Entendiendo nuestro mundo

Manuel Castells, un sociólogo español cuyos libros nos van marcando pauta a varias ciencias humanísticas, ha señalado que habitamos La era de la información. En tres volúmenes, va señalando lo que considera clave para acercarnos a lo que está ocurriendo en estos tiempos, e inicia acercándose a La sociedad red, desde donde atraviesa la lógica que marca la economía, ya sea a través de las empresas, la transformación de los trabajos, la cultura y la visión del tiempo y el espacio; mientras que en el segundo volumen, El poder de la identidad, aterriza en lo que ello implica en los movimientos sociales, la familia, el Estado y la política, amén de las identidades y el sentido que como humanos buscamos y damos a nuestra vida. En el tercero y último, Economía, sociedad y cultura, el autor repasa eventos clave que están marcando el cambio de milenio, tanto desde el punto de vista social como político y económico, para cerrar con la globalización y la identidad. Pese a lo imposible de resumir tal obra en pocas líneas, me he aventurado con tal de poder compartir un poco lo que reflexionamos hace unos cuantos días con este pretexto: las conclusiones de la trilogía, que están tituladas como Entender nuestro mundo.

Y es que, según el autor, la revolución de la tecnología de la información (y la comunicación, TIC), la crisis económica de los sistemas regidores, más el florecimiento de movimientos sociales y culturales son los tres procesos que han coincidido de forma histórica entre las décadas de los años sesenta y setenta de forma tal que han dado origen al nuevo mundo que habitamos en este nuevo milenio. Así, las citadas conclusiones comienzan citando “Demasiados nombres”, de Pablo Neruda, poeta y diplomático chileno: y eso no me parece casualidad porque creo que entender nuestro mundo pasa por reconocernos como ciudadanos globales, que habitamos o visitamos diversas geografías y tiempos durante las horas en que estamos despiertos. Ya no somos, quizás, tan puros: vamos tomando rostros, palabras, historias y las vamos fundiendo hasta que pasan a ser “de la sabiduría popular”, pero aún así creemos que solo en El Salvador los políticos están desprestigiados, o solo en El Salvador ya nadie lee, o solo en El Salvador no queríamos celebrar el aniversario de la independencia “porque cuál independencia”. Pero si vemos un poco hacia afuera, la mayoría de los políticos están desprestigiados, en otros lugares también creen que ya nadie lee, y en varios países de Latinoamérica que han estado con sus celebraciones patrias en septiembre la pregunta ha sido la misma. Y esto lo podemos comprobar viajando, leyendo periódicos de otros países, platicando con personas que vienen de otros países… o viendo en Facebook y Twitter (por mencionar algunas redes sociales) lo que ocurre en otras partes. Sí, porque en las redes sociales también hay noticieros, periodistas, académicos, escritores: instituciones o personas que son referentes confiables de información, y que nos ayudan a reflexionar sobre lo que pasa en el mundo. Literalmente en el mundo. Porque de alguna manera, esta sociedad red que habitamos pasa por “globalizar” o por dimensionar qué tan “globales” son algunos problemas que creíamos tan nacionales, tan locales, tan nuestros, pero también pasa por acercarnos a soluciones que se pueden estar planteando dentro de esta globalidad.

Creo, además, fundamental resaltar el llamado ético que el autor realiza al enfatizar en lo que ocurrirá en lo que él llama “Más allá de este milenio”: para evitar efectos indeseables de la revolución biológica que estamos presenciando, necesitamos gobiernos responsables, reconoce Castells, pero sobre todo necesitamos una sociedad educada y responsable. Esta reflexión la enmarca en que el camino a seguir depende de las decisiones que tomemos como individuos, pero también como instituciones y actores sociales. Esta apuesta por las decisiones conscientes que nos permitan realmente funcionar bien como personas, como empresas, como Gobiernos, es vista por el sociólogo como el motor que nos permitirá vivir en paz.

Aunque de una manera quizá incipiente en muchas naciones aún, es innegable que en esta era de la información sí estamos viendo conexiones o simultaneidades que en otro momento histórico hubiera sido imposible, y esto ha sido visto, por ejemplo, en los apoyos que las diásporas pueden hacer vía Internet a los movimientos sociales, económicos, políticos y culturales que se llevan a cabo en sus países de origen, o incluso el seguimiento que de estos eventos podemos realizar. Es así que no cambiamos el mundo con lo que compartimos en la red, pero si somos capaces de hacer un uso crítico de la información que estas ponen a nuestro alcance sí puede eso convertirnos en seres más humanos: más pensantes, más sensibles en lo que ocurre y más creativos ante los verdaderos cambios que nuestras sociedades nos están exigiendo. ¿Lograr que un presidente renuncie? ¿Denunciar una mala praxis en una institución, sea pública o privada? ¿Avisar que ciertas vías están cerradas o con demasiado tráfico porque ha caído una gran tormenta o porque hay una manifestación? Sí, a veces las redes sociales nos ayudan a visibilizar ciertas cuestiones. Pero igual que ocurrió con el reciente terremoto en Chile, las redes permiten avisar si estás bien, o saber si tus amigos están bien, pero no te van a impedir que vivás el terremoto. Y, ojalá, en nuestra sociedad salvadoreña (y en cualquiera de nuestra Tierra) aún hacen falta ciertas descargas de energía para que el suelo se acomode. Y entender nuestro mundo, nuestra sociedad (en) red, pasa por ello: por estar conscientes de qué es lo que realmente, y cotidianamente, puedo hacer para mejorar esa realidad. Insisto: no puedo mejorar la educación de la niñez salvadoreña con publicaciones en las redes sociales, pero sí puedo hacer que se visibilice el proyecto de nuestro compatriota, Andrés Escobar, que acaba de ganar el Hult Prize con un equipo conformado por otras tres personas con sendas nacionalidades, para crear un impact en comunidades de El Salvador y otros países de Latinoamérica. Conocer. Interpretar. Proponer. Difundir. Impactar. Por ahí vamos entendiendo nuestro mundo.