Las mujeres propiedad del estado

Un país con una doble moral

Hombre, mujeres, políticos, instituciones de gobierno y hasta religiosas condenan y se dan golpes de pecho frente al tema del aborto, mujeres que han pasado por esto (de forma voluntaria o involuntaria y que provienen de la clase más baja del país) pagan penas exageradas en prisión.

Sin embargo si te robas 300 millones de dólares, después que te eligieron como presidente y dejaste sin comida, escuela y medicinas -lo que llevó a la muerte a cientos de salvadoreños y es un asesinato también –  solo pagas 5 o 10 años de prisión.

O también puedes participar en una red de corrupción, apropiarte del dinero público e ir a otro país y argumentar que eres un “perseguido político” obtener otra nacionalidad y evadir así toda responsabilidad.

En cuestión de justicia por aborto, al igual que en el acoso sexual, relaciones extramaritales, maltrato, y todo lo que tenga que ver con la violencia de género, hay un solo culpable: la mujer (“El demonio”).

La que no decide, la que al levantar la voz es una puta o hija de puta (claro porque su padre nunca sería un puto), bruja, lesbiana, tortillera y otros apelativos peyorativos y denigrantes que tienen el único fin de ponernos en el lugar que la sociedad machista cree que nos corresponde.

El aborto y que una mujer quiera decidir sobre su vida y cuerpo es escandaloso, pecaminoso y es asesinato; yo misma creo que el aborto es antinatural; sin embargo también es antinatural un abuelo, padre o hermano abusando sexualmente de un menor o el feminicidio, así como el irrespeto a los derechos reproductivos.

Es escandaloso e injusto que más de una decena de mujeres están  presas en nuestro país y no sea por aborto sino por homicidio agravado donde sus causas no están claras; donde no hubo un juicio justo, el proceso estuvo lleno de incoherencias y fue de forma exprés.

Pero frente a esos hechos nadie se escandaliza y la sociedad se vuelve cómplice o como decía el poeta Ramón Ortega, “La sociedad que adora su desdoro, persigue con saña al criminal, mas si el puñal es de oro, enmudece el juez y besa el puñal.”.

Una sociedad donde todo tiene precio y el prejuicio es la guía, donde el delito será castigado solo en aquellos que no tienen como pagar su inocencia.

En una sociedad clasista como la salvadoreña, sus habitantes le dan lo mejor al que tiene más (fuerza de trabajo, alabanzas, regalos, combos de justicia al dos por uno), y le dan lo peor al que tiene menos o las minorías (sueldos bajos y condenas exorbitantes, etc.).

Si duda de lo anterior pregúntele al expresidente, Elias Antonio Saca, a su esposa Ligia de Saca, a los exdirectores penitenciarios Nelson Rauda y Rodil Hernández, así como otros tantos criminales que ocuparon puestos de poder y fueron dejados libres por sus delitos o tendrán penas mínimas.

Pregúnteselo también a Ricardo Velásquez Parker, quién en su papel como diputado de derecha, hace unos años introdujo un proyecto de ley que aumentaría las penas de prisión por aborto de 8 a 50 años.

Por qué será que Velásquez Parker, no pidió lo mismo para los expresidentes o políticos que aumentaron sus fortunas con el erario público.

Ellos están actuando nada más como esta sociedad hipócrita espera que lo hagan. Un funcionario corrupto solo actúa como el pueblo está acostumbrado a que lo haga, total “Ya robaron los otros, ahora les toca a ellos y si salieron libres, pues la justicia los dejó libres”.

El gran problema de los salvadoreños tiene sus raíces en la doble moral y en el hecho de que no nos educamos y por ello no respetamos las diferencias.

En el hecho en que queremos que todos piensen y sientan como nosotros, en que como analfabetas solo creemos en lo que nos dicen aquellos que vemos como figuras de autoridad, aunque está figuras hayan pagado previamente o puesto precio a la inocencia de un ser humano.

No razonamos, ni vemos más allá, muchos estamos conscientes que hasta delitos como el homicidio tiene excepciones y no por eso deja de ser homicidio, pero las causas determinan la diferencia y si termina en condena o absolución.

A nosotros nos aplica aquella frase célebre, que se le atribuye a tantos autores y aun no se sabe a quién pertenece, pero que resume una verdad universal: “Un pueblo que no lee –aunque conozca el abecedario– es un pueblo iletrado” es aquel que vive en una sola dimensión, plana y rectangular, para quien el universo se reduce a cuatro verdades infranqueables como tapias.

Si el aborto es un asesinato y le causa pena, rabia y repulsión, por qué no examina las razones o causas de su existencia. Cuáles fueron los motivos que llevaron a esas mujeres hasta él y qué está haciendo el estado para (aparte de castigar a la mujer) para que no se repitan las causas que lo provocaron.

Por qué no le causa repulsión e ira un hombre abusando sexualmente de un menor, por qué no le causa ira que un hombre masturbándose en un bus contra los glúteos de una jovencita, o un compañero de trabajo haciendo piropos sexuales, silbidos, sonidos, miradas morbosas, roces indeseados, gestos sugestivos, burlas, bromas, chistes sexuales.

O por qué no cuestiona o se informa cómo un político ladrón y su prole quedaron libres, aunque permitieron que vidas se perdieran al apropiarse del dinero del estado y no llegara a los programas de salud, educación o reconstrucción, etc.  Todo por amasar el dinero del erario público.

Por qué la ley en estos casos es tan flexible, pero la ley del aborto en El Salvador es una de las más estrictas del mundo y es ilegal incluso cuando la vida de la mujer está en peligro.

Desde mi punto de vista y de aquellos que defienden la igualdad es sencillo, la mujer ha sido y es, en El Salvador, una propiedad más del estado.

Y como propiedad tiene una mordaza en la boca, como propiedad aunque sea víctima de abusos, purga prisión y ella no se puede acoger a ningún proceso abreviado porque la juzgaron incluso antes de conocer su historia.

Yo quiero imparcialidad y equidad para que esto se acabe. Quiero que las mujeres tengan derecho a una salud reproductiva y no miedo. Quiero un sistema de justicia acorde a la realidad y pido empatía.

Si la mujer tiene equidad y la ley la defiende,  debates como el aborto y de salud reproductiva no serán necesarios.