Cuando un centro de atención a la salud se vuelve tu sentencia de muerte

La política de mal servicio del ISSS

Quiero salir de la típica columna de temas de comunicación para hacer una reflexión sobre la pésima atención que el Instituto Salvadoreño de Seguro Social (ISSS) nos da a sus cotizantes. Ya sé que todos los que alguna vez nos ha tocado visitarlo (porque no nos queda de otra) salimos frustrados, enojados y por supuesto  maltratados.

Si hay un epítome de la burocracia y la mediocridad es esta institución dedicada a la salud y a la cual tristemente nosotros, como cotizantes, le damos sus recursos.

Ir al ISSS duele más que la enfermedad misma que nos mueve a visitarlo, pero ir en periodo de vacaciones o cerca de ellas es poner a prueba nuestra resistencia al dolor y a la humillación. Lo anterior provoca nauseas en especial cuando sabes que es una institución creada para procurarnos salud y bienestar, pero que se vuelve la que pisotea nuestro derecho a ésta y sobre todo la puede empeorar con una visita o llevarnos a la muerte por mala praxis.

El pasado miércoles 16 de marzo llegué a un ISSS a la unidad emergencias con mi madre por un infarto cerebral, la remitía una reconocida neuróloga de nuestro país, aconsejándonos hacer uso de nuestro derecho como cotizantes de los servicios de salud de dicha institución. Para no hacerles largo el cuento, mi madre estaba consciente pero había perdido parte de la vista y presentaba algunos síntomas severos que empeoraban su estado; gracias a ello el proceso que nos tocó llevar fue: rebotar de un ISSS a otro (del Arce al General), 10 horas de espera en la emergencia, 7 médicos y no sé cuántas enfermeras prepotentes para que mi progenitora fuese hospitalizada “DE EMERGENCIA”.

Si no hubiese sido en esas condiciones no quiero ni pensar que otras penurias hubiésemos pasado.

Después de esperar el ingreso, lejos estábamos de saber el viacrucis que a mi madre le iba a tocar y para nada, después que decidieran que el encargado de atenderla era un neurocirujano y que había que hacerle una serie de exámenes a la brevedad posible por su delicado estado de salud, pero sobre todo porque las vacaciones estaban cerca y las unidades de especialidades no daban atención ordenaron que se quedara en la observación y sin nada por boca hasta realizarle las pruebas.

Casi 30 horas después de aguantar hambre y sin medicamento alguna que la protegiera en su estado, la doctora encargada del piso le comunica que no le iban a hacer ningún examen, que eso era una pérdida de recurso para la institución porque lo peor que le podía pasar ya había pasado y que las partes del cerebro que se dañaron eran irreparables, por lo que ella no entendía porque neurocirugía estaba interesada en ordenarlos.

Jamás le habló de pruebas para prevenir otro infarto o saber en qué estado se encontraba su cerebro en ese momento para determinar un tratamiento.

Posterior a eso, llega el neurocirujano y se pelea con la buena doctora y toda la discusión versó en que si el cerebro era un órgano vital o no. ¡Por el amor de Dios!  Todos sabemos que es un órgano vital, nos lo enseñan en básica, como un galeno puede poner en duda eso.

Entre que si procedía una angiografía cerebral, un doppler y constante maltrato psicológico, entramos al periodo de vacaciones y se quedó atrapada en su infierno personal y en la pesadilla más horrible para nosotros su familia, el ISSS. El médico encargado de dar el alta no llegaba o se iba temprano (historia que se repitió por días) y ella sin atención, así como expuesta a contraer una enfermedad nosocomial.

Los expertos en la materia decidieron no practicarle ninguna prueba (ya que como se movía y no estaba en coma podía esperar después de vacaciones y unos cuantos meses más y la enviaron a casa después de días de encierro sin ayuda y con un diagnóstico desalentador de “por usted no podemos hacer nada” literalmente.

No voy a detallar más penurias o hechos que conciernen a la calidad y cantidad de agua que le dan a los pacientes, comida, limpieza y atención, basta con decir que todo en el ISSS es  paupérrimo y que Dios nos libre de enfermarnos, ser pobres y cotizantes.

Pero lo que si diré es que la institución está enferma de gravedad, que su cuerpo de trabajadores (en su gran mayoría -no todos-  ya que algunos se salvan por humanidad) son como tumores malignos que día a día empeoran su estado, por lo que es urgente que se le dé un tratamiento de emergencia para que mejore o desaparezca. Al ISSS se le tiene que dar un trato igual o peor del que le da a sus usuarios, quitándole nuestros aportes y hacer que desaparezca en su totalidad para que pueda nacer una nueva institución.

¿Cómo es posible que para cada vacación reduzca su cuerpo médico? ¿Será que en su lógica retorcida ellos piensan que los quebrantos de salud descansan en vacaciones? O ¿Es posible que piensen que si maltratan al cotizante esté dejará de ir y les regalaremos su salario? En mi profesión si maltrato al cliente o usuario me echan, porque este tiene todo el derecho que le da el pagar por un servicio y exige calidad, así como un excelente atención.

En cambio los cotizantes carecemos de ese derecho y al parecer también del derecho básico a la salud. Mi gran pregunta, para finalizar esta columna, para las autoridades del ISSS es ¿Cuándo adoptaran medidas urgentes que prevengan muertes y sufrimiento innecesarios?

¿Cuándo cambiaran la política de: para qué atender o esforzarse si siempre se va a morir?

P.D:

Entre toda esta catarsis, quiero resaltar la labor de dos médicos, por ir más allá de su deber y por demostrar que todavía hay buenos profesionales comprometidos con la vida y que no olvidan su juramento hipocrático a pesar del sistema burocrático en el que les toca realizar su labor : el Dr Zelaya Rivera y Castillo Laínez.