¿Quién tiene la razón?

El gobierno y el sector privado mantienen desde hace muchos años un choque permanente en cuanto al rumbo que debe de seguir el país; no solo política o socialmente hablando, sino también en los indicadores económicos.

Fusades presentó recientemente su último informe de coyuntura económica al primer trimestre de 2015. En este se muestra un panorama muy sombrío en cuanto al lento crecimiento económico, con pocas oportunidades de empleo, así como una disminución en las inversiones y en las intenciones de los empresarios en invertir en el corto plazo.

En ese mismo informe, el sector público se muestra como un sector altamente endeudado, con un crecimiento en el pago de intereses del 7.7% y que mantiene la misma lógica de endeudamiento que ha tenido en los años anteriores.

Sin embargo, el gobierno presenta un panorama completamente distinto. Representantes del gobierno hablan de una inversión extranjera directa de $180 millones en los primeros tres meses —Fusades consigna $ 6.3 millones para el mismo período— y de un crecimiento económico superior a los registrados en años anteriores con expectativas de cumplimiento favorables, en el que el endeudamiento se hace necesario para que el gobierno pueda mantener todos sus compromisos de subsidio y ejecutar sus planes estratégicos en las diferentes carteras de Estado.

Lo cierto es que los ciudadanos se enfrentan diariamente a la búsqueda de empleo —según Fusades, anualmente se necesitan 60,000 empleos— que muchas veces no alcanzan a cubrir la canasta básica (en aumento) o que no son lo suficientemente seguros para un buen desempeño. Esto sin considerar el empleo informal o el subempleo.

Tampoco ayuda que la economía salvadoreña sea tan volátil, a merced de lo que pasa en el mercado internacional —la caída en las bolsas de valores, el precio del petróleo, las perspectivas de crecimiento de Estados Unidos, entre otros— y de lo que las pandillas dicten a través de comunicados, amenazas y acciones concretas, tal y como lo dejaron ver con el paro al transporte colectivo en la última semana de julio.

Lo vemos desde hace tiempo. Los comercios cierran más temprano —de ser posible, no esperan a que termine el horario y comienzan a guardar los productos antes de la hora de salida— las personas se apresuran a subir en los buses para llegar a sus casa. Y los que van en carro no esperan a que el semáforo esté en verde para pasar; algunos en contrasentido aceleran para llegar a sus lugares de destino y pasar el menor tiempo posible en la calle.

Lo cierto es que los salvadoreños estamos entre la espada y la pared. Entre un gobierno que considera que vamos por el buen camino y un sector privado que cree que vamos rumbo al socialismo que predica Venezuela, en el que la racionalización de los bienes y servicios está a la orden del día. Y entre esas dos paredes, las pandillas se cuelan como goteras que van permeando toda actividad laboral y económica.