El problema no es Nayib, es la demagogia de los políticos

El Salvador, vive un momento crítico y decisivo, debido al desencanto ciudadano en la política, los políticos y las instituciones del Estado; el cual ha alcanzado unas cuotas alarmantes y que podrían acabar con un estallido social.

El síntoma más agudo de la falta de fe por parte de los salvadoreños hacia las instituciones políticas donde se ven representados, se llama Nayib Bukele.

Y ojo, que no estoy dando mi apoyo o hablando en contra del aspirante a candidato de la presidencia; él ya posee suficientes detractores y por cada uno de ellos obtiene un incremento sustancial de seguidores.

Empero, sí estoy expresando mi punto de vista sobre el contexto responsable de llevar a Bukele, a convertirse en el representante y voz de una mayoría que ven en él a su líder, al que defienden aun a costa de las leyes del país, aunque muchos no lo quieran reconocer.

Ese contexto, no es otro que el creciente malestar social y la pérdida de confianza en los partidos políticos existentes.

El malestar social, no ha hecho más que crecer y crecer en los últimos años, frente a la incapacidad de los gobiernos de turno de llevar las riendas del país.

Los salvadoreños no han visto un alivio o progreso en temas que los tienen asediados como la falta de seguridad, el aumento de la corrupción y la pobreza; así como el constante abuso de poder por parte de los parlamentarios o representantes de las diferentes instituciones de gobierno y partidos políticos.

Basta con citar el caso de los nuevos asesores contratados en la Asamblea Legislativa por las diferentes fracciones, el hecho de que gente que por voluntad popular ya no tenía que llenar escaños en el salón azul y que sigan ahí por imposición, es una bofetada y una forma de ridiculizar a los electores que acudieron a las urnas para ejercer su derecho al voto y con el querer cambiar el panorama político.

Y si nos pusiéramos a desgranar las razones, del por qué la población castigó a dichos políticos con su decisión, no acabaríamos nunca. Es suficiente con enumerar algunos delitos cometidos contra la ciudadanía como: exorbitantes sobresueldos, casos de enriquecimiento ilícito, apropiación de propiedad del estado y desviación de fondos, entre otros.

En cuanto a la falta de credibilidad en los partidos políticos, creo que no merece la pena gastar palabras en ello.

Existen más fundamentos, pero son esos los que desde mi punto de vista han predominado y contribuido a que Bukele, se haya convertido en un líder mesiánico para sus seguidores, quienes hartos de tanta demagogia le han proporcionado lo más valioso que puede dar un ciudadano: la confianza; y le siguen sin cuestionar nada de lo que él afirma o hace.

La imagen de Nayib Bukele, a pesar de lo que muchos piensan, no se ha deteriorado con algún revés o acusación en su contra, al contrario, las críticas, denuncias y el freno a su partido político de parte del Tribunal Supremo Electoral (respaldado en la ley) solo lo han fortalecido.

Prueba de ello es que algunos, según el presidente del TSE, Julio Olivo, no solo han satanizado y llenado de insultos a los magistrados de dicha institución, han ido más allá usando las redes sociales para averiguar sus lugares de residencia y números de teléfono para hostigarlos con amenazas de muerte.

Es aquí donde la popularidad del aspirante a candidato presidencial se vuelve peligrosa y atenta contra la ya de por si deteriorada democracia de nuestro país; y la única responsable es la demagogia y la corrupción de los actuales gobernadores.

La gente está harta, y en su hartazgo y desconfianza hacía los pseudopolíticos, en los que no se ven representados, han tomado a Nuevas Ideas como una tabla de salvación, quieren que emerja a como dé lugar y no están analizando razones.

Los actuales dirigentes políticos en su miopía se han olvidado que el juez más cruel es el pueblo y que el poder descansa en él. Si hay salvadoreños que quieren a Bukele, aun sabiendo que se pueden equivocar en llevarlo al frente del país, lo van a hacer.

Ese pueblo que se siente engañado, está más informado (no cree en todo lo que se publica) y ahora él difunde sus ideas por cuanto medio de comunicación tenga a su alcance.

Contrario a sus adversarios políticos, Nayib tiene de su lado la rabia y la frustración de la población, y eso sumado a su carisma; así como a las herramientas tecnológicas, pueden hacer explotar la olla de presión conformada por sus seguidores.

El fenómeno Bukele, tiene muchos tintes de convertirse en caudillo. Esa identificación entre la opinión pública y el líder carismático que sabe cómo apelar o manejar los sentimientos es y seguirá siendo su arma más poderosa, así como su carta de presentación.

Pero vuelvo a repetir, el problema no es Nayib Bukele, es el contexto o mejor dicho la crisis política que vive El Salvador. Bukele, llegará hasta donde sus simpatizantes le permitan.

Él tiene todo el tiempo del mundo para fortalecerse, puede que vea frenadas sus intenciones en estas elecciones, pero los sentimientos que ha despertado en sus seguidores no serán fáciles de manejar y detener, aunque se le acuse de populista.

Los ataques indiscriminados contra él para evitar que corra por la presidencia o las alianzas electorales para beneficiarse de su popularidad, no solucionarán el malestar social que existe o el desencanto del ciudadano con los partidos políticos existentes.

Después de él habrá otros y más nuevas ideas.