Erminda Leiva, estudiante universitaria: “Trabajé dos años destapando tragantes, conozco todos los tragantes de Soyapango”

Por Santiago Leiva

Al verla de gabacha blanca y con tubos de ensayos en sus manos, nadie se imagina la basura, el lodo que ha tenido que apartar y el camino que ha tenido que recorrer para entrar a una universidad y buscar una profesión.

En  54 años, por las manos de Erminda Leiva han pasado armas, escobas públicas, palas, azadones, corvos y hasta motosierras. “Yo he sido aventada” dice. Y vaya que lo es. Esta madre salvadoreña, dotada de mucha inteligencia, nos muestra un camino de superación envidiable. Está apenas iniciando una ingeniería en Gestión Ambiental en la Universidad Dr. José Matías Delgado, pero cierto es que hasta inicios de 2013 solo tenía el cuarto grado que consiguió antes de la explosión del conflicto armado salvadoreño.

Erminda fue una de las tantas jóvenes que en aquella época se internó en las montañas para luchar por los ideales y mejoras de las que por ahora muy pocos gozan.

“En 1979 todavía estábamos en nuestros cantones, pero ya en 1980 nos fuimos al primer campamento. Yo en ese entonces tenía 14 años y cuando el ejército nos quemó las casas y los cultivos lo que hicimos fue irnos al monte” recuerda. Sus más grandes proezas y que valen para la platicadita sin embargo, no datan de la época del conflicto armado, si no en su tenacidad para salir adelante en la crianza de sus cuatro muchachos. Erminda, ha vivido toda una aventura con altas y bajas laborando para la alcaldía de Soyapango desde hace 18 años. Ella se abrió paso entre la basura para entrar en la comuna.   “Comencé en 1997 en una empresa privada recogiendo basura casa por casa y después se me dio la oportunidad ya contratada por la alcaldía”, dice. Se subió a los camiones del tren de aseo en 2000, luego pasó al equipo encargado de barrer las aceras y cunetas del bulevar del Ejercito, estuvo por dos años a la brigada encargada de destapar tragantes. Más tarde pasó al equipo de taladores y podares de árboles, después a cuidar animales y darle mantenimiento a la finca Chantecuan. En la actualidad y luego de ver desfilar varias administraciones de diferente color se desempeña como ordenanza, pero ya con estudio en sus brazos y una nueva carrera en camino aspira a un mejor puesto. Erminda y sus aventuras es nuestro personaje de la semana.

¿Qué piensas cuando te vienen imágenes del pasado y te ves hoy con gabacha blanca y con tubos de ensayo en tus manos?

Te diré algo, lo que yo he aprendido en la vida es que para el ser humano no hay nada imposible, nada de nada. Solo se necesita voluntad. Yo he entendido que todo lo que uno quiere ser lo logra.

¿Cómo inicia tu historia en el tren de aseo?

Comencé en 1997 en una empresa privada en combinación con la alcaldía. Nosotros andábamos recolectando casa por casa la basura para darle un mejor servicio a la población de Soyapango. Después se me dio la oportunidad de poder entrar a la alcaldía, ya contratada por la alcaldía. Eso fue en 2000. Entré a los camiones de recolección de basura, pero en ese puesto solo estuve seis meses.

¿Por qué?

Fíjate que la administradora de la alcaldía me dijo: Erminda venite con migo a la administración. Allí, un jefe que había llegado me pidió para que estuviera en cuentas corrientes y estuve en eso un año entero. Después la administradora me llevó con ella para que atendiera la fotocopiadora, era una fotocopiadora grande y se le daba servicio a todos los departamentos de la alcaldía. Más adelante, cuando tenía dos años de estar en ese puesto, no sé que pasó, algo debió pasar, me mandaron al Departamento de Espacios Públicos.

Ese fue retroceso…

Sí fue un retroceso porque ahí me tocó el barrido de calle en el bulevar del Ejército. Empezaba desde el puente que limita San Salvador-Soyapango, y llegaba barriendo hasta el límite de Soyapango- Ilopango. Solo mandaban a dos personas, una barriendo a cada lado. Eso fue de todos los días, pasé un año así, un año.

¿Incluía destapar tragantes?

No, eso era solo barrido, recoger la basura y embolsarla. Peo como te digo ahí solo estuve un año porque después de me dijeron: mirá Erminda te vamos a poner en el grupo de los traganteros, y yo obedientes les dije: vaya esta bien. Es que en verdad tenía un compromiso con mis hijos, estaban pequeños y estaba sola. Así que me aventé. Ahí anduve y pasé dos años destapando  tragantes, conozco todos los tragantes de Soyapango y sus colonias. Incluso anduve ahí por tu casa, y aunque era un trabajo digno, tuve una experiencia dura, porque hasta gente de mi misma familia a veces pasaba a la par y no me hablaban.

En serio…

Sí, te lo juró. Sabes donde me ocurrió, en un tragante ahí por donde vos vivís. Hay un tragante por el despacho, por el cruce a la Santa Marta, ese tragante toda la vida da problema. Esa vez ahí estaba yo, ya lo habíamos limpiado y habíamos sacado todo. Venía yo saliendo del tragante cuando mi hermano pasó, iba en un carro, y yo alegre le dije: hola, hola, yo lo vi, él me vio, y más le metió la pata al carro. Me vio por el retrovisor todavía.

¿Qué pasó por tu mente en ese momento?

Bueno dije, va con otra persona se ha de haber apenado, y me sentí mal, pero seguí siendo y haciendo lo mismo hasta que llegó otro jefe y me preguntó que si me parecía que me metiera al grupo de los taladores.

¿Taladores?

Sí, taladores de árboles. Y yo anduve en el grupo de los taladores otros dos años, pero yo no me subía a los árboles, pero si una mujer ha agarrado la motosierra de la alcaldía esa he sido yo. Agarré la motosierra grande y talé árboles. Les demostré que para mí no había obstáculo.

¿Seguís ahí?

No. no, no. Cuando llegó una nueva administración a la alcaldía me les acerque y les dije que tenía un problemita de salud de que me habían detectado una rinusitis alérgica y que en el Seguro Social me dijeron que no debía estar en contacto con el humo de los carros y el polvo, y pues me mandaron a la finca Chantecuan.  Eso me encantó porque era una finca y ahí empecé a sentir lo que quería hacer. Ahí cuidaba animales, bañaba a la Panchita (una monita) y la llevaba al veterinario. Había también una serpiente de las que comen ratones y yo la bañaba también. Allí aprendí también a cortar el café, a abonarlo, a todo el trabajo de finca. En eso estaba cuando llegó un ingeniero ya de otra administración y me llevó para la oficina (de la finca). Ese ingeniero me dijo: aquí usted me va ayudar a limpiar y a llenar expedientes. Así que ahí la hice de ordenanza, de secretaria, de asistente y hasta el trabajo que él hacía. Estando ahí fue que ese ingeniero  me motivó a estudiar. Me dijo: mire Erminda porque no estudia, le contesté que estaba muy mayor y muy baja de grado, pero él me convenció que no era tarde y que debía estudiar.

¿Qué grado habías hecho?

Nombre si yo solo tenía 4° grado, pero él me mandó a un colegio que se llama  Arquímides y me fui a inscribir en 5° grado. No me mandó solo a mí, mandó a 12 personas que renació darles el permiso para que estudiaran. Pero, vas a creer, que de las 12 personas, se fueron retirando y al final solo a mí me quedó dando clases la profesora. Yo no faltaba, bajo el agua o como fuera yo ahí estaba en el colegio. Pues mirá al final ella me hizo unos exámenes, se los pasé y después ella me ayudó para que entrara a “Educame”. Me mandó para que me examinara, pasé el examen y me dieron certificado de 8° grado.  Después me metí a la escuela República de Dinamarca de La Guadalupe a hacer 9° grado en la nocturna, y ya con el certificado me motivé a estudiar el bachillerato.

¿Cómo hiciste para superar el Algebra, aprendiste los casos de factorización?

Sí, sí todo, incluso me mandaron a competir en un concurso de matemáticas al Instituto Nacional de la Santa Lucía con jóvenes de colegios y me llevé el tercer lugar. Este ingeniero (Óscar Hernández) que te cuento se fue y cuando volvió a llegar para la Gerencia de Espacios Púbicos su sorpresa fue que me encontró que yo  estaba por graduarme de bachiller y me jaló otra vez para que trabajara con él.

¿Pero ahí ya no te mandan a barrer ni limpiar tragantes?

No, no, cuando él me llama de nuevo todo cambió. Él me dejó en la oficina para ordenar y limpiar.

¿Ahí has estado últimamente?

Sí. Y ya me hicieron el examen administrativo para nueva plaza.

¿A qué plaza aspiras?

A la que yo más aspiro es a la técnico de medio ambiente porque la alcaldía tiene una unidad ambiental que es la que se encarga de las inspecciones de árboles que ponen en riesgo alguna vivienda y también ir a ver los riesgos de los ríos y las quebradas que pasan cerca de las comunidades. A esa área es que quiero llegar.

Retrocedamos el tiempo, ¿Cuál crees que es tu etapa más dura como empleada de la alcaldía, en el tren de aseo, barrer o limpiar tragantes?

Fíjate que cuando entré al tren de aseo entré emocionada y me encantó. A mí me encantó para que te voy a mentir.

Te emocionaba andar guindada en los camiones jajaja…

Sí claro, y sacarle la basura a las personas.

Imagino ahí viviste más de alguna anécdota chistosa…

Sí, recoger los perros muertos jajaja, pero teníamos que hacerlo, y lo que hacíamos era que nos turnábamos los cuatro de la tripulación.  Recuerdo que una vez me tocó recoger uno ahí por la pasarela de la 22 de Abril y estaba ufff, pero tuve que embolsarlo jajaja. Esas eran cosas chistosas.

Jajaja chiistosas y desagradables

Sí chistosas y desagradables, pero fíjate que se adapta uno.

¿Te llegaban a tu mente esas imágenes a la hora de almorzar?

No, fíjate que se adapta uno. Eso sí cuando se empieza pasa uno dos o tres semanas que se enferma del estómago, pero es natural a todos nos pasaba eso. Hay a algunos que nos pasaba más rápido, pero hay quien que pasa dos meses y todavía el estómago le molesta.  Eso pasa por el tufo, por el mal olor que despide la basura, aparte te vas colgado, vas atrás, absorbes y recoges la basura.

¿Qué les provoca?

Vómitos, diarreas, dolor de estómago. Yo lo que sufrí más fue del vómito y dolor de estómago, pero me pasó rápido. Para mi eran tres horas bien trabajadas, pero satisfactorias porque la misma gente nos daba comida.

¿Cómo era un día tuyo en el tren de aseo?

Aclarando ya andábamos, a la cinco de la mañana salíamos, y tipo diez u once ya estábamos libres, pero eran días pesados, pero yo ha sido aventada.

¿Tus hijos no te decían nada?

No, como estaban chiquitos quizá no entendían y cuando yo llegaba siempre tuve el cuidado de no llegar con ropa sucia a la casa.

¿Sabían que trabajabas en eso?

Sí, si sabían. Incluso cuando yo andaba limpiando tragantes, mi hijo menor estaba en el colegio Milenio de Las Brisas y como a mí me tocaba en esa área, cuando el cipote salía del colegio me iba a buscar para almorzar juntos.

Destapando tragante me imagino tuviste sorpresas, ¿encontraste algo valioso alguna vez?

Muchas cosas, monedas más que todos. Hay veces encontrábamos un gran puño de monedas negritas y nosotros las cheleábamos para poderlas pasar. También encontrábamos anillos. Una vez en un contenedor me encontré dos anillos de oro. Otros compañeros encontraban celulares.

Obviamente se viven también cosas desagradables…

Dos cosas bien malas me pasaron. Una vez en un tragante en Sierra Morena me tocó destapar la parte final y era hondo. Estaba llenando  y otro jalando la cubeta con garrucha cuando sentí que el tóxico me mareo y ya iba perdiendo la fuerza. Me aventaron un lazo, me amarré y me sacaron. Otra vez en una bóveda por el rastro me pasó lo mismo, ya no me alcanzaba la respiración y me sacaron. Un señor de un “car wash” les dio agua a mis compañeros y me bañaron con una manguera, crees vos. Los tóxicos quizá me atacaron los pulmones y desde entonces es que me diagnosticaron rinositis alérgica.

¿Crees que la enfermedad es consecuencia de esos trabajos?

Sí, claro es una consecuencia, porque los químicos que tienen los desechos de los tragantes llevan demasiados tóxicos y eso es lo que me iba cayendo mal. Por eso que cuando me trasladaron a la finca fue agradable para mí y ahora ya trabajo en oficina de ordenanza.

Por ahora…

Sí, estoy aspirando y tengo la fe y la esperanza de optar a la plaza de medio ambiente porque eso me ayudaría en el estudio universitario hasta para hacer mis tareas.

Bueno has sido realmente una guerrera, ¿de dónde viene ese espíritu de lucha?

Jajaja, la verdad es que quizá esos trabajos uno los siente como así (fáciles) porque la situación que uno vivió en el conflicto armado, y vos lo sabés como se sufrió. De inicio allá por 1979 uno lo vio sencillo porque solo eran instrucciones y trabajo político, solo era agarrar conciencia de lo que estaba pasando en el país, pero después vinieron las instrucciones militares y el chicharroneo.

¿A qué edad te involucraste con la guerrilla?

En 1979 todavía estábamos en nuestros cantones, pero ya en 1980 nos fuimos al primer campamento, yo en ese entonces tenía 14 años. En ese campamento estábamos fuerzas guerrilleras que habíamos llegado de diferentes cantones de la zona de Suchitoto. Ahí se empezó a ver en que área podía uno acoplarse: había para explosivista, comunicaciones, medicina o combatiente.

¿Tu área fue la de radio comunicaciones?

Sí, estuve como una semana en el área de hacer explosivos, pero me llamó la atención la comunicación y ahí estuve desde 1980 hasta 1986.

Vos te involucraste con la RN, tu Papá y uno de tus hermanos murieron peleando en Las FPL ¿Por qué la RN?

En el cantón habíamos muchos jóvenes y con ellos comencé yo a recibir el estudio político y las instrucciones militares en el monte. Ahí estaba tu hermano (Armando) estaba Pedro, toda la juventud… cuando el ejército nos quemó las casas y los cultivos lo que hicimos fue irnos al monte.

¿Te tocó disparar armas, combatir?

Aprendí a usar, en ocasiones combatí en defensa propia y estuve en la toma de un pueblo. Si había la necesidad había que hacerlo.

¿Qué fue lo más duro que viviste en esa etapa?

La ofensiva de 1982, la Guazapa 10. Esa fue una experiencia dura ahí hubo dos masacres en una.  Esa vez, yo estaba de turno en comunicaciones; la avioneta andaba explorando y yo agarré las comunicaciones de ellos, les descifré la clave que iba a ser bombardeado de tal lugar a tal lugar, llevé el recado descifrado al jefe del pelotón y una regañada me dio. Ahí desperté. Me dijo que no moviera la boca y no podía hacerlo porque ahí habían sanciones perras. Para mí fue dura esa invasión porque fíjate que en una arada de Tenango teníamos unas trincheras y el helicóptero ya bombardeaba cuando nos salimos del campamento. La cosa es que me metí en las trincheras y no me dejaba salir disparándome. Esa vez me descordiné, y ya no pude alcanzar al grupo  con que yo iba. Cuando quise pasarme el río Quezalapa, perdí el paso y me caí al río y se me fue a mochila que llevaba. Y luego cuando subía la cuesta de Guadalupe encontré un puño de gente en un obraje, me detuve un ratito y me safé.  Había caminado hasta un parrar de guayaba cuando el “fuga” (avión) dejó caer la primera bomba en el obraje donde estaba la gente (de las masas). A mí  solo me cayó un pedazo de piedra en la nalga. Más adelante en un cerco de piñal me volvió a agarras al balazos el helicóptero… después me encontré con los que me habían dejado perdida. Esta vez llegamos hasta (San Antonio) Los Ranchos.

Realmente en tu niñez hubo muy poco para jugar…

Si fíjate, solo fue de sufrir y sufrir, viví muchas cosas, pero Dios ha sido bueno con migo. He visto la muerte en cada momento, pero acá estoy.

¿Cómo llega la oportunidad de estudiar en la Matías?

Fíjate que me gustaba agronomía y medioambiente, pero aquí en las universidades casi no hay. Me rebusqué y solo la Matías me apareció con esa carrera de gestión ambiental. Es una carrera nueva de 43 materias para cinco años. Me pareció esa opción y pues me dije voy a meter papeles talvez me agarran. Llegué segura, llevé los papeles de bachillerato y les dije: quiero estudiar, vieron mis notas,  me aceptaron y me presentaron al salón. Solo estudiantes de 17 años habían, solo yo era mayor, pero fui aceptada.

¿Tenés beca?

Sí tengo beca, pero me la da Gobernación.

¿Y cuál es tu sueño?

Lo que yo más quiero es llegar a trabajar en la carrera que estoy sacando. Le he pedido al Señor poder entrar a la unidad de medioambiente que hay en la alcaldía para poder ayudar al medioambiente.