#LoQueNaturaNoDa…

… Salamanca no lo presta.» Esta siempre ha sido de mis frases preferidas: se refiere, como bien nos explica elCentro Virtual Cervantes, a aquellas cualidades que se traen ya en el ADN y que no pueden desarrollarse al hacer acto de presencia en una institución educativa de prestigio. Y bueno, hace un par de meses terminé una columna con una adecuación de la frase a los terrenos que me ocupan en estos días: #LoQueNaturaNoDa las redes sociales no lo prestan. ¿Qué información publico en mis perfiles en Facebook, Twitter, Instagram, Periscope, Google+, LinkedIn y varios etcétera? ¿Qué publico, qué enlaces comparto, cada cuánto y para quién? ¿Soy eso lo que tengo en mi perfil? No podemos desestimar el alcance que Internet tiene para construir una marca personal, una especie de identidad digital. Me explico con una tríada de puntos clave que nos pueden ayudar a ver a las redes sociales en su justa dimensión:

Uno, no publiquemos todos nuestros datos, ni publiquemos todo cierto. Esto es un consejo de seguridad, para que no puedan estudiar nuestros datos personales y obtener números de identidad o información importante sobre nuestra vida cotidiana (familia, trabajo, intereses). Sumado a ello, debemos aprender a manejar bien las herramientas de privacidad con que se cuenta en estas redes sociales, puesto que aunque la mayoría exigen de nuestro consentimiento para interactuar con otras personas lo cierto es que no podemos controlar lo que estas personas pueden llegar a hacer con estos datos, pues de forma consciente o no podrían entregarlos a personas que eventualmente pueden amenazar nuestra tranquilidad. Por otro lado, y esta es una sugerencia muy sencilla, deberíamos acostumbrarnos a preguntarnos siempre antes de publicar algo si esto puede afectar nuestro futuro; es decir, si el nombre de nuestro perfil o la descripción que hemos escrito, o son imágenes, pensamientos que faciliten una mala evaluación por parte de reclutadores de recursos humanos o por personas que entraron a alguna perfil nuestro para recomendarnos, e incluso contratarnos, para un trabajo (permanente o temporal). Y recuerde: lo que se publica siempre puede ser recuperado de alguna manera.

Dos, aprendamos la utilidad de estar conectado, pero recordemos también la de estar desconectados. Cierto es que Internet nos permite acceder a un conocimiento inconmensurable, pero más cierto es que ello no sirve per se. Más valioso aún resulta que sepamos desencriptar lo que ella nos deja frente a nuestros ojos. Ahora puedo ver un video que explica (en inglés) cómo el colesterol afecta el riesgo de sufrir un ataque cardíaco, o una herramienta interactiva que permite decidir el presupuesto nacional de la hermana República de Guatemala, pero de nada sirve que esto circule por la red si no me detengo a leer, a ver, a interactuar con lo que otros están haciendo. De nada sirve si no traslado eso que leo a un cuidado mayor y más real de mi salud, o si no me pregunto cómo se construye el presupuesto nacional de El Salvador. También puedo escribir, aquí, casual, que un amigo mío publica videos en YouTube sobre cómo aprender chino, pero ello no significa que está logrando que yo sepa hablar, escuchar, leer o escribir algo en ese idioma. Y por todo ello es vital recordar que antes vivíamos sin esta conexión permanente, que no tenemos que ir manejando y ‘whatsappeando’, o caminando y escribiendo una entrada para un blog, o estudiar y ‘facebookear’ y ‘youtubear’… cierto, nuestra mente requiere ejercicio y puede prestar atención a varias actividades a la vez, pero es fantástico para nuestra salud (mental) pasar (varias) horas diarias lejos de los aparatos electrónicos y volver a apreciar la luz del sol, o de la luna, según nuestros horarios laborales. Ese volver a recordar que el mundo sigue girando sin que tenga mi celular en mano es mi gran regalo de estos días de vacación, si se me permite ser sincera.

Tres, “hagamos país”. No incitemos a la violencia, y promovamos la tolerancia: hagamos ejercicios reales (y diarios) de intentar al menos comprender un punto de vista diferente al nuestro. Aprovechemos este megáfono que son las redes sociales, saquémosle provecho a la red y compartamos esos buenos gestos que existen cada dìa en la humanidad. Cuentas como El Retrato, “donde hay salvadoreños allí está El Salvador”, o La Mara Anda Diciendo, que nos deseó “más abrazos y menos likes” para este “dos mil diejiséis”, que desde su seriedad y humor nos recuerdan quiénes somos y para dónde queremos llevar a nuestro país. Son historias, anécdotas, frases que se comparten con orgullo, con una sonrisa o un guiño de ojo a eso que nos convoca más que “el Mágico” o “la Selecta” o la poesía de Alfredo Espino y Claudia Lars. Agradezcamos que no somos idénticos y confiemos en que la diversidad nos hará libres, a la vez que nos vuelve más inclusivos, más humanos.

Naceremos con ciertas habilidades biológicas, pero el conocimiento se adquiere, la capacidad de interpretación se entrena. La tolerancia, el respeto sí se desarrollan, aunque no en el sentido informático del término: no serán una aplicación para el celular, ni una red social para ‘habilitarnos’ una mejor actitud frente a la vida. Eso implica que usar equis redes sociales no me hace automáticamente más o mejor persona, pero el uso que yo haga de ellas es lo que puede marcar esa diferencia. Pues sí. Es que #LoQueNaturaNoDa a un ser humano las redes sociales no lo prestan.