#LasPalabrasSonSemillas

Es imposible leer todo lo que todos estamos opinando tras las cifras de muertos por día de la semana que ya terminó. Igual es tratar de seguir la pista de lo que ha pasado el fin de semana, cuando se nos anuncia que hay catorce pandilleros muertos en uno de los centros penales. Algunas publicaciones en redes sociales hablaban de “héroes anónimos”, y otras voces cuestionaban que por qué ‘solo’ catorce, y elevaban el tono sobre qué derechos humanos pueden tener estos sujetos cuyas víctimas no tuvieron mejor suerte. No me referiré aquí al hecho en cuestión, pues no es mi área de experticia. Me referiré, así como ya lo hizo un colega mío en su perfil personal, a las palabras que los salvadoreños hemos utilizado estos días y a lo que ellas están sembrando.

‘Lacras’, ‘traidores a la patria’, ‘plaga’, ‘dejen que las pandillas se maten entre sí’, ‘deberían exterminarlos a todos’, ‘hay que eliminarlas, no los lleven detenidos cuando los capturen’, ‘no los atrapen, mátenlos de una vez por todas’… Algunos de estos comentarios se ven pasar en Twitter y en Facebook, o en los comentarios de las notas que publican los periódicos de mayor circulación de nuestro país, y no deja de llamar la atención los perfiles que en ambas redes sociales maneja Héroe Azul, que se autodefine como una cuenta “por y para la familia azul”, y especifica que no es una cuenta oficial de la Policía Nacional Civil. ¿Por qué me llama la atención? Porque tampoco es un perfil que busque la conciliación, y esto es peculiarmente complicado en un país que ya no puede permitirse asociar la palabra ‘héroe’ con un único sector de la población. Hay muchos héroes caminando por las calles de El Salvador, y me pregunto si tendrán cabida en este o en otros perfiles similares.

Me explicaré. Hace unos meses vi una campaña de videos en que solicitaban a la Real Academia Española eliminar una palabra cuyo significado era muy despectivo (humillante, quizás sería más adecuado) para una comunidad (#YoNoSoyTrapacero). El asunto es que las Academias de la Lengua no determinan el significado que damos a las palabras, sino que lo registran en los diccionarios: recogen el uso que nosotros los hablantes damos a las palabras, y normarán en todo caso dicho uso, pero no les compete a ellas prohibirlo. Eso nos corresponde a los hablantes. Igual que nos corresponde a nosotros, como seres humanos, buscar la inclusión de todos nosotros en nuestras sociedades y la equidad con la que todos deberíamos ser tratados. Igual nos corresponde a nosotros, como seres humanos, buscar políticos honestos, gobiernos prácticos y trabajadores, y políticas públicas funcionales para nuestras realidades. Estas búsquedas no se resolverán ni al cuestionar ni al felicitar a nadie en las redes sociales. Y sin embargo, sí impactan.

Impactan en quienes nos leen. Impactan en quienes nos comparten las publicaciones. Impactan en aquellos con quienes hablaremos luego, y en quienes nos escuchen en el mientras tanto. Hace tiempo le leí a un buen periodista nuestro que las palabras eran semilla, y yo creo firmemente en ello. Son semillas que vamos dejando caer en tierra fértil – los niños replican lo que escuchan, y sus palabras las aprenderán de nosotros; son semillas que vamos dejando al azar por el camino, listas para que el viento las lleve a otras tierras a reproducirse – nuestra casa, nuestro trabajo, nuestros espacios de diversión. Son semillas, y cosechamos gracias a ellas, y cuentan historias. Y convocan energía alrededor de ellas, y de quienes las pronuncian. Nos dejan cosechar futuro y esperanza, si con ellas creamos un ambiente propicio para crecer. No dan vida, y sé que no devuelven esas más de cien vidas que perdimos en El Salvador en tres días. Pero construyen y forman el país en que crecen nuestras nuevas generaciones. Hasta Roberto d’Aubuisson Munguía lo ha reconocido al solicitar ayer (23 de agosto) que sea cambiada una frase de la Marcha de Arena. ¿Qué desde esto no se cambia la realidad de violencia del país ni disminuyen las muertes? Pues no, para ello hay que cambiar las estructuras sociopolíticas y económicas que son, en realidad, el país en que vivimos. Ellas sí nos llevarán al país que viviremos, y de ellas dependerá que sea el país que queremos heredar a quienes vienen tras nosotros. Nuestra lengua y nuestras palabras lo que hacen es reflejar lo que pensamos, lo que queremos y lo que creemos posible.

Lo dicho: #LasPalabrasSonSemillas. Y usted, ¿qué quiere sembrar esta semana?