La cultura de la (in)tolerancia

Foto 1: Un jubilado griego de 76 años llora y dice sentirse «roto» por ver a su país en una situación así. Foto 2: Las banderas griegas son agitadas bajo el amparo de una noche de verano para celebrar la victoria del «no» en un referendo (con lo que se niega el apoyo a tomar más medidas de austeridad) en la plaza Syntagma, nombre que en español nos significa ‘grupo, coordinación’. Foto 3: En la carretera del Litoral, en el departamento que recibe el nombre de La Paz, un grupo de policías a la orilla presagiaban que no hay tranquilidad en un país con más de veinte asesinatos diarios.

En todo el mundo estamos recibiendo un ataque constante de imágenes, ruidos, ideas que a veces no nos deja respirar a fondo y cerrar los ojos dos minutos en paz. En nuestro país estamos atacados por rostros, nombres, profesiones, edades de quienes se están yendo: porque se los llevan o porque buscan una salida que no encuentran en nuestros veinte mil kilómetros cuadrados. Y pensar que no podemos tener unos segundos de quietud suele llenarnos de frustración. De molestia. De enojo. De impaciencia. De rabia. De intolerancia. Y caminamos / manejamos / trabajamos / comemos / dormimos así. Y chocamos carros, chocamos con otras personas, chocamos con quienes piensan distinto. Entonces me pregunto cuántos estamos ya rotos por ver al país donde geográficamente están La Paz, La Libertad y La Unión con tantas imágenes de muertes de una mamá y dos hijos, de una policía, de un chico que iba con su biblia en el bus.

¿Qué nos falta para quebrarnos como país? ¿Qué nos falta para unirnos en una plaza (que puede no ser un espacio real) para ondear nuestra bandera para celebrar con esperanza un pequeño paso hacia un futuro ojalá diferente? ¿Qué nos falta para dar un paso hacia la tolerancia del que piensa diferente y se me metió en la fila del banco? ¿Por qué siempre debo creer que si mi colega es de otra religión eso me permite fijarme en sus errores y considerar que puedo ser superior porque no me fijé en mi error previo? ¿Por qué si nadie me cedía el asiento no puedo cederlo cuando ya logré sentarme?

Foto 4: Un semáforo de San Salvador está en rojo, pero dejo de ver el color de la luz por concentrarme en un par de cheros que están haciendo malabares con un monociclo y unos bastones de colores fosforescentes. Nos hacen sonreír a más de alguno que andamos por ahí. Con esta imagen me quedo para iniciar una jornada, una nueva semana, un nuevo ciclo, creyendo que esos segundos nos han salvado de alguna intolerancia y que aún hay formas de construir (más) puentes hacia La Paz, La Libertad y La Unión.