Y ellos siguen diciendo #EstamosAquí

En Guatemala llevan nueve meses yendo a la plaza central de la capital del país cada sábado. Se reúnen para protestar por los casos de corrupción que se han ido haciendo públicos y que involucraban a los más altos funcionarios del momento. El caso más significativo, conocido como “La Línea”, de defraudación aduanera, se destapó el 16 de abril del 2015, así la primera convocatoria para ir a la plaza en Facebook se fechó para el sábado 25 de abril. La idea era solicitar la #RenunciaYa de Roxana Baldetti, entonces vicepresidenta de la República… y bueno, ella renunció el 08 de mayo. Pero la plaza pedía otras reformas, pedía que se retrasaran las elecciones.

No hubo reformas, no hubo retraso en las elecciones. Lo que hubo fue más renuncias, en cuenta la de Otto Pérez Molina, quien fungía como presidente de Guatemala, el 02 de septiembre. Ahora ambos están detenidos, acusados de ser cabecillas de la red de “La Línea”. El 14 de enero pasado Jimmy Morales y Jafeth Cabrera asumieron la Presidencia y la Vicepresidencia de la República, y la plaza había advertido: #QuedeQuienQuede iban a seguir marchando, llenando la plaza para pedir justicia, transparencia, poder ciudadano. Y convocaron para el sábado 16. Y como estoy haciendo una investigación para indagar sobre el papel que las redes sociales (Facebook, Twitter, Instagram) han jugado en este movimiento social, estuve ahí. Estas son de las imágenes que más recuerdo.

Ella tiene menos de un año, y el sábado estaba, en brazos de su papá, en la Plaza de la Constitución, en el centro de la capital. Sus papás, dos abuelos, dos tíos, un primo y su hermana mayor agitaban cuatro banderas de su país. Ella, gracias a su familia, es una de los cientos de guatemaltecos que se hicieron presentes a para recordarles a los nuevos mandatarios que asumieron la Presidencia de la República de Guatemala 48 horas antes que ostentan un poder otorgado por el pueblo. Y que es por eso mismo que el pueblo es el que estará ahí vigilando, exigiendo cuentas claras en pro de una mejor sociedad. Ella está heredando, junto a su hermana y su primo, el ejemplo de sus mayores a pedir, luchar, trabajar por una sociedad menos corrupta, más justa.

Él tiene más de 40, y ondea una bandera con los colores del arcoíris. Resumir los minutos de plática con él es una tarea muy difícil, pero su presencia es fuerte y tranquila como sus palabras: tras más de veinte años trabajando por defender los derechos humanos de la población LGTBI está consciente de que la lucha contra la corrupción entre los funcionarios públicos también es importante para ellos, y por eso está ahí, para hacerse presente. Para ser parte de la gente que está pidiendo que esto no siga más, para que haya más recursos públicos para una educación libre de prejuicios en materia de sexualidad, para que el Ministerio Público tenga recursos suficientes para investigar los crímenes de odio por orientación sexual o identidad de género.

Ellos son cerca de diez personas. Son La Batucada del Pueblo. El jueves estaban afuera del parqueo del congreso ya a las 4 de la tarde, al menos, y luego se fueron afuera de la catedral mientras se oficia un tedeum para el nuevo gobierno. Eran las 7 y media de la noche y seguían preguntando “¿pueblo, dónde estás?, ¡manifestando en paz!”, y aclarando que “el poder está en tus manos y las mías; somos mayoría, somos la ciudadanía”. Y el sábado empezaron a las 3 y terminaron casi a las 7 de la noche. Cuando uno está cerca de ellos, su buen ambiente es contagioso: sin embargo, uno también puede estar a la par de ellos y no unirse, no cantar.

Ella, él, ellos y otros más son historias que van más allá de estos acercamientos. Y este movimiento va más allá de un sábado. Sin embargo, y aunque la historia de Guatemala tenga otros movimientos que preceden a este, aunque una reforma profunda al sistema exija pasos que van más allá de reunirse en la plaza central los sábados, estas personas ahora se sienten más guatemaltecas. Creen que les están dando un mejor ejemplo a sus hijos. Se ven a sí mismos como vigilantes de sus propios funcionarios. Se consideran capaces de mandar a un presidente a la cárcel. Afirman que los cambios exigen perseverancia, que pueden exigir mucho tiempo y que #EstoApenasEmpieza Son diseñadores, ingenieros, maestros, estudiantes, arquitectos, auditores, jubilados. De edades, razas y experiencias de vida diversas. Pero que Guatemala es de todos, dicen. Que por ello seguirán trabajando, seguirán presionando, seguirán diciendo #EstamosAquí

Por ello creo que hay que seguirles la pista. Para descubrir si van a lograr reformas más profundas, si van a salir de ahí otra clase política u otra clase ciudadana. Para escudriñar con el afán de encontrar cómo se articula ese ‘idioma’ de los hashtags con la renuncia de un presidente (lo que no tiene precedentes, si no me equivoco, en nuestra región centroamericana). Para ver si comprobamos que las redes sociales son un espacio público en que se debate, se informa, se comparte lo que para cada quien es parte de su vida cotidiana, así como un amplificador de voces (así, en plural) que no funciona si no hay un sostén de redes personales que van a ser capaces de ir, durante más de veinte sábados consecutivos a levantar una bandera en la plaza y a escribir en La Alfombra del Pueblo (por ejemplo).

Pero tampoco funcionaría si no hubiera diversos grupos que, desde antes, se reunían cada semana a analizar y proponer cambios específicos para mejorar su calidad de vida en Guatemala, además de ir a esa misma plaza a sumar más banderas.