Carlos Fuentes, socorrista de Comandos de Salvamento: “Mis venas son amarillas y mi sangre es verde”

Desde los 11 años Carlos Fuentes ha estado en las filas de Comandos de Salvamento | Fotos tomadas del perfil de Facebook de Carlos

Por Santiago Leiva

La primera vez que se puso el overol amarillo le sobraba una cuarta, lo arrastraba al suelo y apenas se dejaban ver  los legendarios zapatos “burros. La gabacha amarilla con la cruz verde en la espalda también le superaba en talla. Carlos Fuentes o Kamala como se le conoce tenía apenas 11 años cuando decidió enlistarse como socorrista en las filas de Comandos de Salvamento, y más de 30 abriles después sigue con las botas puestas y con los brazos firmes para tender su mano al prójimo.

“Si volviera a nacer ingresaría nuevamente a los Comandos. El amarillo y el verde para mi significan alma, corazón y vida. No me veo con otro uniforme”, dice Carlos al afirmar que pertenecerá a la institución hasta que Dios y los directivos se lo permitan. Fue en octubre de 1986 que Carlos decidió renunciar a la pelota y los juegos de niños para embarcarse en una vocación de servicio que le llevaría luego a ver correr ríos de sangre, a traer y ver personas partir de este mundo. En este tiempo, vestido de amarillo y verde, ha atendido catástrofes como los terremotos de 1986 y 2001, la ofensiva guerrillera “Hasta el Tope” de 1989 y cientos de accidentes de tránsito. Fue precisamente en el terremoto de 1986 que se inauguró oficialmente como socorrista y de este escenario en particular “Kamala” atesora una sus más terroríficas anécdotas.

“Ese día, cuando llegamos enfrente del edificio Rubén Darío me corté, me corte al ver un brazo de una persona que estaba soterrada. Mi hermano me jaló y me dijo: ayúdame a sacar este, está vivo me decía, pero realmente ya estaba muerto. Yo me puse como que era semáforo, todo paniqueado y para que se me quitara el miedo mi hermano me dijo que  abrazara al muerto” narra. Carlos se graduó de bachiller automotriz y durante su adolescencia también fue un destacado atleta de lucha libre en su centro escolar donde adquirió el nombre del reconocido luchador “Kamala”. Carlos y su espíritu de servicio es nuestro personaje de la semana.

Apostaría que tu color preferido es el amarillo ¿qué significado tiene para vos ese color?

El amillo y verde para mí en lo personal significan alma, corazón y vida. Mi lema es que mis venas son amarillas y mi sangre es verde. He sido parte de Comandos de Salvamento por más de 30 años, ahí he dejado mi juventud, bueno casi toda mi vida, pero se aprende para ayudar a la población.

 

Te iniciaste joven…

Sí ahí he dejado mi juventud y toda mi vida. Yo no supe que era ir a jugar a las maquinitas, ir a fregar a los parques porque todo mi tiempo libre se lo dediqué a Comandos de Salvamentos, pero yo soy de la idea que hay que ser meque para lo bueno y desechar lo malo.

¿Eras meque en tu niñez?

Sí desde niño fui meque, aprendí bien los primeros auxilios, me fue gustando y fui capacitándome más para ser alguien en la vida, no tirar mi juventud a la calle. Si volviera a nacer ingresaría nuevamente a los Comandos.

 

¿No hay nada que te haga arrepentirte?

No. No hay absolutamente nada de lo que me pueda arrepentir.

 

¿De niño nunca extrañaste salir a jugar fútbol con tus amigos, salir a pasear?

Realmente no. Todo mi tiempo se lo he dedicado a los Comandos. De hecho no sé qué es pasar una vacación de Semana Santa en la casa, una vacación de agosto en la casa, no sé cómo se pasa un fin de año en la casa. Tengo 31 años de no pasar una navidad, un año nuevo en la casa. Siempre he estado presente para esos tiempos (en Comandos) y realmente no me arrepiento de haber ingresado ese primero de octubre de 1986.

 

¿Qué te impulsó a meterte a Comandos, por qué un niño de 11 años decidió vestirse de amarillo y verde?

Nosotros vivíamos como a media cuadra de Comandos en Apopa y mi hermano ya estaba ahí y yo veía el tipo de acción que hacían porque era el tiempo del conflicto armado. Me llegaba verlos correr bajo las balas, recoger heridos y ayudare a la gente, entonces le dije a mi hermano que quería ir a los Comandos, pero mi hermano no quería. Me dijo: vos no fregués, sos un niño, anda jugá pelota mejor. Al final de tanto insistir decidió llevarme para ver si me aceptaban. Llegué, me aceptaron y ya en 1987 recibí mi primera capacitación de primeros auxilios.

Entraste en octubre de 1986 y el 10 de octubre fue el terremoto ¿te mandaron para tu casa o te tocó atender emergencias?

Me tocó servir. Como a los cinco o seis días (del terremoto) la gente de la seccional de Apopa me trajo a San Salvador y para mí era como que andaba en otro mundo. Cuando llegamos enfrente del edificio Rubén Darío fue impactante para mí, me corté y mi hermano me pegó en la espalda y me pidió que no me detuviera a ver, que les ayudara, pero yo estaba cortado.

 

¿Qué te puso en shock”

Ver un brazo de una persona que estaba soterrada. Mi hermano me jaló y me dijo: ayúdame a sacar este, está vivo me decía, pero realmente ya estaba muerto. Yo me puse como que era semáforo, todo paniqueado. Para que se te quite el miedo abrazá al muerto me dijo mi hermano.

 

¿Lo abrazaste?

Sí, lo abracé y desde ese momento se me quitó el miedo con los muertos. Yo en ese entonces creía que los muertos podían asustar. Después de eso nos fuimos a sacar a otros cadáveres y yo pasaba tocando a los muertos, quizá era una crisis emocional o nerviosa. De hecho cuando salimos del edificio a tomar agua yo pasé tocando a todos los muertos que tenían fuera y me regañó la policía.

 

¿A un no te habían dado uniforme?

Sí andaba uniformado. Cuando llegué me dieron una camiseta, y para el terremoto me prestaron un uniforme que me quedaba bien grande. Del pantalón me sobraba como una cuarta de largo y la gabacha era igual bien larga. Andaba unos zapatos burros y para mí era bien chivo verme uniformado.

 

Y que pasó con la escuela ¿la dejaste?

No. En 1988, por tal de sacarme de los Comandos,  mi mamá me internó en el Centro de Estudios Académicos Coronel Francisco Linares de Apopa que en ese entonces estaba comandada por la Policía Nacional. Me internaron y bueno sufrí los primeros dos meses por no poder ir a los Comandos, solo iba los fines de semana, pero mi hermano que había estudiado también ahí,  me dijo que él se escapaba para ir a Comandos a hacer sus turnos, me dio todos los detalles y por ahí me empecé a escapar los días miércoles. Así pasé todo el año hasta el siguiente año que mi mamá me descubrió. Me vio cuando estábamos atendiendo una emergencia porque nosotros vivíamos a seis casas de la base. Solo me dijo: y vos que estás haciendo aquí, me agarró de las orejas y me llevó para la casa, me castigó y me fue a dejar. Cuando llegamos a la escuela no me dejaron entrar al salón. Todo el día pasé en la cancha chicharroneando (haciendo ejercicio). No me importó y como a las dos semanas me volví a escapar.

¿Te escapabas para hacer turno?

Sí me escapaba en las noches para ir a hacer los turnos. Hacia turnos de noche, durante el día yo recibía mis clases. Y te digo gracias a Dios no me arrepiento de los sacrificios que hice desde ese momento hasta hoy en día.

 

¿Pudiste sacar tu bachillerato?

Sí me gradué y también fui becado por Comandos de Salvamento para ir a graduarme como Técnico en Emergencias Médicas en Estados Unidos en 1993.

 

¿Dónde estabas para la ofensiva Hasta el Tope de 1989?

Estaba el seccional de Apopa. Ese día, que inició la ofensiva estábamos en las fiestas patronales de Apopa, fue un día sábado y nosotros estábamos apoyando a la reina de nosotros cuando de repente se empezaron a escuchar bombas y ráfagas. Entonces unos compañeros con el jefe de nosotros se fueron a dejar a la reina y el resto nos fuimos para la base. La cosa es que en la mañana una persona nos avisó que a unos compañeros de nosotros los tenía la guerrilla haciendo trincheras por la zona del estadio, fuimos, hablamos con el encargado y los entregaron al saber que eran de los comandos. A la reina la entregaron después que les hizo el desayuno.

 

¿Imagino que luego vino el trabajo duro?

Sí, empezamos a ver dónde estaban los enfrentamientos para ir a sacar los heridos. Nosotros durante el conflicto armado sacábamos a los heridos tanto de la guerrilla como de la Fuerza Armada, sin ropa. Únicamente en calzoncillo esto para que ni uno ni otro de los bandos nos quitara al paciente. Había momentos en los que encontrábamos a un guerrillero y a un policía lesionado y a los dos los llevábamos chulones, pero ni uno ni el otro sabía que eran. Los poníamos en la misma cama de un pick-up que teníamos y los entregábamos en el hospital Rosales.

 

¿Cuál fue lo más dramático que viste o viviste durante la ofensiva?

Ver morir a una guerrillera que por cierto era hija de un teniente de la Policía Nacional. Ella había sido compañera mía de estudios y toda su familia había sido militar y ella se hizo guerrillera. Ese día empecé a hablar con ella, en eso nos hablaron otros compañeros que habían unos heridos nos movimos quizá como una cuadra, yo le estaba haciendo señas a ella de que al otro lado estaban los soldados cuando de repente vi que le cayó una granada y la destrozó totalmente. Fue impactante, quizá si uno o dos minutos más me hubiera quedado con ella quizá ya no estuviera yo o quizá la hubiera salvado en ese momento. Fue impactante verla como había quedado y ver luego como un soldado le arrancó el corazón. Yo le dije desde la A hasta la Z al soldado.

 

¿No te dio miedo que te matara?

En esos momentos la adrenalina te sube y yo tenía furia en ese momento. Gracias a Dios que no me hicieron nada.

¿Fuera de la guerra, ya en tiempos de “paz” que te ha tocado vivir?

Aquí dentro de Comandos de Salvamento se ven muchos casos, desde un nacimiento hasta alguien que muere de distintas formas. He visto de todo. Un caso que me conmovió, quizá hace como unos 15 años, fue el un accidente de tránsito en la autopista hacia Comalapa, el señor que manejaba iba en total estado de ebriedad, iba con sus dos hijos y a él, no le pasó absolutamente nada. Al señor lo sacamos del carro que ni pararse podía y los dos hijos de él, dos gemelos como de cinco años, estaban atrapados entre los hierros. Uno de ellos nos decía: saquen a mi hermanito, despiértenlo. Los trasladamos al hospital después de liberarlos y cuando iba la ambulancia rumbo al hospital, el niño que hablaba murió.

El otro que iba inconsciente lo entregamos con vida al hospital, no sé si se salvó. Ver la imagen de los dos niños y el papá en estado de ebriedad, que ni sabía que era lo que había pasado fue súper yuca, da coraje. En los terremotos de 2001 también hubo imágenes fuertes, sacamos personas muertas y también con vida. De hecho hace poco me hacía la pregunta ¿cuántas personas habré salvado, y cuántas se me han muerto en mis manos?

 

¿Ha muerto alguien en tus brazos?

Sí. De hecho yo quedé impactado con la muerte de un paciente muy especial para mí: mí padre. En 1993 yo fui a Estados Unidos a graduarme y en 1995 mi papá falleció de un tiro en la cabeza cuando lo traíamos rumbo al hospital con mi hermano. Veníamos dándole los primeros auxilios, pero lastimosamente falleció, y eso marcó mi vida porque no pude salvar a mi padre. Se me metió una situación sicológica que si no pude salvar a mi padre no podía salvar otra vida. Después de que él murió quizá como hasta los seis meses volví a ver un paciente. Siempre iba a los Comandos, pero me hacía el loco cuando había emergencias porque no quería ver a otro paciente porque se me podía morir en mis manos. Estuve en un control sicológico con un médico y gracias a Dios me ayudó.

 

¿Qué le pasó a tu papá?

Lastimosamente él se pegó un disparo en la cabeza, andaba en estado de ebriedad. Él nos manipuló, habíamos tres hermanos en la casa, él andaba tomado y nos mandó a diferentes tareas, y de repente escuchamos la detonación. Cuando abrimos la puerta vimos que mi papá estaba tirado en la cama de mi hermana. Lo subimos a un carro y lo traíamos para el hospital y murió.

 

¿Después de ese hecho te pasó por la mente dejar el uniforme?

Realmente sí. Pensaba en que se me podía morir otro paciente. Quizás si hubiera atendido a otro paciente delicado y se me hubiera muerto estoy más que seguro que me habría salido de los Comandos.

 

¿Qué es lo más frustrante para un socorrista?

Ver a alguien que se te muere, nosotros aunque no lo conozcamos también tenemos sentimientos. Que alguien se te muera te frustra. En algunos accidentes me he cortado al ver cómo queda la gente.

 

¿A cuántas personas habrá salvado Kamala?

No sé. A una gran cantidad. Yo entré a Comandos para servir a la gente y por su puesto sin recibir nada a cambio.

¿Cómo haces para subsistir?

La verdad es que yo en Comandos ya soy empleado, me contrataron después de muchos años de ser voluntario. En Comandos de Salvamento el 95 por ciento del personal es voluntario, solo un cinco por ciento somos empleados a través de un subsidio que tenemos por parte del Ministerio de Salud y de algunas ayudas internacionales de ONG,s que nos apoyan. Entonces ya llevo casi 15 años de ser empleado en los Comandos.

 

¿Qué misión desempeñas?

Aparte de ser motorista, soy el vocero de prensa de la institución. A mí me toca hacer fotos, videos y enlaces con algunas radios.

 

¿Es más peligroso hoy que en tiempos de guerra?

Es más peligroso hoy en día que en el conflicto armado. Hoy hay más emergencia y no sabemos qué tipo de personas nos vamos a encontrar, ya nos han pegado varios sustos.

 

¿Por cuánto tiempo serás Comando?

Hasta que Diosito y la Junta Directiva de Comandos me lo permita. Si algún día me dicen hasta aquí no más, no me iría a meter a otra institución porque mi vida es Comandos de Salvamento y no me veo con otro uniforme que no sea amarillo.