Alejandro Fernández trajo una verdadera serenata hecha en México para El Salvador

Alejandro Fernández visitó El Salvador como parte de su gira "Hecho en México" | Fotos Tulio Galdámez | El Metropolitano Digital

Por Liset Orellana

Esta vez los mariachis no se callaron, al contrario, lucieron sus mejores galas para acompañar a uno de los intérpretes de música ranchera más reconocido de los últimos años.

Alejandro Fernández, el hombre que pertenece al linaje ranchero junto a su padre don Vicente Fernández (1940-2001), ofreció una verdadera serenata en el país con su tour «Hecho en México».

El potrillo, como se le conoce también en la industria musical, se presentó en el monumental Estadio Cuscatlán donde cientos de fanáticos disfrutaron de su música.

Antes de su presentación, la cantante salvadoreña Luzma Andrade, entretuvo al público con melodías como «Si una vez dije que te amaba», el Popurri de Pandora, entre otras.

Minutos después de las 9:30 pm de la noche de este sábado, Alejandro Fernández de 51 años de edad, se reencontró con su público salvadoreño que lo recibió con los brazos abiertos; y dispuestos a cantar todas sus canciones.

La serenata inició con «Hoy tengo ganas de ti» y le siguieron otros éxitos románticos como Si tu supieras, Que voy a hacer con mi amor y Me hace tanto bien.

Con un público ya cautivado por su ídolo, Alejandro no hizo más que seguir cantando sus éxitos: Caballero, Te voy a perder, Que seas muy feliz, Me dediqué a perderte, Te lo dije cantando, Nube viajera, Como quien pierde una estrella y Mátalas.

El charro mexicano de 51 años de edad, dedicó un espacio al final de su concierto para homenajear la memoria de su padre. Comenzó a llover en el Cuscatlán, pero esa no era lluvia, «mi padre está llorando de felicidad por verlos a ustedes», expresó Alejandro.

Acto seguido, interpretó las canciones más emblemáticas de don Vicente: Las llaves de mi alma, Por tu maldito amor, Mujeres divinas, La Mentira, entre otras, que fueron coreadas a todo pulmón por los salvadoreños que también admiraron a Vicente.

Luego de dos horas de música y de rancheras, los mariachis callaron, pero dejaron junto a Alejandro uno de los mejores recuerdos que se han hecho en México.