Carta al miedo y a los políticos de mi país

¿Qué pasa cuando el miedo es el protagonista?

“…Si no te callas, te vas a morir y primero van tus hijas con tu marido,  ya sabes, los conocemos a todos…”.

Ese párrafo contiene unas de las palabras que más me han aterrorizado en mi vida y son con las que quiero arrancar esta carta dedicada al miedo, al miedo que como salvadoreños vivimos ante la violencia que reina y manda en nuestro país.  Esas palabras no me las contaron, me las dijeron a través de una línea telefónica y desde ese día el miedo quiere convertirse  en protagonista de mi vida y enviarme al infierno.

Pues mi estimado señor miedo, pavor, pánico, espanto, alarma, horror… o como sea que te gusta que te llamen; te aclaro que no vas a ser el protagonista de mi vida, quién ganó esa batalla fue la cólera y la tristeza. La primera me ha ayudado a decirle a la persona al otro lado de la línea  “que no voy a callar mi voz ante una amenaza y esta carta es mi respuesta” y la segunda me hizo confirmar nuevamente que las decisiones equivocadas y la actitud confrontativa  han llevado a El Salvador a convertirse en un lugar hostil lleno de peligros para vivir.

Ya puede “Papá Gobierno” seguir diciendo que su plan de seguridad es la orilla azul… y que ha empezado a dar resultados. También la oposición puede seguir entorpeciendo cualquier esfuerzo o acción de enfoque social o de seguridad que el primero lleve a cabo para  mejorar el panorama de El Salvador.

Como ciudadana harta de la violencia  déjenme decirles a ambos que con ninguna de las dos cosas se va lograr nada, su circo político nos tiene hartos y van a conocer cuánto en las próximas elecciones.

Lastimosamente el bombo y el platillo para magnificar un trabajo de seguridad, que es responsabilidad de las autoridades y que debió ser tal y como lo están anunciado desde el principio, no cambia la realidad de muchos de nosotros que vivimos amenazados. Cuando el ruido mediático se va, la realidad impera. Las tanquetas en la calle no han cambiado que el 2016 sea el año más violento en la última década para El Salvador.

El trabajo incoherente de la oposición de entorpecer cualquier esfuerzo que ponga a los actuales gobernantes en la preferencia del pueblo tampoco va a borrar el número de asesinatos por día (que empiezan en 11 y van en aumento dependiendo del humor de los delincuentes o el día de la semana). No cambiará los 126 homicidios acaecidos los primeros 10 días de julio y los 334 asesinatos del mes de junio, cifras que confirmó el Instituto de Medicina Legal.

Lo único que cambiará el panorama es que cada uno tomemos la parte de responsabilidad que nos toque. Yo como ciudadana denuncio, educo a mis hijos, trabajo y sigo en píe por mi país  a cambio que ustedes ¡hagan su trabajo y  háganlo bien! No lo conviertan en un circo mediático, la gran mayoría de los ciudadanos ya maduramos y créanlo o no tenemos nuestro propio criterio.

Los rótulos led, el portafolio de asesores, los impuestos sacados de la manga, los recursos de amparo de temas que ustedes mismos desconocen;  las defensas de casos indefendibles tomando melaza en programas de televisión, condenando campañas publicitarias que hieren susceptibilidades y otros pleitos sin ton ni son ya sabemos que no son más que pantallas para ocultar la realidad.

No queremos vivir con miedo, no queremos que nos sigan diciendo lo que ustedes creen que pasa, es fácil ir a una zona conflictiva con todo un equipo de seguridad o decir que los muertos de cada día son bajas de pandillas. Vean más allá de los vidrios polarizados y blindados de sus camionetas, dialoguen y busquen una solución como país para esta epidemia de violencia.

Nuestra seguridad no es negociable, la de mis hijos, la de mi hermana, hermano; la de mi padre o mi madre. La seguridad de mi ser querido no se compra con un discurso. Se los escribo a ustedes y al miedo para que quede claro, para explicarles que su actitud para con el país es peligrosa tan peligrosa como la violencia misma que ha inspirado esta carta.

Quiero que nos reconciliemos como país, que trabajemos juntos, quiero que comprendan que El Salvador está de rodillas, maltratado y aguantando   y que errónea o acertadamente muchos salvadoreños los elegimos para representarnos. El Salvador, no solo son ustedes y sus suposiciones,  somos los más de 6 millones de habitantes  y nuestra realidad por sobrevivir a las vicisitudes y el miedo.

El Salvador somos los que pagamos la seguridad de ustedes a veces a costa de la nuestra.

Hasta siempre