Marisa d’Aubuisson: “Agradezco a la vida haber entrado al mundo de los pobres”

Fotos Liset Orellana | El Metropolitano Digital

Por Santiago Leiva

En unos meses, Monseñor Óscar Arnulfo Romero será canonizado en Roma, se convertirá en Santo, pero no  será “santo de devoción” de muchos. En El Salvador, su patria, es tan amado por católicos y sectores de izquierda como odiado por la derecha y la oligarquía. Hoy en día hay divergencias también entre católicos y evangélicos, pero el caso más emblemático en la historia de la nación lo representan el ya fallecido Mayor Roberto d’Aubuisson, señalado como autor intelectual del asesinato y su hermana María Luisa d’Aubuisson, una mujer comprometida con las causas sociales que ha dedicado su vida  a favorecer a los pobres y mantener encendida la vida y obra de Romero.

“Me siento más cómoda con el apellido Martínez que con el d’Aubuisson”, afirma, y de hecho se ha desmarcado tanto de este apellido, y adoptado el de casada, que el mundo la conoce como Marisa Martínez. Empero, no solo el apellido familiar ha hecho de lado. María Luisa d’Aubusson como se lee en su DUI desde muy joven discrepó con los pensamientos de la derecha y la oligarquía hacia los  desprotegidos y acuñó las enseñanzas de Monseñor Romero renunciando así a su clase media y vivir en un mundo cercano a las gente de barrio y comunidades. Fue a los 18 años que comenzó a trajinar por el mundo de los mortales y a sus casi 70 se mantiene fiel a su ideal y convicciones.

“Los sectores de derecha, la oligarquía, son muy pobres de pensamiento. Los considero dentro de una burbuja que los empobrece muchísimo porque la vida de ellos gira alrededor de ellos mismos: yo, yo y yo. Que la moda y que la fiesta,  el carro, las apariencias,  los viajes. Tiene que ser una vida verdaderamente miserable me parece”, dice, sobre el mundo al que renunció. Actualmente, Marisa es directora de la Asociación CINDE (Centros Infantiles de Desarrollo), institución que creo para hacer más liviano el trabajo que las vendedoras de la calle tenían con sus hijos. CINDE nació en Soyapango y por ahora también funciona en Mejicanos. Ahí atienden a niños hasta los seis años, pero luego se les da refuerzo escolar hasta los 16, y también tienen un programa de becas para la universidad. En sus inicios este proyecto tuvo el apoyo de comités Monseñor Romero que tienen su base en varias ciudades de España. Marisa, que es el personaje con que cerraré el mes de las madres es también directiva de la Fundación Monseñor Romero y la canonización del mártir católico para el próximo 14 de octubre la tiene feliz.

¿Qué peso tiene el apellido Romero en su vida?

Muchísimo peso. Monseñor Romero para mí ha sido alguien que vino a fortalecer mi fe y lo he admirado tanto que hace unos 21 años, con un grupito, junto con Monseñor Ricardo Urioste creamos la Fundación Monseñor Romero. La fundamos porque vivimos que habían pasado 19 años de su asesinato y había mucho silencio de Óscar Romero tanto de parte la iglesia como de la sociedad civil. Se sabía muy poco de él y fue entonces que con Monseñor Urioste, y con mi esposo Edin Martínez la fundamos. Durante 20 años hemos mantenido en alto la voz de Romero. Hemos dado talleres sobre su vida, sobre sus homilías a lo largo y ancho de todo el país. Hemos reeditado sus libros en donde están todas sus homilías, su diario, hemos creado el libro “día a día” que contiene 365 pensamientos…hemos tenido una actividad muy grande en estos 20 años. Entonces le puedo decir que Romero ha tenido, tiene y creo que tendrá para  mí un peso grande, tanto que mí segundo hijo que nació 1983 lleva su nombre: Óscar.

¿Su hijo se llama Óscar en honor a Monseñor Romero?

Claro, en 1983 tenía apenas tres años de asesinado Monseñor y por su recuerdo le puse Óscar a mi hijo. Y le voy a decir que en esos momentos ponerle Óscar a su hijo, ponerle Óscar a un niño le hacía sospechoso jajaja. Monseñor Romero, como decía Monseñor Urioste, ha sido el hombre más amado, pero también el más odiado en esta sociedad salvadoreña.

¡Era peligroso ponerle Óscar a un hijo!

En ese momento sí. Óscar era como aceptar que uno estaba en la línea del pensamiento de Óscar Romero y eso no era bien visto.

Usted viene de una familia de derecha…

Totalmente.

¿La vieron en algún momento como la oveja negra de la familia?

Fíjese que hay algunas entrevistas que han publicado con gente de mi familia donde si expresan que he sido como eso que usted acaba de decir, la oveja negra de la familia. Digamos la única que no estuvo en la misma línea de pensamiento político ni religioso de mi madre, de mis hermanos, de mis sobrinos, pero yo he sabido llevar eso porque es fácil entenderlo dada la radicalidad de la sociedad salvadoreña en los años 70s y 80s. Eso era fácil entenderlo, éramos dos polos: derecha e izquierda. Era ese jueguito en el que uno y otro decía nosotros somos los buenos y los otros son los malos. Era muy difícil entenderse, muy difícil entrar en razón, muy difícil entrar en análisis crítico de esta sociedad. Yo me sentía más bien una persona con una opción cristiana, estaba comprometida con la iglesia y la iglesia apoya mucho la justicia y estar militando con el pensamiento eclesial te colocaba en un polo. Solo por el hecho de hablar de justicia, de trabajar en las barriadas marginales, de llevar el mensaje de derecho a la organización, de fomentar y dar a conocer el pensamiento de Monseñor Romero eso era pecado ante los sectores gobernantes del país, para los militares sobre todo y la oligarquía.

¿Qué le decía su familia, su hermano Roberto, o no sabían que usted  estaba del otro lado de la corriente?

Ellos sabían de mi trabajo, de mi compromiso. Yo viví de 1969 a 1973 en Guatemala. El primer año me fui con una congregación religiosa,  Religiosas de la Asunción se llaman, a un pueblito indígena de Guatemala muy pobre, perdido en una montaña de Quezaltenango. Allí tenían las hermanas una escuela y las voluntarias hacíamos de maestras de niños indígenas. Eso a mí me marcó mucho, me marcó vivir ese año allí tocando la pobreza. Trabajé también en otra zona, Alta Verapaz, también con indígenas. Luego me quedé estudiando teología y cuando vine a finales de 1973 a mi casa lo que quería mi familia era que buscara un trabajo, que me casara y tuviera hijos.

¿Y qué  pasó?

Entré a trabajar en una ONG que se llama FUNDASAL que se dedica al tema del hábitat popular y la promoción de comunidades. Se trabaja con el método de ayuda mutua, organización comunitaria, formación de líderes y organización de jóvenes. Pues entré ahí como trabajadora social y me quedé como 12 o 13 años. En el trabajo de promoción social se me exigía estar siempre en los barrios en San Salvador, Santa Tecla y teníamos también proyectos en Usulután y San Miguel. En San Miguel estuve dos años en una comunidad campesina que FUNDASAL apoyó para que tuvieran viviendas en las faldas del volcán Chaparrastique. Entonces todos esos años desde Guatemala, estar inmersa en realidades y entrando a las casas tuve la gran suerte de conocer familias, de respirar y tocar esas realidades; y es imposible no entender las necesidades de cambio.

¿Era de las que aceptaba comer humildemente una tortilla con queso y frijoles en esas casitas?

Totalmente. Bueno me hospedaba en la casa de ellos en las orillas del Chaparrastique. Me iba desde el jueves hasta el domingo.

¿Le tocó dormir en hamaca?

Me hospedaba donde la niña Angelita, una abuelita, y siempre me tenía una hamaca o donde la hija de ella me quedaba en una tijera. Luego con el embarazo de mi tercer hijo dejé FUNDASAL. Para entonces con mi esposo vivíamos en el Reparto Morazán de Soyapango.

¡De Soyapango!

Si. Antes de casarme, yo me casé a mediados de 1977, en 1974 yo saqué con un banco una casita en el Reparto Morazán y ahí viví como soltera y ahí me quedé hasta 1989. Ahí fue mi hogar, ahí nacieron mis hijos, ahí se criaron y yo pasaba todos los días por el centro de Soyapango viendo los andenes llenos de vendedoras con sus niños sentados en el andén, amamantando, niños en unas cajitas y eso me hizo escribir una idea de una programa de atención de 0 a 6 años para hijos de mujeres vendedoras de la calle. Al proyecto que escribí le puse Centros Infantiles de Desarrollo, hice el proyecto, saqué los costos y casualmente vinieron de Holanda unas personas de una fundación que se llama Bernard Van Leer que andaban buscando aquí instituciones o gente que quisiera trabajar con la primera infancia y dieron con migo. Les enseñé el proyecto y era justo lo que apoyaban, pero necesitaban personería jurídica, así que me fui donde el padre Joaquín López López que era el director y fundador de Fe y Alegría, le dije que si Fe y Alegría podía presentar el proyecto, lo presentaron, lo aprobaron y ahí empezó la historia de lo que ahora tengo entre manos que es la asociación CINDE.

Sí  digo alguien de apellido d´Aubuisson vivió en Soyapango quizá nadie lo crea, porque los asocian…

Con Ricos

Exacto…

Y no (era de ricos), mi familia era una familia de clase media, sí con relaciones con esos niveles de la sociedad, pero que nunca me interesaron a mí. Yo desde muy joven me fui a Guatemala, toque la pobreza, viví entre pobres, los quise, me sentí solidarios con ellos y nunca me sentí incómoda, ni me siento incómoda entre ellos.

¿Usted renunció a la clase media para involucrarse con los pobres?    

Sí y mi esposo también. Mi esposo era un sociólogo súper comprometido, fue director de FUNDASAL..

¿Nunca se ha arrepentido por haber dejado las comodidades de su hogar y apostar a los pobres?

Yo creo que lo material en estos casos no es lo que incide, lo que incide es una realidad a la que no podes darle la espalda si puedes ayudar, si puedes involucrarte. Tampoco te voy a decir que por vivir en Soyapango vivía yo en  niveles de pobreza y dificultades, no. El Reparto Morazán era precioso y es todavía, Yo miraba linda mi casita y yo me consideraba en mejores condiciones que los pobres..

Pero imagine era una muchacha joven y además de clase media…

Bueno si, empecé con 20 años y voy a cumplir 70 dentro de poco. Decidí y ese ha sido mi ambiente, mi  mundo, mi compromiso; y eso da más satisfacciones que comodidades, que  riquezas. Además considero que los sectores derecha, la oligarquía, son muy pobres de pensamiento. Los considero dentro de una burbuja que los empobrece muchísimo porque la vida de ellos gira alrededor de ellos mismos: yo, yo y yo. Que la moda y que la fiesta,  el carro, las apariencias y los viajes. Tiene que ser una vida verdaderamente miserable me parece.

Usted rompió esa burbuja para caminar en un mundo distinto…

No sé si lo rompí, pero desde cipota de 19 años me fui a Guate y hasta hoy no he querido meterme ni dejarme atrapar por esas superficialidades.

¿Durante el conflicto armado no tuvo problema con el apellido, el apellido d´Aubuisson está relacionado con el mayor Roberto d´Aubuisson?

En mi circulo de trabajo, en las comunidades y con los líderes comunales que en los años 80s. me tocó asesorar, formar y trabajar nunca tuve problemas. Cuando ya el apellido empezó a hacerse más público tuve que enfrentar a algunos dirigentes comunales y decirles y preguntarles si querían que siguiera en el proceso con ellos y no tuvieron problemas en que siguiera.

¿El apellido d´Aubuisson de dónde viene?

Es francés, de Toulouse.

¿Su Papá era francés?

No, nada que ver. El abuelo de mi Papá, los antepasados, que alguna vez vinieron como vienen todos estos extranjeros para ver como hacen fortuna en este país.

Usted desde joven se interesó por la justicia, y pues se dice que la guerrilla luchaba por la justicia ¿en algún momento pasó por su mente irse a las montañas?

Muchos cristianos dieron el salto de unirse a la guerrilla, gente de las comunidades de bases, sacerdotes, religiosas. Y no es quizá que dieron el salto a la guerrilla, decían que Monseñor Romero era guerrillero y yo nunca lo vi con un fusil y no me lo imagino dándose duro con los soldados ni a otros sacerdotes que se fueron con la guerrilla a acompañar como el Padre Poncel. Y es que había otras maneras de acompañar a la población civil que vivía en los campos guerrilleros, en los territorios liberados. ¿Y si me pregunta si yo no me fui a un campamento guerrillero en alguna ocasión? , le digo: no, nunca me fui, me quedé aquí en la ciudad. Tampoco lo pensé, con tres hijos jamás se me hubiera ocurrido dejarlos, lo mío acá también era una manera de apoyar a la gente para que tuviera pensamientos críticos.

¿Era despertarlos?

Despertarles a la realidad, a destruir aquellas enseñanzas de la iglesia que por décadas se les venía diciendo que entre más sufrieran iban a tener más cielo y que ser pobres era una bendición porque eran los preferidos de Dios, era destruir todos esos mitos, reflexionar bíblicamente con la gente y decirles ese Jesús que a ustedes les enseñaron no, era revisar en que contexto dijo esto Jesús.

¿Hay quienes dicen que Jesús fue el primer revolucionario?

Claro que sí, Jesús se impuso a los poderosos de su país, Jesús siempre tuvo broncas con los poderosos de su país, nunca tuvo bronca con los pobres, tuvo broncas con los jefes religiosos, con los sacerdotes judíos, con el Sanedrín que se aprovechaba de los pobres poniéndoles leyes injustas y los impuestos.

¿Usted tuvo broncas con su familia?

Yo diría que lo que hice fue dejarles claro. Mi opción les preocupaba sobre todo a mi Mamá que era una señora con los mitos que andar en las comunidades, en los barrios, con la gente, era peligroso. Me decía: te van a robar, te van a acuchillar, te van a hacer algo. Es que cuando no conoces, los juicios son estúpidos. Hay una gran estigmatización a los pobres.

De cierta forma usted estaba de un lado y su hermano Roberto del otro ¿en algún momento le tuvo temor le hiciera algo?

Él tenía sospechas que mi trabajo no era tanto un trabajo social y traté en varias ocasiones de dejarle claro que mi trabajo era más desde una militancia cristiana y que me sentía cómoda trabajando en ello. Nunca me lo creyeron, pero traté de tener lo menos posible broncas con mi familia porque sabía que no era fácil convencerles de mis opciones.

¿No la marginaron nunca?

Hubo un momento que sí, hubo unos años que desaparecieron. Se fue mi Mamá, mis hermanos y  mis sobrinos. Se fueron a vivir a Guatemala y no me advirtieron, no se despidieron. Me di cuenta porque fui donde mi Mamá y ya no estaban y no me quisieron decir donde estaban.

Usted prácticamente ha hecho a un lado el apellido d´Aubuisson ¿cómo es su relación con la familia d´Aubuisson?

Era una familia pequeña, falleció mi Mamá en 1998, falleció mi hermana por ahí por el 2009, Roberto que falleció en 1992; solo hemos quedado Carlos mi hermano, yo, y todos los hijos de mi hermano y mi hermana, pero desgraciadamente casi que no los conozco porque ellos se han movido en un ambiente en el que yo no entro  y ellos no vienen al mío. Nos hemos encontrado varias veces en algún evento con los sobrinos, me conocen, me dicen tía cuando me ven, pero no hay más relación que eso. Yo no los considero enemigos y espero que ellos no me consideren enemiga, pero no hay una relación familiar.

¿No le gusta usar el apellido d´Aubuisson?

Fíjate que dada la historia de este país, dados por esos 80s que quedaron marcados por el apellido de mi hermano, el Mayor D´Aubuisson, preferí usar solamente el apellido de mi esposo. En realidad me he sentido más cómoda con el apellido Martínez que con el d´Aubuisson.

¿En serio, se siente más cómoda con el Martínez?

Por su puesto. Yo creo que a ti y a cualquiera le pasara lo mismo. Es mejor y sobre todo en esos 80s. tan dramáticos.

¿Su niñez cómo fue?

Tuve una niñez tranquila. Nací y viví hasta los 18 años en Santa Tecla y fue una infancia de verdad muy feliz, sin problemas. Estuve interna en el colegio La Asunción casi desde 4° grado hasta 9° grado porque a mi Mamá se le dificultaba mucho hacer ese gran viaje de Santa Tecla a San Salvador a dejarme y traerme todos los días. Yo creo que tuve una infancia muy despreocupada, muy tranquila, muy de juegos en la calle con el vecindario. Íbamos a las fincas a jugar. Jugábamos escondelero incluso en el cementerio de Santa Tecla.

¿Nunca ha pasado necesidades?

No. Gracias a Dios necesidades de que no hay que comer no, pero no vivimos con lujos tampoco. Lo básico nunca nos hizo falta.

¿Logró usted culminar alguna carrera universitaria?

Fíjate que yo una de las cosas que a la vida le reciento es la mentalidad de mi mamá de que las niñas no tenían que estudiar, que éramos para estudiar secretariado  para mientras casarse, y casarse era ya no trabajar. Ella hizo que estudiara dos años de secretariado contra toda mi voluntad, pero luego estudié teología y  el tema de técnico en cooperativismo y ahí me quedé. Eso me ha servido mucho para el trabajo social.

¿Cuál era su sueño de niña?

Cuando terminé el colegio, me preguntó mi mamá que quería ser, le dije que quería ser maestra, profesora, y recibí un rotundo no, jamás vas a ser maestra,  dame otra opción me dijo. Mi otra opción fue enfermería y mandó a llamar a mis tíos, mis tíos eran abogados, y dijeron: como vas a estudiar enfermería para ir a trabajar al Rosales… mi tercera opción fue trabajo social y tuve que esforzarme yo misma en cursos y talleres.

El Mayor d´Aubuiisson es respetado por unos y odiado por otros ¿cuál es su opinión sobre esta divergencia?

Mira Roberto se formó como militar en esos años turbulentos del mundo, en esos años de la guerra fría, en época en que América Latina estaba bajo dictaduras férreas y se necesitaba preparar militares que defendieran los intereses imperialistas. Pusieron una escuela, la Escuela de Las Américas, para que llegaran militares a defender los intereses estadounidenses. En ese contexto se formó Roberto. Él se graduó en 1964 de subteniente y lo designaron como oficial de la Guardia Nacional y eso incidió mucho en él porque la Guardia nació como un cuerpo represivo. Entonces en todos esos años 60s, 70s., él es formado en esa mentalidad. Yo creo que absorbió todo eso con mucha pasión y no sé con qué método le enseñaron a odiar a los comunistas. Cualquier protesta, cualquier solicitud campesina eso era comunismo, si la iglesia decía que optaba por los pobres, para él eso era comunismo. Si Monseñor hacía un llamado a la justicia para que haya paz eso era comunismo. Yo creo que a los militares les daban clave: quien hable de justicia, quien hable de aumentos salariales, quien hable de organización de obreros  ojo con ellos, y le ponían ojo. Así es como mataron y torturaron a tanta gente injustamente. Yo creo que Roberto entró en esa vorágine obsesiva de andar buscando comunistas en todas partes y entro pues en esa dinámica tremenda, por eso es que yo no dudo que mucha gente le tenía pánico y no lo querían ni lo quieren; y otros que lo quieren porque se unió junto con la oligarquía para defender un proyecto de ellos y logró unificarlos. De ahí es que lo alaban. Hoy muchos se quieren distanciar ya de él, las nuevas generaciones de derecha.

Al Mayor d’Aubuisson se le acusa de ser el autor intelectual de la muerte de Monseñor Romero ¿sintió repugnancia hacia él al conocer esto?

Tristeza, mucha tristeza, mucho dolor de que nos hayan matado a Romero, y mucha incomodidad que haya sido alguien cercano a mí el involucrado en ese crimen.

Entiendo que en su lecho de muerte usted habló con su hermano ¿qué fue lo último que hablaron?

Lo último que le dije fue que pidiera perdón por su vida, que le pidiera perdón a Monseñor Romero, que muriera en paz. Fue lo último que le dije y al día siguiente murió.

Él murió de cáncer y usted también lo ha padecido…

Sí fíjate que yo también tuve cáncer de mama y me hicieron una operación muy grande. Una extirpación total de mama, de glándulas, me dieron seis quimioterapias y 32 radiaciones. Eso fue en 2011 y lo he superado muy bien gracias a Dios. Espero que no regrese.

Cuando usted se haya ido de este mundo ¿cómo le gustaría que la recordaran?

Que me recordaran como una persona que ha tratado de gastar su vida en el servicio a los demás. Yo agradezco a la vida haber entrado al mundo de los pobres que me ha permitido realizarme y sentirme una mujer feliz.