Multitudes inteligentes o cómo la cooperación hace la inteligencia (colectiva y en línea)

«Mi pregunta de 1992 era la siguiente: ¿qué aportan las comunidades virtuales para que el individuo comparta constantemente información con personas a las que no ha visto nunca cara a cara? La respuesta de Smith fue: “capital de red social, capital de conocimiento y comunión”; es decir, el individuo deposita parte de sus conocimientos y estados de ánimo en la red, y a cambio obtiene mayores cantidades de conocimiento y oportunidades de sociabilidad»: esta fue una de las citas que más me llamaron la atención de Howard Rheingold, quien reflexiona sobre esta situación desde las primeras páginas de su libro Multitudes inteligentes. La próxima revolución social,  y así nos introduce a cómo ahora tenemos una especie de “inteligencia móvil” y colectiva (SmartMobs, dice el autor), que anda con nosotros a todas partes y que cuya fuerza se multiplica al ser compartida.

Aunque este profesor de Stanford pauta sobre cómo una comunidad enlista reglas de convivencia para llegar a ello, la contrapartida sería preguntarnos qué tipo de reglas (tácitas o no) se imprimen a una comunidad en línea, pues algunas pueden ser útiles para la vida cotidiana pero resultan poco prácticas para la interacción en la red, como el empleo de un sistema de sanciones graduado, o que la mayoría de los individuos que sujetos a estas normas pueda participar en la modificación de estas. Señalo, de cualquier forma, que cualquier comunidad, sea en línea o fuera de ella, requiere de acuerdos sobre el uso de los recursos vitales, pues como lo indica el mismo Rheingold, ello permite mantener el compromiso de cooperación entre sus miembros. Ahora la pregunta que cabe hacernos es cuáles son los motivos que nos mueven a ser parte de una comunidad…

Por ejemplo, me parece inevitable recordar cómo, de alguna manera, han facilitado manifestaciones públicas que tienen una incidencia política relevante en varios países, y volvemos a retomar lo que ha ocurrido en Guatemala, algo que creo no hay que perder de vista y que no se limita únicamente a convocar a unas marchas hace unos meses, sino que pasa por otros mensajes, por otros cuestionamientos que llevan incluso a plantearse (entre los mismos ciudadanos guatemaltecos) si en realidad ha cambiado algo. Y es aquí que cabe rescatar lo que este estadounidense especialista en nuevas tecnologías indica: “Aunque las comunicaciones estructuradas en red tienen la capacidad de propiciar formas democráticas de toma de decisión y ejemplos beneficiosos de acción colectiva, eso no significa que la transición hacia formas de organización social en red sea necesariamente agradable y con resultados benévolos”, pues tampoco debemos ser tan ingenuos para creer que esta inteligencia colectiva siempre jugará a favor de nuestras propias creencias, ni tampoco para considerar que ahí está toda nuestra esperanza para mejorar los esquemas políticos de una nación.

Sin embargo, reiteraré lo planteado en la columna anterior, Entendiendo nuestro mundo, respecto de que que sí permiten o facilitan una cooperación que de otro modo sería impensable, y es en este sentido que considero que sí podemos recrear la idea de que “la unión hace la fuerza” al considerar que “la cooperación hace la inteligencia (colectiva)”. Y bajo esta premisa cobijo lo que se logró en estos últimos días ante la inminente llegada a las costas mexicanas del huracán más catastrófico que se había visto nunca, y cuya fuerza disminuyó a tal grado que dejó un saldo blanco imprevisible ante las imágenes que nos habían llegado desde el espacio (gracias a las redes sociales, porque –espero ustedes tengan mejor suerte- entre mis amigos más cercanos aún no cuento con un astronauta como @StationCDRKelly que me facilite ver la Tierra desde el exterior). ¿Un milagro de la Naturaleza, un milagro de Dios? Si me lo permiten, me parece un milagro que requirió de la misma fuerza que formó al huracán: tanto la Sierra Madre Occidental hizo su parte como la energía que en forma de oración (y otros “formatos”) se reunieron a través de hashtags como #HuracánPatricia #FuerzaMéxico o #PrayForMexico. ¿Sabía usted que este último había recibido cerca de 200 mil menciones hasta el sábado 24? ¿Se ha preguntado cuántas cuentas, de instituciones oficiales o de personas comunes como usted y yo, lograron difundir información importante? Desde avisos de precaución previos hasta los servicios que Google y Facebook ofrecieron a sus usuarios que viven en las zonas afectadas para poder avisar a sus familias y amigos que están bien, creo que no podemos tampoco desestimar la inteligencia colectiva que nos alertó a todos y nos llamó a estar pendientes y a tomar las precauciones que siempre hay que tomar ante estos fenómenos que vivimos año con año en Norte y Centroamérica más el Caribe.

Pero como la inteligencia colectiva no garantiza sensibilidad pero “globaliza” el sarcasmo (y otros demonios, diría García Márquez), ahora cierro con el que curiosamente fue el primer tuit que se registra con uno de los hashtags señalados: “Comenzaré [el hashtag] #PrayForMexico ahora, porque mañana perecerán por [el huracán] de categoría 5”. No hay duda: #LoQueNaturaNoDa las redes sociales no lo prestan.