Donde estamos… para donde vamos

Puedo dar fe que 2015 fue un año de éxitos personales, y que 2016 me llegada cargado de proyectos, pero no puedo ser egoísta: el país de los dos últimos años no es el país que quiero, y lastimosamente 2016 pinta más tenebroso.

La delincuencia labra y erosiona cada día nuestra patria, y a no ser que el profesor Salvador Sánchez Cerén, haya recibido una varita mágica como regalo de día de Reyes (no de Sigfrido Reyes), veo poco probable que  Salvador recupere la tranquilidad que cada día se nos escapa en El Salvador.
No estoy cambiando color, ni ideología. Toda mi vida he sido de izquierda y seguiré siendo izquierda, pero nunca defiendo lo indefendible y tampoco me muerdo la lengua cuando algo está  mal. El país no avanza por el rumbo esperado. El Gobierno, aunque lo niegue a perdido el control territorial, y el Estado está patas arriba.
Habrá quienes no compartan mi opinión, pero las cosas están más claras que el agua. En las colonias no hay libertad de movimiento, a mí me pasa que cuando invito a alguien a mi casa debo garantizarle que no le pasará nada, y cuando me invitan a otras colonias pienso en más de una vez si debo ir, y  pregunto si es conveniente que lleve a mi hijo de 14 años.
No es solo culpa de este gobierno lo que acontece, los gobiernos de ARENA también fracasaron su  con sus súper planes, pero es obvio que la situación empeora con el paso del tiempo, y salvo la reducción de muertos que hubo con la “tregua”, el número de fallecidos sigue siendo alarmante.
Recientemente el asesinato del futbolista  Alfredo Pacheco, ex seleccionad nacional, levantó polvo por su connotación nacional e internacional, pero lo cierto que a diario hay nuevas víctimas de la violencia, y no se ve luz a final del túnel.
Hace unos días, a mi regreso de Atlanta, Georgia, me encontré con un cobro extra en la factura de cable e internet de Tigo, y con la sorpresa de que ahora por cada cinco dólares que recargue debo pagar $0.25 centavos.
En seguida me enteré que es un nuevo impuesto para reforzar los planes de Seguridad Pública, pero honestamente no sé si este impuesto se verá reflejado en mejoras de seguridad en las colonias o sí quedará definitivamente como una carga más para los salvadoreños.
Empero, no solo el ejecutivo desentona con sus proyectos, la Fiscalía y el aparato judicial también ha sido un fracaso total al momento de robustecer los casos y aplicar la justicia. En noviembre Rodrigo Chávez Palacios, el “descuartizador” quedó libre, y antes de Navidad el ex presidente arenero Francisco Flores, procesado por corrupción, fue enviado a casa para que disfrutara las fiestas de fin de año con su familia.
Hasta el periodismo está patas arriba. Nos acabamos y condenamos a quien se roba una gallina para darle comer a sus hijos que se mueren de hambre, pero callamos y nos auto censuramos para denunciar las cosas que están mal.
El martes, leí que un editorial  traía a la cuenta una frase de Esopo: “Ahorcamos a los ladronzuelos pero nombramos a los grandes ladrones en cargos públicos…”, la frase es muy buena, pero no tuvo el mejor uso.
El tema hablaba y suspicazmente de casos  como el de Sigfrido Reyes, ex presidente de la Asamblea Legislativa, pero por ningún lado apareció el nombre de Francisco Flores, el caso más sonado de corrupción en el país.
A partir de lo expuesto queda claro que el panorama que se avecina es poco alentador: la delincuencia seguirá campante en 2016, y no será gran sorpresa  ver que Paco Flores por la televisión celebrando que ha quedado libre de cargos definitivamente.