No más señales contradictorias

Día internacional de la mujer

Esta vez quiero comenzar recordando un sabio refrán de mi abuela, quien siempre me decía: “no haga cosas buenas que parezcan malas, ni cosas malas que parezcan buenas”.
Retomo esas palabras de la abuela porque queda como anillo al dedo cuando se habla de nuestra forma de comunicarnos y del marco de la celebración de los 104 años del día internacional de la mujer el 8 de marzo.

No me detendré en ahondar quiénes y cuántas mujeres a lo largo de la historia han marcado una pauta de cómo queremos ser tratadas, incluidas y del valor de nuestra voz; puntualizaré que dichos hechos, desde mi punto de vista actualmente se confunden y prueba de ello es nuestra forma de comunicarnos.

Como mujer, he identificado desde el inicio de mi carrera, que nuestra comunicación no es equitativa y no solo de parte de los medios de comunicación, también por parte de nosotras; que en ocasiones ya damos por legítimo nuestro papel en la sociedad.

Son pocas las mujeres que escribimos o hablamos bien sobre otras, su trabajo en pro de la sociedad, etc. Muchas que estudiamos comunicaciones o periodismo llegamos a los medios y no somos proactivas en cuanto a los temas que dignifiquen y pongan en la agenda periodística el trabajo de las mujeres.

Nos limitamos al trabajo diario, porque trabajar es bueno y colocarse en un medio de comunicación es mejor, pero como decía la abuela hay cosas buenas que pueden parecer malas y malas que parecen buenas.

Trabajar no es malo, lo malo es que nos olvidemos que nuestro trabajo no solo tiene un valor económico, conlleva otro valor y ese es el que nosotros le damos para que genere un cambio, no únicamente para mí, sino para mi prójimo. Ese valor es el incalculable y el que siempre debemos buscar y no dar las cosas por sentado.

Veo con asombro y tristeza como actualmente muchas de nosotras hemos olvidado que el papel que jugamos en la sociedad va más allá de posicionarnos en un buen puesto en el ámbito laboral, proyectar una imagen bonita, desempeñar una profesión o un rol y que ya no es un sistema patriarcal el que nos oprime sino nosotras mismas y con ello estamos volviendo al pasado legitimando de nuevo dicho sistema.

Muchas no usamos nuestros talentos o conocimientos para ayudar, todo lo contrario, destruimos con él y damos la razón a aquellos hombres que todavía piensan que nuestro trabajo no tiene el mismo valor que el de ellos y que en la lucha por igualarlos hacemos lo que sea, prueba de ello es que algunas trabajamos en publicidad y continuamos legitimando estereotipos que nos cosifican ¿por qué? Porque eso es lo que vende y mantiene contento a otros.

Vuelvo a recalcar trabajar para otros no es malo, lo malo es que no hagamos el esfuerzo por hacer oír nuestra voz, por reivindicar nuestro lugar, por ser entes de cambio y recalcar que no somos igual a nadie. Nosotras tenemos un valor como persona y seres pensantes por el cual se ha luchado, eso es parte de nuestra historia y no lo podemos olvidar. La memoria histórica es la que nos permite no repetir errores y aprender de ellos.

Salgamos de la paradoja de la Reina Roja que plantea el libro Alicia en el país de las maravillas, la cual cita que “corremos para quedarnos en el mismo lugar” eso no tiene sentido, cambiémoslo. No avanzar es un retroceso.

No enviemos mensajes contradictorios, somos mujeres por qué íbamos a querer parecernos a los hombres. Es bueno pensar y sentir como mujer, no hay nada de malo en poner nuestro sello en todo lo que hacemos, lo malo es irse a los extremos.

Nuestro papel en la sociedad es y seguirá siendo valioso al igual que el de los hombres. Empecemos a generar cambios desde las cosas más sencillas como no criticarnos entre nosotras, apoyarnos sin dobles intenciones y poner nuestro talento al servicio de nuestra voz desde cualquier posición que ocupemos.

El día internacional de la mujer, lamentablemente no es un feliz recuerdo de un logro, es el recordatorio de un hecho con olor y el color de la sangre, donde 146 mujeres perdieron la vida en una fábrica de New York víctimas de un sistema laboral injusto. Es un recordatorio que si no caminamos en una misma dirección y tenemos claro hacia dónde vamos corremos el riesgo de perder nuestra identidad.

Quiero cerrar esta columna con el pensamiento de la política canadiense Agnes Macphail quien dijo “Yo quiero para mí lo que quiero para otras mujeres, igualdad absoluta”.