Noviembre en noviembre

El calendario reza: día dieciséis, mes décimo primero. Pero no hablaremos de este lunes 16, sino de aquel 16 que cayó jueves. Aquel cuya madrugada cambió la historia de nuestro país. Quizás se hubiera firmado antes la paz, quizás la ofensiva de la guerrilla de ese 1989 hubiera provocado otra reacción, quizás aún hubiera muerto más gente. Esas cosas para mi generación, los que nacimos durante la guerra, no son siempre tan fáciles de comprender. Mi memoria, por ejemplo, no estuvo marcada por ese asesinato de seis jesuitas y dos de sus colaboradoras, ocurrido ese 16 de noviembre del 89. Incluso cuando, una década más tarde, estudiaba en la UCA y me llenaba de orgullo ese lugar, ese espacio, su gente, la arrogancia de esos años no me acercó demasiado a la historia de esas ocho personas asesinadas en ese espacio del que yo estaba tan orgullosa. Nunca me la apropié.

Pasa más de una década y aquí, donde estoy, añoro cada día el espíritu de la #EducaciónJesuita. Ese ‘algo’ me hace falta aquí. En medio de esa melancolía habitual que implica el adaptarse a un espacio diferente, leo el jueves 12 de noviembre que Jorge Galán, el autor deNoviembre (y muchos otros libros), ha debido salir del país en la madrugada por las amenazas que ha recibido por contar la historia de aquel noviembre, del asesinato de esas ocho personas en el espacio del que sigo sintiéndome muy orgullosa. Y yo que me había prometido leerlo con calma en diciembre, me digo que puedo leer rápido, y que unas horas invertidas en buena literatura siempre rinden frutos.

En cinco horas me lo devoré, buscando tenderle alguna trampa al sueño que ya tenía. Volví a confirmar que Jorge es mi autor salvadoreño favorito (inmediatamente seguido por Claudia Hernández), y que, para mí, esta novela debería ser lectura obligada en el último año de bachillerato a nivel nacional. ¿Por qué? Por lo que deletrea con sencillez y precisión Luis García Montero en La muerte y la palabra. Por lo que hilvana Lorena Juárez Saavedra desde su salvadoreñidad y su narrativa en Una amenaza de muerte, Historia y otros cuentos de novela.Porque nos lo hemos ganado, porque merecemos nuestra historia narrada, entrevistada, noveleada, documentada, poetizada. Por los porqués que usted descubrirá al leerlo.

Para mientras, cuento algunos de los míos. Porque es una perspectiva muy diferente de un período histórico, está contado por los protagonistas y filtrado por los ojos de uno de los autores salvadoreños con mayor proyección internacional, alguien que ha recibido diversos premios y reconocimientos tanto en prosa como en poesía. Porque creo que este libro, este Noviembre, sintetiza con imágenes poéticas la narración de un hecho brutal mientras, casi sin esfuerzo, recrea escenarios e historias muy nuestros. Este, junto a Un día en la vida, de Manlio Argueta, y Una grieta en el agua, de David Escobar Galindo, debían ser de nuestros referentes literarios para repensar y aprender de nuestro pasado; para hacer ejercicios de memoria histórica con los que éramos muy pequeños o aún no habían nacido en aquellos años.

¿Por qué? Porque tras un inicio, 55 capítulos en siete partes y un epílogo, me sentí más salvadoreña. Más cerca de mi historia, esa que no venía en el libro de Historia de El Salvador que en dos tomos nunca me atrapó como sí lo hizo Noviembre. Porque nunca volverá a ver igual a los supervivientes, Lucía Cerna, Rodolfo Cardenal, Jon Sobrino, José María Tojeira. No seré ingenua y diré que ahora sé toda la verdad. Esta historia tiene muchos puntos importantes que no caben en esas 254 páginas. Pero estas voces de los involucrados han logrado en mí un mayor compromiso por saber más de esas ocho personas, por leer más sobre Ignacio Ellacuría y los demás, por volver a caminar en mi universidad y por volver con los ojos bien abiertos al museo que hay sobre ellos en ese espacio del que estoy aún más orgullosa. Al fin es parte de mí.

Hoy es 16 de noviembre, insiste el calendario. Es el vigésimo sexto aniversario de aquel asesinato. Y durante los días y las horas que le restan a este noviembre seguiré creyendo que las amenazas que han hecho que Jorge salga de El Salvador sin una fecha específica de retorno se disiparán con la brisa fría que él describe tantas veces en Noviembre. Creeré que no puede haber publicistas tan fríos como para recrear estas amenazas con el fin de que el libro se ubique más alto en las ventas. Creeré que es válido que periodistas y artistas salvadoreños se pregunten si son amenazas reales o no, porque en nuestro país las cosas han vuelto a parecerse a aquel Noviembre, y a otros días de aquellos años en que ya no sabemos en quién confiar o cuánto vale la vida de alguien. Y creeré que cada persona que leaNoviembre no será la misma tras vivir gracias al libro esas historias comunes, compartidas, que nos han marcado y nos hacen pararnos en el mundo de cierta manera. “Porque uno solo regresa al lugar al que pertenece”, narra Jorge, y todos mis documentos de identidad coinciden en que ese lugar se llama El Salvador, una de cuyas historias más fuertes está escrita en Noviembre. Gracias, Jorge, por sintetizar tantos miedos, tantas esperanzas, tanta solidaridad, tanta fe, tanto de nosotros en esos años en un mes.