Moisés Umaña, artesano y artista plástico: “En mi niñez anduve como vagabundo, como mendigo”

Por: Santiago Leiva

 A Moisés Umaña no lo dejaron en un río sobre una canasta como al Moisés bíblico, pero ha caminado por el desierto de la soledad y ha  vivido su propio  éxodo durante sus 40 años de vida.

Al morir su abuela, con pocos años de nacido, su madre se marchó y nunca más la vio. A su padre nunca lo conoció y su abuelo postizo, que era quien le daba el cariño y la atención que necesitaba, como niño ocho años, murió soterrado en el terremoto de 1986. Es a partir de ahí que su vida se vuelve un calvario, un tormento que le llevó a pasar por varias manos para arribar a la “tierra prometida” que no fluye leche y miel, pero que le permite hoy disfrutar de la vida: como artesano, fotógrafo y artista plástico.

“En la vida uno sufre antes o sufre después a mí me tocó sufrir durante mi niñez y mi juventud” dice Moisés. Y no es que viva una vida en la abundancia pero ama la artesanías que es el oficio que le da el sustento diario, la cámara con la que emprende sus caminatas por el Centro Histórico de San Salvador y los pinceles que le han llevado a incursionar en la pintura. Fue entre los 14 y 15 años que Moisés comenzó a conocer las letras de forma oficial en escuela nocturna, pero no tardó mucho en buscar el método para forjarse un destino que le permitiera salir del anonimato.  “Yo escribía pensamientos, cositas parecidas a poemas.

Un día decidí darle más valor a los es escritos y con unos amigos nos organizamos para hacer un grupo que tocara música propia. Comenzamos con ese proyecto pero ellos eran dos hermanos guatemaltecos y por circunstancias de la vida ya no se pudo. Puya dije yo se me va otro sueño de querer ser alguien porque en los estudios ya no podía y la música se me iba también” afirma al recordar que ser músico es uno de sus sueños frustrados. Fulminado ese sueño Moisés apostó de lleno por las artes plásticas y es acá donde ha encontrado un nicho de expresión donde apuesta por el abstracto figurativo. Moisés no es un maestro de pedagogía, ni siquiera culminó el noveno grado, pero sin duda es un maestro de la vida. Él es mi personaje para cerrar el mes del maestro.

 

Como el Moisés de la Biblia, entiendo que tu vida ha sido un éxodo, ¿cuánto tiempo duró el éxodo Moisés Umaña?

He vivido momentos buenos y momentos malos, pero la vida al final es bonita porque no puede ser ni solo buena ni solo mala. Mi niñez y juventud fue durísima, es hasta hoy grande que me ha compensado la vida de todos los sufrimientos que tuve de pequeño y en mi juventud. Yo tengo 40 años y te puedo decir que empecé a vivir la vida un poco más relajada de los 30 años para acá.

¿Fue tan dura tu niñez y adolescencia?

Sí. Te lo resumo. Mi familia era una familia pequeña: un abuelo, una abuela, un tío y mi Mamá. Ese abuelo del que te hablo era el padrastro de mi Mamá y mi tío, y no mucho se entendían. Estaban unidos únicamente por mi abuela, pero mi abuela murió de cáncer y yo pasé una etapa bien traumática porque ella no podía morir porque como que presentía el futuro que me esperaba. A morir la abuela la familia se desintegró. Mi Mamá se fue, mi tío también y como y tenía apego con mi abuelo me quedé en la casa con él. Vivía un tiempo con él y otro con el mí tío. En 1986 para el terremoto, él estaba descansando aquí cerca de La Lotería y ya era su día ahí porque ahí murió, ahí perdí mi otra ala porque yo con mi abuelo aunque era postizo yo era feliz porque él era paciente y mi tío era rústico. Ese tío trabajaba en construcciones y me dejaba encerrado con llave en la casa que él alquilaba. Después de eso vinieron unos familiares de San Vicente me dijeron que me iban a llevar al campo y me iban a poner a estudiar, pero ya estando allá me dieron trabajo de cuma, de cultivar y aprender a cuidar ganado.

¿Qué edad tenías?

Tenía ocho años más o menos porque soy de 1978 y estamos hablando de 1986. Entonces ya estando allá los tíos solo trabajo y trabajo me ofrecían. Y como eran alcohólicos se descuidaban de las milpas y en las zumbas se robaban sacos de maíz o lo que pudieran para seguir su zumba y a mí me castigaban porque decían que yo les ponía el dedo. Me castigaban con aciales, los metían en un barril para mojarlos y de esos nudos que tenían los aciales tengo un mal recuerdo. Me pegaban sin motivo y hubo un momento que ya no soporté y escapé de la casa.

¿Para donde te fuiste?

Sin rumbo, anduve huyendo y me fui a meter a una casa, pero me encontraron. Esa vez me humillaron y por todo el camino cortaban de unos bejucos que le llaman “chupa chupa” y los deshacía en mi lomo.  Cuando llegamos a un placita, como uno era militar, me puso a hacer pechadas y flexiones con piedras.  A él quizá lo castigaban en el cuartel y con migo se desquitaba. Esa noche solo espere unas horas y antes que amaneciera me fui a huir al monte. Me habían metido que me iban a ir a buscar con la policía con los soldados y pues anduve huyendo y durmiendo en el monte. Comía guayabillas porque ahí no había ni siquiera guayabas, no había frutas. Eran sectores espinosos en San Vicente y pasé un buen tiempo viviendo así.

¿Qué tiempo soportaste esa vida, eras un niño?

No sé, ahí no tenía noción del tiempo, pero debieron ser meses.

¿Cómo hacías con la ropa, no te cambiabas?

No me interesaba, lo que me interesaba era huir. Estar lejos de esos castigos, de esas humillaciones.

¿No ibas a pedir comida a las casas?

No, hubo tiempos en que hasta me dolía el estómago porque no encontraba ni siquiera guayabillas, pero recuerdo que había unas milpas en “jilotes” y eso comía, pero era tanto el hambre que no me hacía daño. Más adelante llegué a un cantón y encontré una casa donde miraba que se reunían muchos niños a jugar. Eso me llamó la atención y me acerqué a jugar con ellos, pero a la hora que las mamás los llamaban para que fueran a comer todos se iban para sus casas y yo me iba para el monte a pasar el tiempo mientras los niños regresaban otra vez a jugar. Para ese entonces quizá tenía entre nueve y diez años. Frecuente esa casa por mucho tiempo y  noté que tenía dos patios, en uno había una carreta y sacos de granos. Así que como los perros ya me conocían y no me ladraban, se me ocurrió llegar a dormir ahí. Esperaba que todos se durmieran, que apagaran las luces y llegaba a dormir debajo de la carreta, pero procuraba despertar en la madrugada antes que ellos se levantaran como las 4:00 de la mañana me iba, dejaba todo ordenado de nuevo para que no notaran y regresaba cuando los niños llegaban a jugar.

¿En qué zona de San Vicente era?

En un cantón que se llama San Jacinto.

Imagino te miraban la misma ropa ¿no te regalaban?

No, en ese tiempo andaba como vagabundo, como mendigo. Andaba sin zapatos y sin nada. Los zapatos que tenía ya se me habían acabado.

Vivías como mendigo

Si realmente era eso. En mi niñez andaba como méndigo. En esa mima casa que te cuento noté que tenían mozos, vi que les llevaban almuerzo y desayuno; y les pedí que me dieran trabajo no para que me pagaran si no para que me dieran comida. Como estaba chiquito, lo que quería que me dieran el desayuno y el almuerzo, el pago no me interesaba, lo que me interesaba era comer. Pues alguien notó que salía del monte y me dijeron los dueños de la casa que no me iban a pagar, pero que me darían ropa, comida completa y un cuarto donde dormir, que trabajara para ellos. Ahí me salvaron de andar de vagabundo.

¿Qué tiempo te quedaste con ellos?

Estuve como hasta los 13 o 14 años.  Ellos me trataban súper bien, creo que fue un oasis que me puso la vida, pero mi idea nunca fue vivir en el campo. Yo nací en la ciudad y mi idea siempre fue venir a la ciudad, pero desconocía todo, no sabía cómo venirme.

¿Tenías 14 años, no sabías leer ni escribir todavía?

Nada, yo estaba perdido en eso, pero yo no perdía las esperanzas de venirme de ahí no porque estuviera mal sino porque anhelaba venir a la ciudad. Una vez me enfermé y me llevaron al hospital de San Vicente, pero como estaba lleno me trajeron al Hospital Rosales. Ahí habían dicho el día que me iban a dar de alta y ellos iban a venir por mí, pero como se llenó el hospital me dieron el alta un día antes y de ahí me escapé y me fui a buscar al tío, y fue así como me quedé en la ciudad. Mi tío me llevó para donde otra familia y comencé a estudiar en la nocturna.

Primer grado…

No como era en la noche me metieron como a cuarto grado. Ya estaba como de 15 o 16 años y parece que estudiaba tercero y cuarto de una vez.  Ya noveno grado ya no lo alcance a sacar porque eran aquellos tiempos en que la gente se perdía. Quise retornar uego, pero me mataron el impulso. Después me nació la inquietud de las artes plásticas porque quería ser alguien, no quería ser un fantasma porque fíjate que hasta los 16 años era un niño que había empezado a aprender no solo las letras sino también  las vivencias en la ciudad, conocer las calles, los edificios… era como empezar de cero.

¿Esa búsqueda de querer ser alguien a que te lleva?

Fíjate que yo escribía pensamientos, cositas parecidas a poemas. Un día decidí darle más valor a los es escritos y con unos amigos nos organizamos para hacer un grupo que tocara música propia y comenzamos con ese proyecto pero ellos eran dos hermanos guatemaltecos y por circunstancias de la vida ya no se pudo. Puya dije yo se me va otro sueño de querer ser alguien porque en los estudios ya no podía y la música se me iba también.

¿Vos escribías las canciones?

Sí y hacía los arreglos  musicales de las composiciones también.

En serio…

Sí aprendí a tocar un poco de cada instrumento para llevar la tonada. Yo comencé a aprender a tocar de forma auto didacta, pero después me fui a una academia a aprender primero guitarra, después el bajo y luego un poquito de teclado y batería. Estuve como tres meses en cada instrumento, pero mi idea no era aprender a fondo si no un poco de cada uno de como ejecutarlo para poder hacer arreglos.

¿Y quién iba a cantar en el grupo?

Pues a mí me gustaba escribir las canciones y había otro chamaco que tenía buena voz. Cuando vi que no pude con la música se me metió la idea de las artes plásticas, de la pintura, y comencé a pintar auto didacta hasta con un clavo me acuerdo que comencé  a pintar con pinturas sobrantes.

¡Comenzaste a pintar con un clavo!…

Sí empecé a pintar con un clavo con pintura de pared de esa corriente. Es que no sabía que era un pincel porque aunque ya era grande me estaba integrando todavía a la ciudad.

¿Cuál fue tu primer cuadro?

Fue un sol sobre algo rustico, era mi primera prueba, pero poco a poco fui explorando sobre la pintura, donde vendían los pincel y los materiales. A todo eso yo seguía con la idea de tirarme como cantautor, no quería darme por vencido porque tenía las letras de las canciones y sabía tocar así que di como dos recitales, pero ya no seguí porque yo lo que quería era un grupo, sentir familiaridad quizá porque fue algo que nunca tuve durante la niñez. También me di cuenta que no podía llevar las dos cosas porque no avanzaba en ninguna ni la otra y además no tenía para invertir en las dos cosas.

¿Y mientras buscabas ser músico y pintor como te sostenías, que hacías para vivir?

 Trabaja en algo que era como un bazar, un kiosco donde vendían artesanías al por mayor. Estuve ahí como nueve años o diez, y en esos diez años es que yo tuve tiempo para practicar las dos cosas y de ahí ganaba para comprar los instrumentos y manuales para pintura. Después ellos se retiraron del negocio, eran de Guatemala, y yo logré aprender el oficio de artesano.

¿Qué hacías?

A prendí a hacer bisuterías, pulseras, collares, aretes…pero como quizá por lo de la música me llamó la atención hacer como una línea de brazaletes roqueros. Así que desde esa fecha hasta ahora sigo trabajando en lo mismo.

Al final dejas la música y te quedas en la pintura…

Sí, porque practicaba la pintura, la música y hacía la artesanía. Eran tres cosas una para subsistir y dos sueños. Al final tuve que inclinarme por el sueño de la pintura porque no necesitaba más que un par de pinceles y tener un tiempito. Y parte quizá me motivó que algunos de mis trabajitos en pintura me los compraban.

¿Qué cuadros eran?

Se suponían que eran paisajes, la gente los veía bonitos. Yo los hacía en unas tablitas que recogía de la basura. Antes de llegar a la casa yo pasaba por una carpintería, ahí tiraban tablitas y yo las recogía, las lijaba y ahí pintaba.

¿Qué tipo de pinturas haces?

 Desde el principio yo sentí atracción por la pintura abstracta. Pero no abstracto no solo mancha, sino transportar una idea, un sueño, un mensaje.

¿Plasmas tu sufrimiento de niño, de adolescente en tus pinturas?

No, no tanto, lo recuerdo para no olvidarlo pero yo pienso que uno sufre antes o después y yo sufrí de niño y en mi juventud.

¿Vendes cuadros, vives de la venta de cuadros en la actualidad?

Del todo no, yo estoy enfocado en aprender más, en conocer más las técnicas, pero si se puede vender del arte aquí. Yo he vendido pinturas de $200 dólares y lo curioso es que fueron de esos cuadros abstractos que la gente dice y eso que es.

¿Tienes marcado ya tu propio estilo?

A un no, pero voy en ese camino de buscar mi propio estilo, quizá lo mío sería como un abstracto figurativo porque hay figura.

¿Te consideras un pintor profesional?

No, estoy en esa búsqueda. Uno se puede considerar pintor profesional hasta cuando muere, mientras tanto uno sigue aprendiendo nuevas ideas y nuevas tendencias.

Para pintar se necesita dibujar ¿cómo y dónde aprendiste a dibujar?

 Empecé practicando con folletos, pero después fui a unos cursos libres en el CENAR sobre figuras humanas.

Moisés en toda esta historia no aparece ni tu Papá ni tu Mamá ¿Qué fue de ellos?

De mi Mamá desde chiquito que se murió mi abuela nunca supe y a mi Papà nunca lo conocí. Hace unos años me encontré con una señora que había sido pareja de mi Papá, ella sabía donde vivía y le hice llegar a él que nos viéramos, pero como que a él no le interesó, no se acercó. Yo no lo quería conocer por interés, era más una curiosidad, pero no se dio. De repente se murió y ya no pude conocerlo. De mi Mamá aún no sé nada de ella, no sé sí está viva.

¿Quizá seas huérfano?

Realmente sí. No sé cómo lo llamaría yo si el rescatado de la calle o de la vida. Lo que ahora me llena de felicidad es que he conocido personas a las que les apasiona lo mismo, y uno se va dando cuenta que no está solo, que tiene esa hermandad.

Me decías anteriormente que en la vida se sufre antes o después ¿eres feliz?

La verdad es que sí y lo digo con seguridad. Comparado con lo que viví nada que ver con hoy. Es como que la vida me haya compensado al final.