Ulises Martínez, ex marinero: “De marinero se me había dado la locura de coleccionar mujeres por nacionalidad”

Foto por Santiago Leiva

Por Santiago Leiva

“Mire en ese edificio que ve ahí, (esquina sur poniente de la plaza Barrios), tenía un bufete de abogados Max Patricio Brannon, hermano de Carmen Brannon (Claudia Lars). En  la esquina frente al Palacio Nacional estaba la Universidad Nacional y a la par el Correo”.  A sus 75, Don Ulises ya tiene problemas para caminar, la osteoartritis  le obliga a usar bordón y ha hecho lento su movimiento, pero si alguien quiere conocer la historia de antaño, valga la redundancia, del Centro Histórico de San Salvador, los datos e imágenes los atesora con lucidez en el disco duro de su memoria.

En la actualidad el centro capitalino tiene fronteras demarcadas por las maras, pero este es  un territorio que lo marcó y lo conquisto Don Ulises desde su niñez y adolescencia. El conoce cada rincón y qué funcionaba ahí en el San Salvador de antaño. De esos dorados años guarda recuerdos de bares y sitios como el portal La Dalia. Incluso conserva anécdotas de cuando se echaba los tragos con el renombrado y ya fallecido poeta Roque Dalton.

“Le voy a contar algo sobre el restaurante Lutecia.  Allí nos tomábamos los tragos con Roque Dalton. Fíjese que pedíamos un cilindrito de Tic Tac o Espíritu de Caña, pero siempre llevábamos más tragos en bolsas de plástico y nos  lo íbamos a echar en el baño. Una vez un muchacho al que le decían “El Chele”, que era como el jefe de meseros, llegó y le dijo: mirá Roquito, no te voy a decir nada, pero decime donde tienen escondido el trago”, recuerda.

Durante se juventud Don Ulises se dedicó a jugar basquetbol, incluso fue árbitro,  jugó softbol y voleibol en primera; y su espíritu aventurero le llevó a surcar los mares en diferentes cruceros por El Caribe, pero ya en su adultez si sigue siendo el centro capitalino su lugar favorito. Le visita al menos cuatro veces por semana, y sin duda el conocimiento que almacena de la capital añeja y sus constantes visitas le han convertido en un personaje para las nuevas generaciones que habitan la capital. Don Ulises es nuestro personaje de la semana.

 

¿Cuándo se para en la plaza Barrios y ve el Palacio Nacional y la Catedral, que recuerdos se pintan  en su mente?

Lo que me viene a mi mente es como era antes, como ha cambiado. Recuerdo que donde ahora es la Biblioteca Nacional, estaba antes el Banco Hipotecario. Allá en la esquina Sur Poniente era el Hotel Astoria, al otro lado (en  la esquina  Poniente Norte, frente a Catedral) era la Universidad Nacional y luego seguía el Correo.  La Catedral era de madera, pero se quemó un mediodía de 1951. Yo estaba en tercer grado en el Ex Ternado (San  José) y Salimos desde la Calle Delgado y  llegamos hasta la 4ta Calle para ver el incendio.

¿Siente nostalgia cuando vienen esos recuerdos a su mente?

Claro me da nostalgia, pero comprendo que las cosas deben de evolucionar y en alguna medida han evolucionado para mejorar.

He escuchado que usted es un cliente frecuente del Centro Histórico, ¿Cuáles son la historias que  recoge este lugar?

Me iré geográficamente. Donde le dicen hoy Hula Hula era antes el Mercado Central y la gente le dice Hula Hula, pero no sabe porque le dicen Hula Hula…

¿Por qué le dicen Hula Hula?

Le dicen Hula Hula porque después de que se quemó Catedral hicieron un parqueo y en el parqueo  pusieron  unos postes que tenían unos aros, y en ese momento estaba de moda los aros hula que se los ponían en la cintura y  los mantenían en movimiento con  movimientos en las caderas. Por eso le pusieron Hula Hula.

¿La gente venía a bailar a allí con sus hula hula?

No, no,  allí había una cosa que se llamaba “El Amanecer”. Eran unas personas que llegaban en la madrugada a vender comida típica, a vender cervezas y tragos. Ahí llegaban  mariachis y tríos. Se llamaba “El  Amanecer” porque uno  llegaba con sus amigos y se sentaba en la cuneta a tomar y ahí amanecía.  Luego ahí sobre la Primera Av.  Norte, frente donde era la Plaza 14 de Julio, estaba el restaurante “Lutecia”. El  “Lutecia” estuvo donde está ahora el Banco de América  Central en la esquina opuesta a la Plaza Morazán.

Ese es un lugar icónico de San Salvador…

Sí y le voy a contar algo sobre el Lutecia.  Allí nos tomábamos los tragos con Roque Dalton. Fíjese que pedíamos un cilindrito de Tic Tac o Espíritu de Caña, pero siempre llevábamos más tragos en bolsas de plástico y nos  lo íbamos a echar en el baño. Una vez un muchacho al que le decían “El Chele”, que era como el jefe de meseros llegó y le dijo: mirá Roquito, no te voy a decir nada, pero decime donde tienen escondido el trago.  Eso fue hace 40 o 50 años. Luego cuando  Roque estuvo preso en la Penitenciería Central, que era donde ahora es el Fondo Social para la Vivienda, yo estaba en un equipo de basquetbol de Ciudad Delgado y cuando llegábamos a jugar contra  el equipo de reos yo  aprovechaba para llevarle mensajes a Roque.

¿Qué tipos de mensajes eran, de que organización?

No sé qué  tipo de mensajes eran. Le voy a contar algo, en los 60s antes que existiera el Frente, existió lo que se llamaba Partido Revolucionario Abril y Mayo (PRAM), ese fue el primero que tuvo un acto de insurrección violenta porque  puso la primera bomba en el Palacio Nacional. En ese tiempo junto con Pompilio Martínez a mí me capturaron porque andábamos poniendo rótulos de oposición al gobierno en paredes y postes. Nos llevó preso la Policía y ahí en la famosa Celda 18 del Castillo ahí nos tuvieron y de ahí nos sacaron para interrogarnos. Esa vez nos hicieron que nos comiéramos el engrudo de almidón que utilizábamos para pegar.

¿Quién puso la bomba en el Palacio?

Entiendo que gente del PRAM, yo no estuve involucrado directamente en eso.

¿Fue usted amigo de Roque Dalton o solo se echaban los tragos ocasionalmente?

Lo miraba ocasionalmente. Él vía en la esquina de la 2ª., con la 5 de Noviembre, y en la esquina siguiente sobre la 5 de Noviembre quedaba una cervecería que se llamaba “La Ensenada”.  Yo no fui amigo a migo de él, pero siempre teníamos algo de que hablar y nos íbamos a la “Ensenada” cerca de la casa de él, él se tomaba algunos tragos y yo algunas cervezas.

Don Ulises, el portal La Dalia también es un nombre infaltable en las pláticas históricas…

Sí  y le voy a contar algo de La Dalia. Se llama La Dalia porque en la primera planta, en la esquina donde ahora hay una farmacia estaba una venta de telas que se llamaba “La Dalia”, y arriba el billar. Un 28 de febrero de 1977 creo, y por eso hubo una organización que se llamaba la LP-28,. Ese día, a raíz que le habían quitado el gane de las elecciones al coronel Ernesto Claramount nos tomamos la iglesia El Rosario. Como a las 3:00 de la mañana me vine a orinar a La Dalia, orinando estaba cuando  empieza la gran balacera,  como a las 4:00 de la mañana que ya se había calmado llegaron unos camiones a los que le llamaban “Mazinger” y ahí se llevaron los cadáveres. Después llegaron los bomberos a lavar la sangre del parque Libertad.

¿Usted estaba afiliado con movimientos revolucionarios?

No, yo no me afilié nunca a la guerrilla, pero colaboré mucho con ellos en cuestiones logísticas. Yo trabajaba en FINATA y les llevaba material médico y quirúrgico. Manejaba un Jeep y en la llanta de repuesto que llevaba, les llevaba equipo médico y otras cosas que no sabía que eran, pero las llevaba. Yo estuve con FINATA desde 1984 hasta por 1988, trabajaba en registros de la propiedad y me tocaba andar por todo el país. Cuando llevaba esas cosas estaba en La Unión y me tocaba visitar Anamorós, Polorós,  Lislique, el Sauce y Concepción de Oriente que eran bastiones del ERP. El líder era Joaquín Villalobos que era hermano de Rigo Villalobos que fue mi compañero en el Liceo Salvadoreño. Su familia era dueña de la “Tipografía Vanguardia” que quedaba media cuadra al sur del parque Bolívar.

¿Su alma revolucionaria de dónde viene?

De ver las realidades del país.

Pero por los lugares donde estudió, Externado, Liceo Salvadoreño asumo que no tuvo una niñez sufrida…

Tuve una niñez muy  especial, a mí me criaron en buenos colegios a pesar de que mi padre era un empleado público de baja categoría y mi mamá costurera. Cuando estudiaba en el Externado, en el tercer grado, la cuota mensual era como de 8 colones al mes y mi papá ganaba como 60 o 70 colones al mes. Mi niñez fue tranquila. Luego me metí al deporte, jugué baloncesto y cuando ya no pude jugar me quedé de árbitro durante diez años. También jugué softbol y voleibol en primera categoría. Después estudie unos años derecho, pero no terminé, y como quería conocer el mundo me fui varios años a trabajar en el mar.

Interesante o sea fue marinero…

Si, fui marino, y le voy a contar como llegue a ser marino. Yo quise irme para Estados Unidos, por su puesto ilegal, iba para California, y cuando llegué a Ensenada, Baja California, tenía dos día de no comer entonces me fui para el Malecón donde habían unas cafeterías que tenían mesas en la acera. Allí me encontré con dos extranjeros jugando ajedrez, me paré a verlos jugar, me dijeron que me sentara y me preguntaron si quería algo de comer así que pedí un emparedado. De ahí me puse a jugar con ellos y les gané, al final me preguntaron que qué andaba haciendo ahí y me ofrecieron trabajo. Uno de ellos era el capitán del barco. Así fue como entré a trabajar primero en un barco de carga y después terminé en cruceros en El Caribe.

¿Cómo llega a los cruceros?

Pues ya con la experiencia, los cruceros venían a buscar gente aquí y yo aplicaba. Ellos hacían viajes de 14 días por Miami, San Thomas, San Juan, Martinica, Aruba, La Guaira en Venezuela, Curacao, Jamaica y de vuelta a Míami.

¿Cuál es la anécdota que más recuerda de esos viajes?

Viajando en El Caribe me tocó vivir el que se llamó Huracán “Fifí” en 1974. El barco era largo y lo levantaba el agua y después lo dejaba caer como en un hoyo. Recuerdo que en la cubierta principal había almacenes y ventas de licor, y como se cayeron y quebraron las botellas, las alfombras terminaron impregnadas de whisky y todo tipo de licor.

Imagino conoció muchas chicas extranjeras ¿tuvo un amor en cada puerto? Jajaja…

Novias no, unas cuantas “amigas” cuando llegábamos a los puertos sí, porque se me había dado la locura de coleccionar las mujeres por nacionalidad y hasta las iba anotando en un cuaderno.

Jajaja era un marinero coleccionista de mujeres

Podemos llamarle así, la verdad es que en realidad así era la cosa, pero era sin compromisos y el mar de presta para eso. Incluso hay un dicho que dice que los marineros tienen en cada puerto un amor.

Jajaja y usted aplicó el dicho jajaja…

Definitivamente. En la Guaira tenía una amiga que la visitaba cada 14 días, pero no eran conquistas, eran relaciones más comerciales jajaja. Una experiencia que tuve fue que en Singapur se le arruinó el motor al barco, tuvimos que esperar una semana que llegaran unos repuestos de Alemania y con un compañero Yugoslavo nos fuimos a una islita, alquilamos un búngalo y estuvimos como con seis chinitas.

Bueno ha sido marinero y ha trabajado como jurídico ¿qué más ha hecho?

Fíjese que más que todo he trabajado en el campo jurídico y todavía trabajo porque desgraciadamente he tenido dos problemas básicos: he sido independiente y no miento ni para salvar mi vida, y eso es malo en los trabajos porque uno tiene que hacer lo que dicen.

No miente para salvar su vida ¿nunca ha mentido?

Pude haber mentido, pero ahora por mis convicciones, que no son religiosas porque soy ateo, no miento y he tenido problemas graves por eso.  Por ejemplo yo siento que esta problemática delictiva que tenemos, se debe en parte a que los salvadoreños nos hemos hecho maricas. Hay un egoísmo tal que si a alguien que está a la par  le pasa algo y después nos pregunta la policía decimos que no vimos porque estábamos viendo para otro lado.

¿Hay gente que tiene miedo venir, usted con qué frecuencia visita el Centro Histórico?

Vengo como mínimo cuatro días a la semana. Paso  bastante en unas bancas que están ahí por el Cine Metro…