La oposición cava buscando vestigios oscuros que inculpen a gobernantes o ex gobernantes de una fracasada tregua con pandillas, y hurgarán hasta el mismísimo infierno en su intento porque este tema no salga de la agenda pública y de los grandes medios salvadoreños.
En la ajedrez de la derecha hay también fichas negras que serán caballitos de batalla como la reforma en el Fondo de Pensiones y que ya han querido vender como “el Robo del Siglo”. Es también un “alfil” el caso “Troll Center” con el que pretenden eliminar directamente la figura del alcalde Nayib Bukele.
Del otro lado del ajedrez esta el gobierno, que siendo objetivos representa a una buena parte de la izquierda, y por su puesto que también tiene sus propias fichas en mano y busca por su lado dar un “jaque mate”. Son temas como el caso del asesinato de los jesuitas y el desvío de fondos de Taiwan a las arcas de ARENA, el aguijón envenenado al que trata de escapar la derecha.
Expuestas las cartas sobre la mesa de uno y otro no cabe duda que estamos en “guerra”, y que lo que se celebró hace 23 años con la firma de los Acuerdo de Paz fue solo una “tregua” que evitó se siguiera matando la guerrilla con la Fuerza Armada.
Por lo demás la guerra se trasladó al campo político, y aquí nuevamente las víctimas las sigue poniendo la población civil. En los tiempos del conflicto armado viajar de un lugar a otro se tornaba arriesgado, con facilidad uno u otro bando bajaba pasajeros de los buses y nunca más volvían a casa; y ahora igual para moverse de una colonia a otra se ha vuelto sigiloso y debe hacerse en pinganilla.
¿Quién en El Salvador respira paz?. Me atrevería a afirmar que nadie. Lo que se respira es odio y división, raíces de amargura que se traen desde los tiempos del conflicto. Un odio que incluso se percibe y respira en las redes sociales. Cada quien desde su trinchera defendiendo su posición y color.
Que en el pasado unos derribaron puentes y el tendido eléctrico como estrategia para llevar a un bando al fracaso, en el presente también se siguen derribando puntes y minando la energía. ¿Cómo? Ahuyentando la inversión extranjera e intentando vender a El Salvador como un infierno en la tierra.
Ojo no quiero decir que vivimos en un paraíso, obviamente está claro que la muerte ronda en cada esquina, pero también es una situación que con voluntad política podríamos cambiar. Bastaría con sentarse a dialogar y en lugar de ver intereses particulares y caudal de votos pensar en el bien común.
Obviamente esto no ocurrirá porque unos y otros se sirven de las desgracias y los problemas que nos aquejan para venderse como redentores, y aparte por que en la sangre de uno y otro bando sigue corriendo el odio del pasado. Ese pasado que debió quedar sepultado con la firma de los Acuerdo de Paz en 1992, pero terminó siendo nada más una “tregua” para los armados.