El arte de leer

Por: Santiago Leiva

¿Cuál es el último tema musical  de Pitbull? Fireball. ¿Cuál es el último libro que has leído? Heeeee. No me acuerdo. En un país culturizado estas respuestas serían un pecado, pero aquí son las respuestas  más comunes entre los jóvenes salvadoreños, incluso los universitarios y profesionales.

No tengo datos estadísticos, ni números que corroboren mi teoría, pero me atrevería a afirmar que de cada cien personas, sólo diez muestran algún interés por leer algo más allá de los periódicos o revistas.

Pero la apatía por la lectura literaria en El Salvador, no es exclusiva de la juventud; es una herencia que viene en hombros desde tiempos inmemorables. Sea por falta de recursos o ignorancia, la tradición ha pasado de los abuelos a padres  y de padres hijos.

En mi caso particular dudo que mi madre haya leído más que el silabario, y yo aunque trabajo desde muy chico jamás alcancé para libros, y tampoco hubo quien me cultivara el hábito lectura más allá de obras clásicas en las escuelas.

Me eximo de culpa entonces por haber llegado tarde a la lectura, pero soy culpable que Dennis, mi hijo de casi 14 años, sea un fanático empedernido de la música electrónica y no muestre el mínimo interés por los libros que llegan a mis manos.

Una joven universitaria me decía el otro día que el hábito de leer debe ser inculcado en el seno de los hogares desde la infancia, que de lo contrario jamás habrá pasión por la lectura en el país. Y obviamente tiene mucha razón.

Si bien culturizar debería ser una política gubernamental y un tema fundamental en los salones de clase, lo cierto es que los padres de familia también tenemos mucha responsabilidad porque en lugar de adquirir libros apostamos por comprar a nuestros hijos video juegos y aparatos electrónicos. Las bibliotecas públicas tampoco son lugares de destino.

Hace poco más de un año que  publiqué el libro testimonial “A Medio Rostro”; en mi mente jamás pasó convertir el texto en negocio, primero porque no es mi intención primordial, y segundo porque en un país con tan pocos lectores son raros y contados los escritores de poesías, cuentos o novelas que viven de eso.

Tampoco busco con este artículo vender un libro, solo pretendo apelar a la conciencia de los padres y decirles que la mejor herencia que se le puede dejar a los hijos es la enseñanza y el  inculcarles buenos hábitos. La lectura es uno de ellos.

A propósito, mañana se celebra el Día Internacional del Libro, y no sería mala idea acudir a una librería y poner en práctica este hábito. Ya es tiempo de hacer que en El Salvador la lectura no sea un arte.