Francisco Valencia, director de Diario Co Latino: “Estudié periodismo por motivos revolucionarios”

Por Santiago Leiva
Con él como catedrático los “7” sabían a “10”, y  quemar neuronas  era una obligación e imperante necesidad en las aulas universitarias. Lo tuve como maestro y luego como jefe en los candentes  cierres de edición de Diario Co Latino.
Se trata de Francisco Elías Valencia, un veterano y experimentado periodista de guerra, que en esta ocasión  abrió las puertas de su capilla intelectual-revolucionaria y aceptó navegar por las páginas del Metropolitano Digital.
Las imágenes de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, el Che Guevara y Agustín Farabundo Martí, fueron testigos presenciales de un Francisco Valencia que subió al barco de los recuerdos para contar anécdotas de guerra y coberturas periodísticas. Criado en el seno de una familia que cogió la oposición como bandera, e impregnado de conciencia social desde las aulas escolares “Chico” como le conocen los amigos más cercanos pudo empuñar el arma desde temprana edad, y aunque sí lo hizo en su juventud, optó por coger el lápiz, la libreta y la grabadora para alzar la voz desde los micrófonos y luchar contra el régimen desde otra trinchera: el periodismo. Le sirvieron las credenciales periodísticas a  Francisco para moverse legalmente por la casa del “enemigo” y divulgar con precisión noticias frescas que ocurrían  en las zonas urbanas y los frentes de guerra.  “Muchas cosas de las que hacían los comandos urbanos yo sabía el día y la hora en que iban a ocurrir. Entonces yo generalmente llevaba la primicia a la Radio Nacional, como las traje posteriormente aquí a Diario Latino, hoy Co Latino”, recuerda con orgullo.
Reclutado por la BRES (Brigada Revolucionaria de Estudiantes de Secundaria) el Lic. Valencia saltó a las filas del PRTC donde más tarde desempeñaría funciones propagandísticas y a las aulas universitarias para estudiar periodismo y camuflar su misión. Más de 30 años han pasado desde que hizo sus primeros pininos propagandísticos y comunicacionales en la radio y casi un cuarto de siglo desde que tomó las riendas del Diario Co Latino. Barba desaliñada, blanca al estilo  Fidel Castro y principios sólidos como los del ex presidente y comandante cubano, Francisco Valencia se ha caracterizado por defender sus ideales y el color rojo circula por sus venas. Su legado periodístico ha pasado a diferentes generaciones mediante de la enseñanza, y a sus hijos a través de la sangre. Al igual que su esposa, sus tres hijos han culminado sus carreras en el área de las comunicaciones. “Yo no nací con la claridad de ser periodista sino un propagandista profesional, pero soy muy feliz que todos en la familia tengamos la misma formación”, dice. Y sí sus colores partidarios son rojos en el fútbol ama el blanco: Él le va al Real Madrid y sobre todo al Alianza, también es amante y practica artes marciales.
Francisco Valencia es nuestro personaje de esta semana, con él arrancamos el mes del periodista.
 
La boina o gorra tipo inglesa muchas veces se relaciona a escritores, intelectuales o revolucionarios y  le he visto usarla ¿Qué significado tiene para usted?
Miré a dos personajes se las vi en fotos y desde entonces comencé a usarla. Le estoy hablando de finales de los 70s. La vi en una fotografía de  (León) Trotsky en una película de la revolución bolchevique y luego se las vi a Roberto Roca, él utilizaba de ese tipo. Desde entonces comencé yo a usarla como mi identificación en el proceso revolucionario, además de la barba.
 
¿Fue un rebelde con causa desde su niñez?
Yo me crié en una familia opositora. Mis abuelos eran de la oposición. Ellos apoyaban al Partido Demócrata Cristiano en un principio y luego como activistas de la Unión Nacional Opositora. Todo eso me fue permeando y luego ya cuando entré a estudiar conocí  de la revolución cubana, de Fidel Castro y del Che Guevara  sobre todo.
 
Y entonces se deja la barba…
La barba recuerde usted que es un símbolo revolucionario que se tomó del Che Guevara, aunque hoy todo el mundo sabe que ni él Che, ni Fidel, ni Cienfuegos  utilizaron la barba para convertirla en un símbolo revolucionario si no porque estando en los frentes de guerra no tenían tiempo para rasurarse, pero en América Latina quienes conocimos las anécdotas del Che y la revolución cubana la tomamos como un símbolo, como un reflejo del típico revolucionario.
 
¿Su niñez como fue, fue sacarificada, trabajosa?
Había de todo, gracias a Dios en mi familia mi abuela era muy emprendedora. Yo crecí en una familia donde la máxima autoridad era la abuela y ella era muy emprendedora y alrededor de ella se movilizaban todos para trabajar. La verdad no recuerdo haber pasado hambre nunca. Siempre había frijoles, siempre había arroz, siempre había algo que comer. Mi abuela heredó de su madre dos puestos en el mercado municipal de Santa Tecla que uno se lo dio posteriormente a mi madre y el otro siempre lo dirigió ella. Gracias a ese tipo de negocio ella logró tener  algunas  manzanitas de tierra donde siempre tenía ganado, donde siempre tenía aves de corral, entonces siempre había algo que comer. Ella por lo general destazaba la res y sacrificaba los cerdos.
 
¿Le tocó pasar tiempo en el puesto del mercado, vivió esa experiencia de vender ahí?
Generalmente cuando salimos de la casa para la escuela pasábamos por el mercado para que nos dieran los 5 o los 10 los centavos (de colón) para llevarlos a la escuela. Y a veces los domingos nos íbamos para donde ella, pero la pasábamos más en el cine que vendiendo en el mercado. En una ocasión ella se enfermó y a mí me tocó ir a atender el puesto en el mercado durante una semana, pero casi hago que la abuela quiebre porque no me aprendí bien los precios. No era muy buen vendedor, no nací para eso y creo que le falle a la abuela.
 
Jajaja daba en oferta…
Daba más barato y siempre daba cargadas las libras no sé porque.
 
La conciencia social quizá…
 Jajaja no sé, pero siempre daba con otro pesaje. Fue una experiencia bastante negativa para mí, pero la abuela siempre me tuvo confianza. Fíjese que cuando venían las cortas de café, la abuela me mandaba a dejar el café al beneficio y yo venía en una carreta jalada por bueyes a dejarlo y le llevaba el dinero. Esas eran parte de las actividades que la abuela me confiaba a mí.  
 
¿Alguna vez le mostraron el cincho por sus travesuras?
Fíjese que a mí la abuela nunca me castigó, ni el abuelo me castigó porque yo traté ser bien portado y obediente de las normas de la casa. Y a veces si hacíamos travesuras no se daba cuenta porque las sabía ocultar y quienes generalmente tomaban las iniciativas de las travesuras eran mis hermanos mayores y a ellos les tocaba cincho. Cuando alguna vez me involucraron, ellos pagaban porque yo era arrastrados por ellos. La abuela era muy estricta, una vez si nos castigó a todos.
 
Llevo años de conocerlo y en alguna ocasión compartimos un trago en navidad ¿Qué recuerda de la primera vez que tomó?
La primera vez fue con el abuelo. Yo tendría siete o seis años. La abuela tenía ganado y recuerdo que le avisaron al abuelo que una vaca estaba por parir y me llevó a mí al potrero. A mí siempre me gustaba andar a a caballo. Entonces fuimos con el abuelo a recoger y supuestamente a traer el ternero, pero mi abuelo que le gustaba tomar en aquellos tiempos pasó donde un su vecino, estamos hablando del cantón El Limón, y ahí en esa casa mi abuelo comenzó a tomar y para que yo pasara entretenido me daba también mis traguitos. No se ti todavía existe, pero se llamaba “Coco Rico” o algo así. Y seguramente yo con uno o dos tragos me puse ebrio. Fuimos al potrero y yo no recuerdo, pero el abuelo se regresó a la casa y me dejó a mí. Mi padre fue a recogerme. Me llevaron a la casa ya noche. Claro, mi abuelo no me trajo porque apuras penas podía caminar.
 
Y usted la había fondeado
Jajaja a saber, pero mi padre fue a traerme. Esa fue mi primera vez. Y luego pues ya como adolecente tomé cuando me gradué de técnico archivista y después cuando me gradué de bachiller. Yo tomo no para embriagarme, no le encuentro gracia a eso. No paso más de tres cervezas o tres tragos de algún licor.
 
Hay excepciones, pero a los periodistas nos relacionan con la taza de café y el cigarro,  a usted nunca le he visto fumar
Fíjese que yo fume, lo que pasa es que usted me conoció cuando ya había dejado el cigarro. Yo fumaba desde los 18 años, y fumé hasta que nació mi último hijo. Dejé de fumar cuando estaba embarazada mi esposa porque el médico nos lo recomendó por cuestiones de salud. Pero sí yo me fumaba dos cajetillas diarias de cigarrillos y a veces también me fumaba un puro, de hecho la primera vez que fui a Cuba mi ilusión era echarme un habano y lo logré. Fumar puro es un poco complicado, es otra lógica, pero tengo ahí guardados algunos que me regalan mis amigos cubanos.
 
¿Qué le motivó a ser periodista, cuando nace ese gusanito por el periodismo?
A finales de 1979 que inicié mis acercamientos con el PRTC,  que por cierto lo hice a través de la BRES porque dos de mis compañeros de tercer ciclo eran cuadros de ellos,  comencé a trabajar en el área militar y aunque nunca activé militarmente con ellos siempre puse mi casa en Santa Tecla. Y luego  cundo me trasladan al área política, porque de alguna manera era comando urbano y luego jefe de milicias, me dan otras tareas y la propaganda. Fue Lety, una comandante que murió en Guazapa  mi primer responsable política y con ella comencé a hacer comunicados. Esa era mi tarea. Y luego con Nidia Díaz la afiné más. Resulta que cada vez que yo escribía algo quienes me corregían el escrito eran ellas y algunas cosas no me gustaba que me las quitaran o me las censuraran. Entonces dije: voy a aprender a hacer  bien esto para que no me toquen lo que escriba. Así fue como me metí a la universidad en 1983 a estudiar periodismo. Mi  idea era afinar mi propaganda. Ya dentro de la carrera me gustó y comencé a incursionar en los medios, primero en la Radio Nacional.
 
¿Estudió Periodismo por motivos revolucionarios?
Por motivos revolucionarios, por cuestiones propagandísticas. Yo lo que quería era afinar la propaganda. En 1983 por cierto se daba la posibilidad de que el PRTC con el Partido Comunista crearan una radio en Usulután y a mí me habían dicho que probablemente me iban a trasladar a ese frente para trabajar en la radio. Yo estaba entusiasmado así que todo eso me hizo que estudiara periodismo. 
 
Inicia en la Radio Nacional, imagino en manos de la oposición ¿cómo hacia su trabajo ahí?
Sí, sí estaba en el poder la Democracia Cristiana, el gobierno que combatíamos. Cuando se da la oportunidad, en la universidad tenía de compañero a Leo Ramírez, un gran periodista, y entonces a él le dan la dirección del departamento de prensa de la Radio Nacional. Él comienza a buscar gente y me invitó a mí para que formara parte del equipo, claro yo tuve que pedir permiso porque ya estaba organizado y tenía responsabilidades, pero me autorizaron que fuera a trabajar en la Radio Nacional porque además me servía de cobertura. Yo me metí también en el periodismo para poder moverme con alguna legalidad. De hecho el periodismo me salvó que fuera a parar a la cárcel, el director de Diario Latino me salvó que fuera a parar a la cárcel cundo fui delatado por una ex compañera de la RN (Resistencia Nacional) con la que había tenido alguna relación por mi trabajo revolucionario. Entonces como le decía, yo lo miraba todo en función de propaganda por ejemplo le pedí a Leo Ramírez que mi fuentes fueran los sindicatos, la guerrilla. Muchas cosas de las que hacían los comandos urbanos yo sabía el día, la hora en que iban a ocurrir. Entonces yo generalmente llevaba la primicia a la Radio Nacional, como las traje posteriormente aquí a Diario Latino, hoy Co Latino.
 
¿Y luego a la Sonora?
Sí, hice lo mismo. Tuve la dicha de conocer aquí en Diario Latino a Nelson López y él en 1987 me propuso que fuera parte de su equipo en la Sonora y me llevó a hablar con don Roberto Castañeda, el director y uno de los cuatro dueños en aquel momento de la Sonora. Por cierto yo para esa época ya era Secretario del Sindicato de Periodistas que fue un esfuerzo que nació de aquí de Diario Latino. Fue un trabajo que se impulsó desde el PRTC, y con Antonio Velado, un gran periodista, creamos la primera estructura del SINPESS, luego creamos una sub seccional en Radio Horizonte, Diario el Mundo y en el noticiero de Canal 6. Ese trabajo me llevó a que me conocieran como miembro del sindicato y cuando fui a la Sonora, don Roberto Castañeda me pidió que le firmara una renuncia anticipada donde yo me desligaba de todos los derechos sindicales, y así lo hice y lo hice así porque me interesaba el trabajo en la Sonora siempre para la cuestión de propaganda. En la Sonora con Roberto Hugo Presa, que era uno de los locutores, creamos una sección que se llamaba Síntesis Nacional Informativa  y yo  entraba 5:30 de la mañana, iba a rastrear y tenía muchos contactos en los cuarteles, alcaldías y defensas civiles para alimentar la sección. En la noche monitoreaba la Venceremos y en la mañana la Farabundo Martí y la Farabundo Martí siempre daba cosas fuertes. Lo otro es que yo había logrado una amistad profesional con una muchacha de COPREFA, se llamaba Martita, le hablaba en la mañana y trataba de convencerla que me diera cosas que no fueran en el boletín de COPREFA. Algunas veces lo logré. Casi siempre les ganaba a los colegas y yo disfrutaba la competencia.
 
¿Le tocó jugar el papel de espía como periodista?
Sí, sí, sí, solo que no voy a decir dónde y cuándo jajaja porque fíjese que hoy hay mucho revanchismo. Hay que se queden con las ganas de saber, pero si lo hice, era necesario y yo tenía la capacidad de movilizarme.
 
Me contaba que el periodismo le salvó de la cárcel…
Sí, fíjese que yo además de la propaganda, era el responsable del PRTC aquí en la metro ante el Comité de la Cruz Roja y ante el Comisión de Derechos Humanos no Gubernamentales y cuando había alguna captura yo iba tanto al CICR como a la CIDH. En la CIDH quien atendía mis denuncias era una compañera de la RN que se llamaba Michel Salinas y pues resulta que la Michel Salinas cuando la sacan de la metro y la meten a un frente la RN, que estaba construyendo un esfuerzo militar aquí por Comasagua,  la columna cayó emboscada, y en la emboscada capturan a Michel Salinas. Y una vez me hablaron del Estado Mayor de la Fuerza Armada diciéndome que el coronel Araujo iba a dar unas declaraciones para el Latino sobre un problema de corrupción. Entonces me fui al Estado Mayor, creo que estaba citado para la 1:00 p.m., cuando llegué donde la secretaria del coronel ella me informó que no me habían llamado de ahí, que no había entrevista. Cuando me dijo eso yo sentí una corazonada y me pareció sospechoso. Y resulta que cuando venía saliendo del Estado Mayor por un pasillo venía para ponerse frente a mí Michel Salinas que ya estaba trabajando con ellos, hacía denuncias nacionales e internacionales de violaciones de derechos humanos que supuestamente cometía el FMLN con las minas que habían dañado niños. Ella venía acompañada de seis oficiales y soldados, y claro cuando estaba a pocos metros de mí dijo: es él.  Me dejaron pasar, pero yo ya sabía que me había delatado y cuando iba a subir unas gradas del Estado Mayor para llegar al Ministerio de Defensa venía bajando con una gran cantidad de soldados y oficiales el general Zepeda y entonces me agarraron de los brazos y me metieron en una oficina. Antes me quitaron mi bolsón, yo siempre andaba un bolsón de cuero donde portaba mi libreta, mi grabadora y las baterías.  Me tenían ahí y nunca llegaban a interrogarme, pero mire en esa media hora u hora que estuve ahí yo repasé toda mi vida. Yo pensaba si mi familia se iba a dar cuenta, si me llevarían a Mariona, a la Policía Nacional, a la Policía de Hacienda, será que me van a desaparecer. Todo eso pasaba por mi mente y me invadía el miedo. Hubo momentos en los que sentía que mis piernas comenzaban a temblar y tenía miedo delatarme. Al rato, yo no sé si fue una hora o una media hora, pero yo lo sentí como toda una vida, abren y me dicen: puede retirarse. Ahí se me quitó el miedo y entré en valor. Les dije miren yo no puedo retirarme si ustedes no me dan mi maleta, si no me dan mis credenciales. La credencial del diario, la credencial de COPRESA porque antes debías tener credencial del Comité de Prensa de la Fuerza Armada para realizar nuestro trabajo. Yo bien envalentonado exigiendo mis cosas. Me las entregaron en la pluma y al salir de la pluma comencé a querer caminar rápido, pero sentía que no podía porque las piernas las sentía hinchada. Yo quería salir huyendo de ahí y tuve tan buena suerte que cuando llego a la intercepción para la Araujo ahí había parado un bus de la 101 y me fui para el diario. Cuando llegue al diario, Armando Contreras que era el Jefe de Redacción del Latino, me dijo subí que el director te está esperando. Subí a la oficina del Director que era Waldo Chávez Velasco, a él le debo mi vida creo yo, sonrió y comenzó a hacerme bromas. Me dijo: los gorilas no entienden que los periodistas nos reunimos con medio mundo. Lo que pasó es que Zepeda le habló a él para informarle que me habían capturado, que Michel Salinas le había dicho que yo era del PRTC y que tenía el grado de comandante. Fue la única gracia que hizo la Michel con migo porque me dio un grado que nunca tuve y que nunca soñé por su puesto. Creían que yo era comandante del PRTC y Waldo les dijo que no era cierto que yo era periodista del área política.
 
¿Fue la única vez que se vio cara a cara con la muerte?
Hubo otros momentos difíciles, pero el más difícil fue ese. También una vez yo iba para Jiquilisco y siempre en el Puente de Oro a los que íbamos en bus  nos bajaban los soldados. Nos ponían en línea y nos registraban. Yo había tenido una reunión de mi célula esa fecha, y llevaba un mensaje con clave que no debí llevar, debí destruirlo, pero se me olvidó y lo andaba en la cartera y cuando saqué la cédula se me cayó el papelito. Un muchacho que estaba a la par mía que tenía plante de soldado recogió el papelito, lo extendió y me dijo: mire se le cayó. Cuando él me lo entregó me lo comí, me lo metí a la boca, le puse la saliva que tuve y me lo tragué.
 
¿Qué decía el mensaje?
Fíjese que no recuerdo, pero siempre andábamos mensajes claveados de las cosas que iban a ocurrir o teníamos que hacer. El tipo me salvó.
 
Se escapa que lo capturen durante la guerra y lo llevan a las bartolinas en en tiempos de paz…
Imagínese que cosas de la vida que fue hasta después de la guerra que me capturan. En 1996 fue la primera vez (que me capturaron), que por ciertos los compañeros de la Policía fueron ridículos porque ellos pudieron haberme capturado aquí en el diario o pedirme que me presentara a los juzgados sin tanto espaviento. Ese día que me capturaron hicieron un show acá de civil, una cosa rara frente al diario, luego en la colonia Sierra Morena habían atravesado radios patrulla y cuando yo llegué en mi carro me detuvieron. Me hicieron el alto, me bajé y me informaron que estaba detenido por difamación y que tenían una orden del Juzgado Cuarto de lo Penal por una denuncia de difamación que había interpuesto el sub comisionado Rafael Antonio Garciaguirre. Me subieron al radio patrulla, les pedí que no me esposaran, no me esposaron. Yo no quería que me esposaran porque me daba vergüenza que la gente me viera esposado, porque el esposado es un delincuente y yo jamás me he considerado un delincuente y creo que nunca seré delincuente. Me llevaron a la sección centro ahí por el parque Centenario. Ahí me tuvieron en una oficina y no me metieron a una bartolina. Luego me llevaron a los juzgados y en la tarde me liberó el juez, hubo muchos abogados interesados en mi caso, como cinco, incluso consiguieron la fianza ellos y por medio de fianza salí libre.
 
Y luego un error lo lleva de nuevo a bartolina…
Me vuelven a agarrar (en 2014) igual en otro hecho innecesario. Me capturaron en la noche entrando al pasaje de mi casa, e igual hicieron otra tontera rara. Cuando iba para la casa vi un radio patrulla medio atravesado y me pareció sospechoso y cuando llego  la casa había otro radio patrulla. Cuando subí el vehículo al pasajito me piden los policías que me detenga. Llamé a mi hijo para que llegará y fue testigo cuando me estaban leyendo la orden de captura otra vez. De ahí me llevaron a Ilopango, y me llevaron por lo mismo, la demanda de Garciaguirre, pero me sentí tranquilo porque por ese caso ya había sido sobreseído y sabía que había un error. Ahí me quedé una noche.
 
¿Lo ficharon?
Fíjese que no me hicieron ficha quizás, no recuerdo, si fui a la unidad médica para una serie de examen. Fotos no recuerdo que me hicieran de fichaje, pero si tengo ficha me gustaría tenerla porque algún día va ser portada del diario jajaja.
 
¿Volvería a estudiar periodismo?
Sí, es que luego me apasioné. Ya en el transcurso de la guerra me apasioné por las dos cosas: la propaganda y el periodismo. Yo iba a graduarme en el 87-88, me faltaban tres materias, pero se iba a dar una actividad de gran envergadura preparatoria para la ofensiva de 1989, fue el famoso Plan Fuego. Pero me dijeron que las tareas que venían eran grandes y se necesitaba mucho tiempo y que tenía que dejar alguna de las cosas. Entonces para el Plan Fuego yo tenía que dejar alguna actividad y yo prefería dejar el estudio. Yo decía al fin y al cabo ya aprendí lo que tenía que aprender y en la revolución no se van a necesitar los cartones, entonces dejé la universidad faltando tres materias.
 
Usted y yo sabemos que el periodismo en El Salvador no es bien pagado ¿le causó alguna decepción que sus tres hijos decidieran estudiar comunicaciones?
Un poco, pero en el fondo me alegraba porque yo siempre he creído que el proyecto de Co Latino debe ser permanente y los que deben darle continuidad es la nueva generación. Yo tenía, la esperanza que con mis hijos se le iban a dar continuidad a esto, por eso es que cuando decidieron estudiar esto, que no les va a dar de comer, me alegré. Por su puesto  ellos pudieron optar por otra carrera que les significara salarios diferentes a los que yo he obtenido.  En algunos momentos gracias a que mi esposa ha tenido buenos trabajos como periodista y como locutora lográbamos reunir para la comida y para los estudios de los hijos. Aquí en el diario ha sido más sacrificado, hoy por ejemplo hay quincenas que para pagar los salarios nos tardamos hasta una semana y obviamente el último en recibir salario es su servidor y los jubilados, pero así estamos esa es nuestra realidad. Nunca me vi  en el periodismo para hacer dinero, siempre lo vi como un proyecto político, y así lo sigo viendo como un proyecto político.