.

“Una vez vi una piedra en una quebrada. Me gustó, pero sabía que yo solo o entre cuatro más no la sacábamos. Llevé a 15 personas para sacarla de donde estaba. Si usted quiere algo, y lo quiere de verdad, tiene que hacer todo lo posible por conseguirlo. Así es como se van haciendo las colecciones”, agregó para desviar la pregunta de “El libro”.

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De pronto alguien tocó la puerta. “¿Anda alguien con usted?”, me preguntó con incertidumbre, porque, además de tener una habitación repleta de piedras, colmillos de mamut, eses petrificadas, huesos y maquinaría extraña como sacada de una película de los años 30, posee una amplia colección de armas, cascos, ornamentos de otras épocas, espadas, granadas, bombas y partes de un helicóptero que fue derribado en el tiempo de la guerra civil. Cosas que no cualquiera puede ver. Todo esto está bajo llave en la parte más alta de su residencia. Abrió la puerta. Era su hijo.

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-¿Qué es lo más raro que tiene en su colección?

Eso de las cosas raras… me ha puesto en qué pensar, porque casi todas las babosadas que tengo son raras. No hay nada aquí que no lo sea, dijo mientras miraba todos los ornamentos y objetos que hay en su casa.

En la cocina hay una colección de platos colgados que, cada uno, recrea la estética del período en que fue creado. En la sala se encuentra la mayor cantidad de cosas ornamentales: dos peroles, de esos que utilizaban en las moliendas a finales del siglo XVIII, están rellenos de cristales y cuarzos coloridos que se pueden ver a través de los vidrios que encajan en su contorno.

Además, una colección de planchas, entre ellas la más pesada es de más de diez libras, y la más pequeña parece un llavero de una pulgada, las usaban los “señores adinerados” para plancharse el cuello de la camisa. Incluso, conserva una colección de llaveros y otra de llaves, de todas las formas, marcas y colores y, por si fuera poco, también tiene un yunque y una propela de barco. Las espadas y cuadros también abundan en las paredes de su casa. Todo esto parece un desfile por la disposición en la que se encuentran: siempre un elemento junto a otro, adelante o atrás, apiñados o colgados, pero juntos. Quietos. Raros y, a la vez, ricos en historia.

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Todo esto está asegurado por cuatro puertas principales, todas blindadas y con cerraduras de cuatro pasadores simultáneos, y solo abren con una llave especial que no se parece a ninguna que haya visto antes, ni en la colección de este hombre. Además de la inmensa colección de artefactos y numismática (más de 20 álbumes llenos de monedas y papel moneda de todo el mundo), Martín es dueño de un vivero de plantas, así empezó a interesarse por el bonsái. En su casa hay más de 100 tipos de bonsái. “Como estuve enfermo unos días, se me secó uno de los más viejos. Ese bonsái tenía como 30 años”.

“Para mí es un hobbie, donde pasar el tiempo sanamente”, confesó el coleccionista de 50 años al preguntarle qué significa para él coleccionar. Según Martín, “una piedra de esas (señala con el dedo) de madera petrificada, para que llegue a esa durez, tarda tres millones y medio de años. No es que son de ayer. Son piedras”.

-¿Usted ha leído bastante para saber de eso?

Se va aprendiendo. De leer… tal vez no es que haya leído mucho, pero se va aprendiendo con la gente que uno va conociendo, con los amigos… y hay gente que sabe mucho más de las cosas, porque siempre hay gente que sabe más que uno, siempre.

Esto de coleccionar es un capricho. Este ha sido mi capricho por más de 20 años y voy a seguir haciéndolo, porque me gusta.

-¿Qué haría si un día no haya nada en su casa de toda la colección que tiene?

¡Púchica! No sé, fíjese, pero sí estoy seguro que no sería bonito venir y ver que no tengo nada.

El capricho de Martín se mantiene. Todos los días hace planes con amigos y conocidos para ir a recoger piedras preciosas o vestigios a zonas que solo él conoce y no le gusta revelar. Guarda con recelo la ubicación de todos esos lugares que conoce por su riqueza, por la riqueza que tienen para un coleccionista como él, un hombre que ve en este hobbie no solo un escape a los problemas y el estrés, sino, un estilo de vida, una forma de preservar la historia y la memoria colectiva.

A futuro, este coleccionista tiene pensado montar un museo con todas las piezas que guarda en su casa. Por el momento, seguirá enriqueciendo la colección.

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