Amnistía, perdón, olvido y doble moral

Por Santiago Leiva

Se llamaba Ángel y era mi hermano. Su cuerpo quedó tendido sobre una calle polvosa de un cantón de Suchitoto. Un disparo por la espalda le deslocó el hombro derecho y otro en la parte de atrás de la cabeza le perdió la mejía.

De eso han pasado 35 años, y recuerdo la triste escena como si ocurrió ayer. Ángel fue asesinado por los “Escuadrones de la Muerte” grupo paramilitar detestable, de el que llegué a conocer los nombres de algunos integrantes. De hecho me enteré años más tarde de los nombres de tres implicados directamente con la muerte de mi hermano y a uno le tuve por cortesía que extender la mano.

No pasó por mi mente hacerle daño, cobrar venganza, porque soy un fiel convencido que el único con derecho para quitar la vida es Dios. Eso sí, perdonar lo que él y sus “compiches” le hicieron a mi familia no ocurrirá nunca, y mucho menos podré olvidar quienes mataron a mi hermano.

Traigo este recuerdo a reflexión porque, en el país, la palabra amnistía ha estado de moda nuevamente. Esta palabra viene del griego (oamnestia, olvido) y en El Salvador se utilizó para dejar sin responsabilidad penal varios crímenes que se cometieron durante el conflicto armado.

A finales del año pasado el juez español Eloy Velasco volvió a girar ordenes de arresto contra 17 militares salvadoreños vinculados a la masacre de los seis sacerdotes Jesuitas ocurrida en noviembre de 1989.

La información levantó polvo y más en los sectores de la derecha que ven improcedente reabrir un caso que ya fue juzgado, pero que la mayoría sea por fianza o por la dichosa ley de amnistía quedó en libertad.

Yo no estoy en favor y ni en contra que se abra este caso, lo que sí trato de dejar en claro es que no importa que exista una amnistía que los perdone legalmente, que quede claro que para los familiares de quienes nos mataron gente inocente, honestamente no podemos perdonar y mucho menos olvidar.

Si perdonar y olvidar un infidelidad se vuelve complicado imagínense saber que un militar aprovechando el poder de su uniforme te mató un familiar, y más si tu hermano es un sacerdote, o tu hermana es una empleada doméstica.

Claro está que quienes quieren que estos casos se sepultes como a sus víctimas tienen intereses, y curiosamente son los mismo que en los tiempos de campaña desempolvan el pasado para asustar con el “petate del muerto” buscando acaparar electores. No hay dudas ellos son ases de doble moral.