Miguel Ángel Serrano, lutier y agro productor: “Si a los niños en vez de celular le diéramos un violín, una guitarra, tendríamos mejores músicos”

Foto Leo Alvarenga | El Metropolitano Digital

Por Santiago Leiva

Al interior, apenas se hacía escuchar una melodía instrumental que parecía debatir con el concierto de reggaetón que daba la lluvia al caer sobre el techo de lámina que cobija con recelo los experimentos y expresiones artísticas de Miguel Ángel Serrano.

La pequeña “champa” techada y forrada con lámina, sentada sobre la orilla de la carretera que conduce a Suchitoto, es el centro de operaciones donde Miguel elabora  su agente biológico contra las plagas y  fabrica los famosos “Charangos Torogoz”.

“Mi oficina es acá. Esta casa de lámina es mi oficina, es mi centro de investigaciones, mi laboratorio y mi taller. Mi familia no vive aquí, vive en Soyapango, pero yo aquí tengo todo. Aquí es donde fabrico los instrumentos, aquí investigo y leo para la agricultura”, dice Miguel Ángel.

Él, vivió parte de su niñez en el campo, pero con la llegada del conflicto armado tuvo que migrar hacia Soyapango donde se emparentó desde su adolescencia con un instrumento de cuerdas llamado charango. Hoy en “tiempos de paz” Miguel Ángel ha vuelto a sus raíces: la agricultura, pero lleva de la mano la fabricación de charangos “oficio” que desarrolla y aprendió hace 33 años. De ahí que contiguo a su laboratorio-taller ha creado invernaderos para cultivar chile verde, chile habanero, y tomates, mismos que riega y protege con un agente biológico que el mismo ha creado y produce para favorecer la salud de las personas.

“Después de ver una serie de documentales de compañías que elaboran agentes químicos y los daños que estos producen sobre los humanos había que buscar una solución, porque cada vez que nosotros producimos le estamos inyectando veneno a nuestra gente y había que hacer un poco de conciencia y comenzar a producir y vender sin contaminar. Nosotros ahora producimos sin necesidad de usar agentes químicos”, dice.

“Los agentes químicos son los principales contaminantes no solo de los suelos y el medioambiente sino que también produce enfermedades terminales en muchas personas, mucha gente se muere en los hospitales por eso”, advierte. Como lutier (persona que se dedica a reparar y elaborar instrumentos musicales), Miguel Ángel, hasta el año pasado, solo fabricaba charangos, pero hoy ha extendido su producción a guitarras, violines, ukeleles, timple canario y jaranas del son jarocho. Es produciendo la tierra y fabricando instrumentos musicales como este salvadoreño, que surcó los mares de caribe como lava platos de un crucero gringo, se gana la vida y lleva el sustento a la familia hoy día. Antes de la entrevista termina la lluvia, la música, su música instrumental, ya sale con claridad de la habitación, mientras el advierte su oposición al reggaetón.

“Yo pienso que a los niños en vez de regalarles un teléfono sería mejor darles un instrumento musical y eso cambiaría mucho a nuestra sociedad. Imagínese que ahora una gran parte de la juventud escucha reggaetón todos los días y para mí el reggaetón no es un género musical, es bulla nada más”, expresa. Miguel Ángel Serrano es mi personaje de la semana.

 

Fue marinero, ahora trabaja la agricultura y a la lutería ¿qué le apasiona más?

Es una pregunta bien difícil de responder, pero digamos que me gustan las dos principales que hago ahorita: la agricultura y la lutería. Me gustan ambas porque puedo interactuar y estar en dos escenarios cada día. Lo que al final me llena es la satisfacción de lo que yo pueda hacer con las dos profesiones. La lutería porque puedo fabricar, puedo restaurar y con la agricultura puedo poner en práctica nuevas ideas y cada día acercarme a lo que yo quiero. Quiero ser  un agricultor 100% orgánico. Esa es mi meta final.

Sospecho que le huye al trabajo en oficinas…

¿A las oficinas?, no, no, no me gustan las oficinas. Mi oficina es acá, esta casa de lámina es mi oficina, es mi centro de investigaciones, mi laboratorio y mi taller. Es todo.  Mi familia no vive aquí, vive en Soyapango, pero yo aquí tengo todo. Aquí es donde fabrico los instrumentos, aquí investigo y leo para la agricultura. Aquí he impartido hasta charlas.

Y si le obligaran a escoger entre la agricultura y la lutería ¿con cuál se queda?

Me es difícil, pero quizá prefería la lutería.  Porque la lutería es un mundo muy amplio como  la agricultura, pero la ventaja es que en la  lutería no necesitas grandes extensiones de propiedad para poder desarrollarla, y la mente se expande más.

¿Por qué cree que  la lutería y la agricultura son profesiones y no oficios?

Porque cada día hay nuevas cosas por hacer y es un compendio de mucha información. La agricultura es demasiada amplia, está el control de plagas, el control de enfermedades, el control de los fertilizantes, no es jugar a solo tirar el abono. Yo tengo que aprender a saber qué es lo que mi planta necesita, que es lo que come cada día. Y en la lutería yo tengo que saber que barnices puedo aplicar y que barnices no, tengo que saber de maderas, conocer los timbres para saber que tipo de instrumento me puede funcionar con esa madera. Son profesiones realmente.

Usted nació en el campo,  creció en la ciudad, pero trabaja en el campo ¿se ve más como campesino como un agricultor, o como citadino?

Yo creo que la palabra correcta debería ser agro productor. Lo que pasa que campesino es una palabra satanizada acá en el país. La gente piensa que el campesino es una persona que no es letrada, que no sabe nada de nada. Al campesino siempre lo han visto así como una persona sencilla. Voy usar el término, y es feo decirlo, pero al campesino siempre lo han visto como una persona ignorante y eso no es cierto porque el campesino es el que produce la tierra, más sin embargo yo no me considero un campesino sino un agro productor.

¿Por qué, que le diferencia?

Porque aparte de producir he investigado mucho y eso me ha facilitado que a pesar que no tengo una profesión (universitaria en agronomía) he llegado a un nivel que puedo entender la profesión como tal.

Acá usted tiene su taller de lutería y contiguo un invernadero ¿cómo nace el proyecto del invernadero?

Vinimos de la ciudad buscando  que poder desarrollar y se nos ocurrió adquirir una propiedad con la idea de hacer una casa y venirnos de la ciudad, pero luego pensamos que era un lugar al que también se le podía sacar provecho al suelo. Entonces el primer año decidimos sembrar chile (verde) y lo hicimos a campo abierto. Después comenzamos investigar y llegamos a los invernaderos. Llegamos a los invernaderos porque en una siembra que hicimos nos fue re mal, la planta se nos llenó de enfermedades: tuvimos problemas con la mosca blanca y los ácaros, pero la mosca blanca fue nuestro peor enemigo y nos dejó jodidos. Así que comenzamos a buscar ayuda, primero hicimos micro túneles, luego macro túneles, después pasamos al mini invernadero y luego hicimos los invernaderos. Así llegamos.

Me contaba fuera de grabación que ustedes producen su propio insecticida…

Sí, después de una investigación yo llegué a la conclusión que podemos producir sin llegar a la necesidad de usar agentes químicos. Los agentes químicos son los principales contaminantes no solo de los suelos y el medioambiente sino que también produce enfermedades terminales en muchas personas, mucha gente se muere en los hospitales por eso. Nosotros ahora producimos sin necesidad de usar agentes químicos.

¿Cuál fue el proceso para llegar a su fórmula, para llegar a su propio bio insecticida?

Bueno no solo lo inventé yo, fue idea conjunta con un ingeniero agrónomo de Argentina, y la Universidad de Almería, España. Después de ver una serie de documentales de compañías que producen agentes químicos y los daños que estos producen sobre los humanos había que buscar una solución, porque cada vez que nosotros producimos le estamos inyectando veneno a nuestra gente, a nuestro país, a nuestros compatriotas entonces había que hacer un poco de conciencia y comenzar a producir y vender sin contaminar. Y una de las razones principales que nos llevó a investigar fue que si fumigábamos hoy ya no podíamos vender mañana, teníamos que esperar 72 horas y todavía esos productos al cortarlos  tenían residuos de insecticidas químicos.

¿Qué es lo que ha inventado realmente?

Una formulación derivada de los aceites de las olaracias combinados con jabón de manos, y esa dosis es la solución madre  para aplicarlos directamente a los cultivos. Y con eso no le causamos daño a la planta, no nos causamos daños nosotros, y el insecto muere no por envenenamiento ni por ingestión sino porque deja de comer.  Con este agente biológico lo que hacemos que lo aplicamos, le cae al insecto, le derrite el escudo protector y el insecto muere por tres razones: porque no tiene protección, no puede caminar y deja de comer.

¿Imagino analizó que tipo insectos había en la zona?

Exactamente.

¿Cómo fue ese proceso?

Eso logra poniendo una cinta amarilla, porque el color amarillo es color predilecto de todos los insectos. Entonces se pone una cinta amarilla con goma y los insectos llegan y quedan pegados y así se conoce que tipo de insectos hay y que es lo que más tenemos. En todo el país lo que más tenemos es mosca blanca.

¿Cuál es el nombre que le ha dado a su creación, a su bio insecticida?

“Biocan”

¿Lo va a patentar?

No porque es bien difícil aquí en el país. Hay dos compañías que venden productos químicos que nos querían ayudar, querían la formula, pero me dijo mi amigo argentino que dársela a ellos es como regalárselas, así que mejor lo sigo vendiendo sin patente.

¿Ya está a la venta?

Ahorita no, ahorita estoy en el proceso de que lo pruebe la gente. Está en fase de prueba.

¿Usted se crio en esta zona (Istagua)?

No, yo me crié en Suchitoto. Cuando era pequeño viví en Montepeque que es jurisdicción de Suchitoto, y  creo que fue la época más linda de mi vida. Vivía en el campo, en paz y no había todos estos desmadres que hay ahora. Tenía una vida soñada, en la casa habían vacas, gallinas, cultivos de maíz, cultivos de arroz, maicillo.

Viene de familia acomodada…

Jajaja. Quizá así como que tuviéramos millones no, pero digamos que teníamos una vida tranquila donde nunca faltó la comida, no teníamos carro, pero había una carreta. Digamos que teníamos lo básico, había energía eléctrica, teníamos un refrigerador, un televisor.

¡En ese tiempo!

Sí, en ese tiempo. Había comida todo el tiempo y mis papás nos dieron educación a todos.

¿Hasta que edad vivió ahí?

Hasta 1979 0 1980 más o menos. Nos salimos porque empezó la emigración por la guerra civil. Nosotros nos fuimos a Suchitoto y vivimos ahí como año y medio; y cuando encrudeció más la guerra nos fuimos a Soyapango.

¿Cómo y cuándo es que llega a sus manos la primer guitarra y la luz para fabricar charangos?

Ahí por los años 1983, 1984 yo tenía amigos que tocaban guitarra y quise aprender a tocar yo también. Mi papá me compró mi primer guitarra y empecé a aprender, pero lastimosamente no fui a una escuela porque inclusive hasta el día de hoy muchos padres quieren que sus hijos sean abogados, ingenieros, pero nunca músicos porque se dice que de músico no se come en este país, cosa que no es tan cierta porque al final si se come de la música.

¿Usted come de la música?

Yo como de la música. Si no hubiera músicos no fabricaría instrumentos. Pues volviendo a la historia, en 1985 hubo un festival folclórico, se presentaron grupos folclóricos del país y ahí conocí el primer charango. Era uno hecho del caparazón de un armadillo y me llamó mucho la atención, de todos los instrumentos que vi el que me llamó la atención fue ese y cuando terminó el festival me acerque al dueño del charango, me lo prestó y ahí vi la dirección de quien lo fabricaba: decía Charangos Orlando Moz. Era de aquí de Soyapango el señor y yo como era un niño pensaba que Orlando Moz sería un viejillo amargado, pero fui donde él, toqué la puerta y aparece Orlando, era joven, tenía quizá como 32 años en ese tiempo. Me invitó a pasar y luego me permitió seguir llegando. Yo llegaba los domingos.

¿Qué pasó luego?

Pues un día yo le dije a mi papá que quería comprar un charango, y él me dijo: ya probaste con una guitarra y no aprendiste; luego pues  le conté a Orlando que quería comprar un charango con la esperanza que él me dijera: aquí está uno llévatelo, pero lo que me dijo fue: ¿tú quieres un charango?, sí le respondí. Entonces me dijo: aquí esta la madera y te vas a hacer tu primer charango vos.  Yo en ese momento lo único que sabía manejar era una máquina de escribir. Pues lo empecé a trabajar y creo que lo hice como en dos meses, fue mi primer charango y era de madera de nogal por cierto. Al nomás terminarlo yo emocionadísimo se lo llevé a mi papá para enseñarle mi primer charango. Lo agarró y me pidió que lo afinara. El tocaba requinto y me dijo: no hijo dedícate a otra cosa este instrumento suena horrible. De la música jamás va a comer usted hijo, olvídelo.

¿Qué hizo el charango?

Pues como a los dos días vino un señor de los Estados Unidos, y yo salía a tocar todos los días con mi charango, me lo vio y ofreció comprármelo. Te voy a dar $200 dólares me dijo y yo se lo vendí. En ese entonces los charangos valían como 150 colones. De ese dinero me fui a comprar un serrucho, un cepillo… estaba emocionado de haber vendido mi primer charango y a partir de ese día empecé a fabricar, pero luego vino la ofensiva de 1989, y yo dije ya no voy a volver a fabricar porque ya nadie buscaba charango. Y luego en 1990 vino la universidad y había que ir a la universidad porque mis papás no querían que yo dejara de estudiar.

¿Terminó la universidad?

No, no la terminé. Yo quería estudiar en la UCA ingeniería agronómica porque era mi pasión. Quería ser agrónomo, pero ese año que estaba yendo al pre curso de la UCA murió mi papá. Murió mi  papá y en esos días vino un amigo de Estados Unidos y me habló de la oportunidad de poder trabajar en unos barcos en Estados Unidos, y me fui a trabajar a los barcos cruceros.

¿Qué tal es el trabajo en crucero?

Es mucho trabajo. Yo tenía un turno que entraba  de 4:00 a.m. a 12:00 de la noche todos los días, de domingo a domingo. Viajamos de Estados Unidos al Caribe y Sur América. Íbamos a varias islas del Caribe.

¿Cuál era su misión?

Lavar platos. Y como joven había energía para trabajar…

Billetes y chicas también jajaja

Billetes, chicas y todo. O sea con dinero aplanas hasta los cerros jajaja. Ahí estuve dos años y cuando estábamos por iniciar el tercer año se acabó el trabajo. Y se acabó porque mucha gente ocupó ese medio para viajar y quedarse en Estados Unidos.

¿Tuvo experiencias amorosas con las chicas del crucero?

Amorosas en Venezuela porque  ahí hay para escoger y sacar la mejor raza del mundo.

¿No sacó raza?

Jajaja no, hasta ahora que yo me acuerde no. Si conocí colombianas, venezolanas y estadounidenses… es que las mujeres que trabajaban en el barco todas eran oficiales no es que las iba meter a la cama así tan fácil.

¿Cuándo vuelve los ojos al charango nuevamente?

Cuando vine (de los cruceros) me fui a trabajar a la embajada de Los Estados Unidos, luego se acabó el contrato ahí y me fui a trabajar a un restaurante de comida italiana. Después en 1995 me fui a trabajar a otro restaurante, pero de repente se termina el trabajo, me quedé en el aire y comencé a fabricar charangos nuevamente y desde entonces ya no volví a parar.

¿Se ha quedado solo fabricando charangos o ya amplió la gama?

Digamos que durante 33 años fabriqué solo charangos. Hasta el año pasado fabricaba solo charangos, pero luego surgieron nuevas ideas, nuevos retos. Un cliente que es mi amigo que vive en Los Ángeles me pidió que fabricara otras cosas y así fue como fabriqué la primer “Jarana del Son jarocho». Hoy me ha pedido un “Ukelele” y se lo estamos haciendo. También me ha pedido cuatro violines y ya tengo los prototipos y los diseños. Los violines serán para niños de una escuela sinfónica de aquí en El Salvador. Mi amigo se interesó en ellos y me pidió que hiciera esos cuatro violines que él los va a pagar. Ese fue un gesto que me motivó a tal grado que yo digo que a un niño en vez de regalarle un celular porque no le regalamos un instrumento musical.

¿Cambiaría la sociedad salvadoreña sin en vez de regalar celulares se les dota de instrumentos musicales a los niños?

Claro que sí. Antes que existieran los teléfonos celulares teníamos una vida más bonita porque la gente aprendía música, tocaba música y éramos más libres. Ahora todo mundo pasa prendido en los teléfonos. Yo pienso que en vez de regalarles un teléfono sería mejor darles un instrumento musical y eso cambiaría mucho a nuestra sociedad. Imagínese que ahora una gran parte de la juventud escucha reggaetón todos los días,  yo pienso que si a los niños en vez de celular les diéramos un violín, una guitarra, tuviéramos mejores músicos en este país. No tuviéramos gente tocando música de ese tipo. Para mí el reggaetón no es un género musical, es bulla nada más.

¿Cuántos instrumentos produce al año?

El año pasado quizá fabriqué unos 30 charangos, quizá a razón de dos mensuales. Creo que el mejor año de mi vida ha sido este porque hasta ahorita ya fabriqué 35 charangos.

¿Qué cuesta la fabricación de un charango y cuál es su precio?

Depende de las clases de maderas, los adornos y los gustos musicales. Hay gente que dice yo quiero un charango para aprender, entonces se le hace un charango de estudio, otro dice yo lo quiero para tocar se le hace  uno profesional, otro dice yo quiero uno full, personalizado. Según el cliente lo quiere los precios van desde $350 hasta 600 dólares.

¿Tiene su charango personal?

No, es que yo dejé de tocar hace un montón de años, me convencí de que yo no tenía talento para ser músico.

En casa de herrero cuchillo de palo…

Jajaja, siempre digo voy a hacer este charango y me lo voy a quedar, pero de repente viene un cliente y termino vendiéndolo.

¿Su sueño cuál es?

Mi sueño antes de morir es que en este país queden nuevas generaciones haciendo no solo charangos sino diferentes instrumentos musicales. Quiero fundar una mini escuela donde la gente aprenda a fabricar instrumentos musicales. Aquí los lutieres se acabaron, hemos quedado unos poquitos. Fabricantes de charango creo que solo existimos cinco.

¿Usted tiene viñeta de fabricación?

Sí. ”Charangos Torogoz”, pero estoy en proceso de cambiar el nombre porque en Estados Unidos no logran identificar que es un torogoz.

¿Tiene discípulos en esta profesión?

Eso quisiera, pero la gente prefiere el teléfono. La juventud no quiere aprender y es triste decirlo.

¿Sus hijos pueden fabricar charangos?

A mis hijos les dije que antes que yo me muriera quería que hicieran un charango cada uno, y lo hicieron. Los dos tienen dotes para hacerlo pero no quieren hacer eso.