La injusticia de la justicia

El sistema de justicia salvadoreño es el reflejo de la decadencia de la sociedad y lo más lamentable es que sus acciones son únicamente una punta de iceberg que no hace nada más que tomar fuerza para mostrar la pésima imagen país que El Salvador ha construido.

Si en algún momento, pocos optimistas (en los que me incluyo) pensamos que la sociedad de nuestro El Salvador no estaba tan mal y que ciertos hechos eran aislados por la falta de orientación de los asesores  de  imagen del gobierno estábamos errados. Acciones como poner a hablar al Presidente de la República  en vivo  o ver diputados defendiendo causas indefendibles como los derrames de melaza no son nada en comparación con el caso que quiero traer a colación y que es un error garrafal.

Cada vez la cosa se pone más color de hormiga y para restregárnoslo salieron a la luz eventos como los del enriquecimiento ilícito de expresidentes y otros que si me pongo a enumerarlos no termino de opinar nunca; sin embargo para cimentar mi punto de vista sobre la decadencia en la que vivimos citaré el caso de José Agapito Ruano Torres, de quien los medios de comunicación han hablado en días pasados por haber estado 15 años purgando  un delito que no cometió.

El mismo Agapito declaró con conformismo ante su caso «Aquí no se puede hacer nada. Tuve que pasar 15 años en la cárcel por un error. Qué triste es la sociedad donde yo vivo».

Desde mi perspectiva este es un caso representativo, no solo por la injusticia de la justicia al enviarlo a prisión sin la debida investigación, también por el hecho de que 15 años después el actual gobierno y como medida de reparación (establecida por la Corte Interamericana de Derechos Humanos) le otorga una placa y se supone le dará una indemnización de 300 mil dólares.

El gobierno se llenó de orgullo al entregarle dicha “placa” (hecho que se publicitó), una placa que sirve como recordatorio y demuestra  la incapacidad de la justicia,  una placa como las que están por miles en los cementerios adornando tumbas de compatriotas asesinados, muchas veces injustamente a manos de pandilleros u otras lacras sociales que caminan libremente por las calles mientras los inocentes están presos en sus hogares, y por los que nadie se ha pronunciado.

Esa placa, que en el mejor de los casos nadie leerá, es la letra escarlata de la vergüenza para mi país. Yo como profesional de la imagen me siento ofendida con ella, no rememora un hecho histórico donde el estado reconoce su error;  sino todo lo contrario recuerda un hecho que nunca debió pasar a la historia por vergonzoso.

No sé si a José Agapito le da alegría esa lápida y cuando la ve olvida por arte de magia todas esas noches en vela tras las rejas, maltratos, denigración y la muerte civil ante la sociedad al ser declarado culpable, porque lamentablemente su derecho al honor y a ser vencido en juicio fue totalmente irrespetado por lo que siempre cargará con el estigma de ser un exconvicto.

Me imagino que el dinero ayudará, pero no es eterno y si nos centramos solo en lo económico y vemos en retrospectiva el costo de la vida y lo que él dejó de percibir en la mejor etapa de su vida laboral tampoco se le dará retroactivo.

Pienso que el daño colateral a su familia tampoco se compensa para que haya perdón y olvido, pero tengo que reconocer que dicha compensación económica al menos es un paso.

Con la acción y por lo que los medios han transmitido de las declaraciones de los dignos representantes del gobierno que asistieron al acto de entrega de la placa, me da la sensación  que nuestros gobernantes creen que asumiremos la acción como positiva y que ésta glorifica a un sistema de justicia capaz de reconocer su error.

Sin embargo como yo lo veo es todo lo contrario, la única imagen proyectada de este precedente es que los políticos y en especial el gobierno no vive en la misma tierra que yo he vivido y no vive en Soyapango, Apopa o en Guazapa, donde me supongo Agapito volverá. Yo si he vivido en Guazapa y en Soyapango, y señores del gobierno déjenme contarles que allí la vida no vale nada.

Es más es posible que solo el hecho de que ustedes expusieron públicamente a Agapito (para hacerse campaña) y mostrarle la lápida que llevará su nombre y anunciaran le darán dinero (aunque nunca llegue) a él le cueste su integridad física y sea víctima de extorsiones por ello. Espero equivocarme de todo corazón.

Soy de los optimistas y espero ver en unos años un cambio de rumbo en las acciones, en la política y por supuesto en el sistema de justicia de El Salvador, pero para que eso pase ustedes POLÍTICOS tienen que dejar de vivir en una burbuja, protegida por guardaespaldas y carros blindados pagados con nuestro dinero, y hacer el trabajo para el que se les eligió. Tomen una dosis de realidad todos los días, viajen dentro de El Salvador y no fuera de él, lo que buscan está junto a ustedes.